
“Quo Vadis?” Eso fue lo que San Pedro le dijo a Cristo cuando marchaba de Roma por la vía Appia, vía que hoy se mantiene casi tal cual entonces se encontraba. Sin embargo hay otras cosas que cambian muy rápido, como el mundo de Internet y las Comunicaciones. El ritmo es vertiginoso, y en ocasiones, como suele suceder en el mundo del Derecho, se legisla para ir tapando huecos, pues inevitablemente la realidad social casi siempre va por delante.
Eso fue lo que ocurrió después del aberrante atentado terrorista del 11 de marzo en Madrid. En el mismo se utilizó las nuevas tecnologías en su contexto más negativo. Como todos sabemos, para explosionar las bombas se usaron teléfonos móviles. Si entonces hubiera existido la Ley 25/2007, de 18 de octubre, de conservación de datos relativos a las comunicaciones electrónicas y a las redes públicas de comunicaciones, otro hubiera sido el resultado del sumario que vino después. En aquellos entonces podías tener un teléfono anónimo, discriminando a aquellos que optaban por un contrato de aquellos que lo hacían por una tarjeta de prepago en telefonía móvil.
Con la Ley citada, se obliga a las operadoras de comunicaciones a registrar a los titulares de las tarjetas de prepago, teniendo la obligación de facilitar a la Policía (siempre con autorización judicial, claro está) cuanta información necesiten respecto de las comunicaciones y sus comunicadores.
En breve finalizará el plazo dado a todos aquellos que tienen tarjeta de prepago para identificarse, so pena de quedar inutilizadas. Muchos verán coartada parte de su libertad. Otros dirán que la sociedad en la que vivimos se parece cada vez más a la sociedad orwelliana, aquella del Big Brother (de la que salió la idea del patético programa de televisión), del ojo que todo lo ve, que todo lo vigila.
Siendo coherentes, es un mal menor el que se ocasiona, máxime cuando existe un procedimiento garantista de los derechos fundamentales. En ese panorama no hay que temer nada. Todo sea por un aumento en la seguridad, que ganemos todos.
Posiblemente, y después de los últimos hechos acaecidos en Sevilla tras la muerte de la malograda Marta del Castillo, estas medidas se tendrán que ampliar a la mensajería instantánea, como es el caso del famoso Messenger y ahora las redes sociales.
Seguridad o libertad. Libertad o seguridad. En esa dicotomía estamos. Y es que en esta vida no se puede tener todo, y hay que elegir. Tal vez en el futuro no haya que hacerlo, pero en este momento en el que estamos es más necesario que nunca. Y si alguna violación de derechos fundamentales se produce, para eso estamos los Abogados, entre otras muchas cosas.
Socio fundador de Avezalia, firma especializada en el asesoramiento jurídico integral TIC