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19/03/2024. 04:21:30

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Cuando un olvido te cuesta el juicio: ¿ha traído usted el poder de administrador?

Abogado. Experto en habilidades profesionales
@oscarleon_abog
Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Sevilla

La preparación del juicio oral suele asociarse con el estudio técnico del caso por parte del abogado, de modo que si llevamos atados todos los cabos de hecho y de derecho nuestra mejor defensa está garantizada. Si bien esto es cierto, no podemos olvidar que la preparación del juicio tiene siempre una doble vertiente: la preparación técnica ya referida y la de aquellos aspectos formales que hemos de controlar para el desarrollo de la vista sin sobresaltos, de lo que se concluye que el abogado deberá poner todo el celo posible en la cumplimentación de ambas facetas.

Un lupa aumenta un dibujo de una cabeza con el signo ?

Un claro ejemplo de lo expuesto me ocurrió en mis primeros años de ejercicio profesional en un juicio celebrado en las antiguas magistraturas de trabajo (hoy juzgados de lo social)

En aquella ocasión, me disponía a defender a una pequeña empresa constructora con forma de sociedad limitada en un caso de despido disciplinario. El día anterior al juicio, me reuní con el dueño de la empresa, a la sazón su administrador único, y preparamos todos los aspectos de los interrogatorios, documentos, etc. El caso tenía ciertamente defensa, pues el despido se había formalizado existiendo causa justificada que esperábamos sería objeto de prueba durante la vista.

Al día siguiente, una vez resultaron frustrados los intentos de transacción por parte del compañero del sindicato que se ocupaba de la defensa del trabajador (pues mi cliente se negaba a toda opción de acuerdo), entramos en sala y, como era de esperar, nos encontramos ante el magistrado proclive a que alcanzáramos un acuerdo. Con el amparo de mi cliente, que se negaba en redondo a conciliar el asunto, transmití al magistrado la imposibilidad del mismo.

Y en esto que mientras se producía esa conversación, el secretario pidió a mi cliente el poder de representación de la entidad, a lo que éste negó con la cabeza y en presencia de todo el mundo éste se dirigió a mí y me dijo ¿Qué poder tengo que traer? ¿Yo no he traído nada?…

Fue escucharlo y ver como el letrado del trabajador "crecía" literalmente en su estrado y como decía al juez que en tal caso tendrían que dar a la empresa por incomparecida y celebrar sin su presencia. Lo peor es que el letrado tenía razón, lo que aprovecho el juez para explicar a mi cliente (quien se encontraba completamente atónito) las consecuencias de no aportar el poder, si bien sugirió que si se alcanzaba un acuerdo y el trabajador le reconocía como representante de la empresa podría resolver el asunto con una conciliación judicial, propuesta a la que el letrado del trabajador mostró su absoluta conformidad.

Y vuelta empezar; salimos de la sala y, como me temía,  alcanzamos un acuerdo muy perjudicial para los intereses de mi cliente que posteriormente fue conciliado judicialmente ante mi desesperación y su indignación.

Termino el acto y no quiero ni contaros el mal rato que pasé con el cliente en la puerta de los juzgados culpándome por no haberle advertido sobre la necesidad de traer el poder y del desastre económico y "moral" que le suponía esta derrota.

Ya en mi despacho, reflexione sobre lo que había ocurrido y si bien no me culpé del todo, pues entendía que como administrador de una sociedad mi cliente tenía la obligación de llevar consigo el poder a todos los actos en los que interviniera en nombre de la entidad, lo cierto es que como abogado, debí haber tomado la prevención de advertirle al respecto.

Desde entonces, una vez aprendida la lección, antes de cualquier comparecencia judicial  recuerdo al administrador o consejero la necesidad de que lleve la escritura en la que conste su nombramiento vigente, llegando si fuera el caso, a dejar rastro escrito de tal requerimiento. De este modo, no solo evito sobresaltos, sino que realizo una labor mucho más profesional facilitando al administrador su interacción con los inconvenientes del proceso judicial.

Al cliente no lo volví a ver más. Al que sí volví a ver fue al letrado del sindicato, con el que gozaba de cierta amistad, y cada vez que me cruzaba por los pasillos de  los juzgados me decía con cierta guasa: "Óscar, ¿te has traído hoy el poder? ".

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