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27/06/2025. 23:39:03
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La mirada de una procuradora

Gemma Arnán, procuradora y vocal del Consejo Directivo de la Mutualidad de Procuradores

Tradicionalmente, desde la época helénica, el símbolo de la justicia ha sido una figura femenina, conocida como la dama de la justicia o diosa de la justicia.

Si bien las damas que han contribuido y que contribuyen al engranaje de la justicia no han sido debidamente representadas ni valoradas, nada distinto a lo ocurrido en otros ámbitos profesionales, somos mujeres y estamos decididas a ser profesionales.

Desde finales del siglo XX asistimos a una feminización de la justicia. El feminismo la ha conquistado. Las aulas de las facultades de Derecho están llenas de mujeres: chicas jóvenes que han decidido dedicar su carrera profesional al Derecho. Futuras profesionales que, en su mayoría, acabarán ejerciendo la abogacía, la judicatura, el funcionariado y, entre ellas, algunas han optado por ejercer la procura: una profesión socialmente desconocida y profesionalmente poco reconocida.

La primera procuradora de los tribunales de España lo fue en el año 1941, una mujer inmersa en un mundo de hombres. Desde entonces, mucho ha llovido. Sin embargo, ser mujer y además procuradora conlleva que muchas de nosotras nos hayamos sentido doblemente cuestionadas. Existe la concepción, incluso entre los propios operadores jurídicos, de que las mentes brillantes van a ejercer la abogacía o la judicatura. Y he aquí que muchas de esas mentes brillantes han optado por la procura.

A las mujeres se nos ha definido socialmente atribuyéndonos unas cualidades que, en todo caso, se tendrán o no, dependiendo de cada persona. Se ha dicho de nosotras que encarnamos dedicación, fuerza, inteligencia y responsabilidad. Y quizás, porque sea cierto que representamos esas cualidades, hemos sufrido un implacable maltrato histórico que, lejos de acabar, sigue vigente en la actualidad.

Las mujeres procuradoras hacemos gala de esa definición. Pese a no ser profesionalmente consideradas, ejercemos la procura con la aplicación de todas y cada una de las facultades que se nos suponen como mujeres. La gran mayoría de nosotras ha incorporado una nueva condición a su persona: la de ser madre. Mujeres–procuradoras–madres: un combo difícil.

Los plazos perentorios no entienden de bodas, funerales, partos, crianza de menores, cuidado de mayores, vacaciones ni eventos. No atender un plazo a su debido tiempo conlleva consecuencias irreversibles e irremediables para nuestro representado. Así pues, que una procuradora, en la sala de partos y a punto de dar a luz, esté pensando que tiene todos los plazos controlados, y rezando para que no le salte alguno no previsto, es de lo más normal.

Una procuradora atendiendo el móvil o controlando el mail en el funeral de un familiar es algo habitual. Una procuradora programando su boda en agosto, lo más corriente. Una procuradora en el juzgado de la mano de su hijo de dos años: una escena que vemos a diario.

Y lo más, y único, reconfortante: que detrás de una procuradora siempre hay otra procuradora dispuesta a ayudar, a cubrir el trabajo de la compañera en caso de necesidad. Sí o sí, debe presentarse ese escrito: ¡no se le vaya a pasar el plazo!

Mujeres sí, y además procuradoras.

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