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29/03/2024. 15:17:52

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España tiene participación en el consorcio euroamericano

Boeing activa un dispositivo político para atacar a EADS

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Revuelo en el Capitolio por el contrato del Pentágono con la industria  europea Políticos americanos atacan contratos militares con compañías extranjeras

La niña mimada de la industria aeroespacial estadounidense no concibe que un millonario contrato del Pentágono haya pasado a manos de su archirrival europea EADS, empresa de la cual España forma parte. Boeing ha activado su aparato de lobby político en Washington: miles de políticos y tecnócratas se encuentran aullando al unísono por esta afrenta del conglomerado europeo. EADS, en consorcio con la norteamericana Northrop Grumman Corp., ganó un contrato para la construcción de 179 aviones cisterna para la Fuerza Aérea americana. Un negocio de nada menos que 26.300 millones de euros.

Originalmente, Boeing había ganado el convenio, aunque luego fue declarado nulo por irregularidades en el proceso de adjudicación. Se trató, cómo no, de un penoso affair de corrupción. Una empleada de la Air Force admitió haber favorecido al fabricante de aviones a cambio de plazas de trabajo para sus familiares. Boeing fue condenada por el Departamento de Justicia a pagar una multa récord de 405 millones de euros.

Hoy, el debate político versa sobre la conveniencia de entregar a contratistas extranjeros la fabricación de armamento estratégico para las fuerzas estadounidense. Las castas militares y los policy makers americanos han buscado ampliar el abanico de posibilidades, incluso fuera de su territorio, para promover la competencia entre sus proveedores y de esta manera aumentar la calidad bajando, a su vez, el costo de los productos adquiridos. Sin embargo, Boeing, junto con otras empresas norteamericanas que viven y mueren en virtud del dinero público de defensa, combaten ferozmente esta posibilidad.

La cuestión es la de siempre. Los legisladores cuyos Estados son afectados por la  repartición, algunos dependientes de las generosas contribuciones de campaña del conglomerado aeroespacial, han puesto el grito en el cielo. La senadora Patty Murray y el congresista Norm Dicks, representantes de Washington, se oponen frontalmente a una medida que afectará muchos empleos en su feudo electoral, sede de la fábrica de aviones cisterna de Boeing.

El amarillismo nacionalista ha contagiado también a los candidatos presidenciales. Tanto los demócratas como republicanos han expresado su preocupación. Por su parte,  los directivos del consorcio americano-europeo sostienen que no hay de qué preocuparse. El proyecto creará indirectamente muchos trabajos en Estados Unidos. El producto final entregado al Pentágono integrará piezas y equipos Made in USA. Es más, otra de las corporaciones dependientes del presupuesto de defensa americano, General Electric Co., proveerá 5 millones de dólares en motores y otros accesorios mecánicos para los aviones.

Lo cierto que estos gigantes de la industria militar también cuentan con un anclaje político espectacular en el Viejo Continente. El mandatario galo, Nicolás Sarkozy, defiende el acuerdo como un signo de confianza entre potencias aliadas: Francia, Alemania y Estados Unidos.

No es la primera vez que los americanos delegan contratos en compañías europeas, pero nunca antes se le había quitado un bocado tan grande de la boca a una champion estadounidense. Todo el revuelo en el Capitolio no es más que una batalla de titanes corporativos que no dudarán en aludir a la "seguridad nacional" y otros pretextos patrioteros para defender un lucrativo negocio.

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