Richard Susskind, asesor independiente en materia de tecnología aplicada al derecho de despachos e instituciones ha escrito hace poco acerca de la posibilidad –que no deseo- de que la abogacía se esté destruyendo, en parte por determinadas actitudes de los letrados, y en parte por el deseo del público de soluciones “preempaquetadas”.
Susskind observa, en su libro "El final de los abogados" -"The End of Lawyers"- una atracción cada vez más fuerte de los clientes hacia un mayor pre-empaquetado de soluciones, y un tirón hacia evitar, por completo, los problemas jurídicos. Lo que ve, al igual que Richard Posner, autor de "La superación de la Ley"- "Overcoming Law"-, es que lo que solía ser un trabajo legal es, cada vez más, transferido a los gestores del conocimiento; e incluso a soluciones de bricolaje legal manufacturadas por los propios clientes.
Pero no pinta todo oscuro en el mundo de Susskind. Él establece caminos claros de que las empresas (y los proveedores) podrán, si lo saben, seguir más de cerca a las expectativas del cliente; y valora que es imprescindible evitar la mercantilización definitiva.
¿Es esto aplicable a España? Es posible que, de algún modo, la deriva que está tomando la trasposición de la Directiva de Servicios a nuestro país, con el práctico desmantelamiento de los Colegios, nos lleve a algo como lo que describen Susskind y Posner para el mundo anglosajón.
Por ello, el establecimiento definitivo, y de un modo sólido, de vías acceso a la profesión a través de pruebas objetivas puede, seriamente, diferenciar la profesión de la abogacía a sus parientes cercanos.
Se haga como sea haga, la figura del picapleitos va a tener que alejarse de nuestra perspectiva. Hay que renovarse.
