Es preferible un perito con una personalidad acusada que transmita convicción, fuerza y credibilidad, si bien debe evitar ser arrogante y egocéntrico
La experiencia nos enseña que la elección del perito de parte constituye una decisión clave para el eventual éxito de nuestra pretensión pues, como todos sabemos, cuando en un proceso se propone la prueba pericial, esta suele revestir una notoria influencia en el resultado del litigio, y ello debido a su función de ayuda al juez por la especialidad de los conocimientos que aporta.
Partiendo de dicha premisa, la presente colaboración se centrará en destacar, como si fueran las dos caras de una moneda, aquellas cualidades y defectos del perito que pueden favorecer o perjudicar respectivamente nuestra línea de defensa.
Cualidades
Comunicación: El perito debe ser un buen comunicador, pues parte de su éxito dependerá de su capacidad de transmitir el mensaje escrito y oral (su opinión profesional) de forma comprensible y persuasiva. Para ello, tendrá que dominar tanto el lenguaje verbal como el no verbal y comunicar con fluidez y elocuencia.
Solvencia técnica: El conocimiento del área técnica objeto de la pericia es esencial, pues toda opinión profesional debe estar construida sobre la base del conocimiento de la disciplina en cuestión. No basta con que el perito se comunique bien, sino que el mensaje esté construido sobre la base de unos conocimientos acordes con la disciplina correspondiente
Experiencia: La experiencia del perito durante el interrogatorio tiene dos vertientes: una primera, referida a la práctica en su área de actividad y, otra, relativa a su experiencia a la hora de testificar en juicio. Un perito que haya practicado en el área de la disciplina en cuestión dispondrá de mayores conocimientos prácticos, los cuales son esenciales al peritar. Por otro lado, la práctica de periciales no sólo transmitirá mayor seguridad en juicio, sino que facilitará la preparación de la pericial por el abogado y evitará la labor "pedagógica" que conlleva explicar al perito las singularidades de su intervención.
Meticulosidad: Una forma de trabajar sistemática, centrada en el detalle y en el análisis de todas las variables es un elemento necesario en el perito, puesto que su pericia será la resultante de un estudio pormenorizado de hechos, datos, estadísticas, etc. que deberán ser correctamente tratados.
Presencia: La presencia, es decir, el aspecto físico del perito debe ser coherente con el lugar en el que declarará su pericia: la sala de justicia. Por ello, lo más recomendable es el empleo de un vestido apropiado a dicho contexto, que suele ser formal.
Autocontrol: Es fundamental que durante su exposición el perito no pierda los nervios y acabe empleando conductas caracterizadas por la falta de control que suelen concluir en discusiones y enfrentamientos con el letrado que lo interroga o, incluso, con el juez. La falta de autocontrol es sinónimo de falta de credibilidad, falta de objetividad y falta de recursos.
Personalidad: En las periciales es preferible un perito con una personalidad acusada que transmita convicción, fuerza y credibilidad, si bien debe evitar ser arrogante y egocéntrico, pues causará una impresión negativa. Un perito con una personalidad marcada transmite confianza, tanto en sí mismo como en su opinión profesional.
Honestidad: El perito tiene que ser imparcial, lo que supone que en sus manifestaciones no debe tratar de beneficiar a la parte que lo ha contratado (en casos de perito de parte), bien mintiendo, exagerando, no haciendo concesiones cuando se le preguntan cuestiones obvias, enfrentándose con el letrado que lo interroga, etc.
Defectos:
Vistas las cualidades del perito en juicio, a continuación examinaremos sus defectos más habituales. Como es lógico, y como no podría ser de otra forma, la mayor parte de estos defectos resultan de los opuestos de las cualidades antes analizadas.
Falta de preparación: Partiendo de que todo perito, por el principio de idoneidad del perito, debe disponer de unos conocimientos especializados, el problema en juicio puede venir de la mano de la falta de preparación de éste de la pericia que tiene que ofrecer en juicio.
Errores en la comunicación: En ocasiones, el perito, nuevamente, a pesar de disponer de los conocimientos y de la preparación, se ve imposibilitado de transmitir adecuadamente su pericia al juez, y ello como consecuencia de un deficiente uso del lenguaje verbal y no verbal. Si el perito es un mal comunicador, la pericia carecerá de la necesaria credibilidad.
Falta de autocontrol: El perito debe estar en todo momento centrado y calmado, disponiendo del suficiente autocontrol para no caer en situaciones en las que la controversia técnica durante el interrogatorio se convierta en una discusión subida de tono en la que se falta el respeto y la consideración a quien interroga, máxime cuando la pérdida de los nervios de un perito suele interpretarse como falta de credibilidad, bien por falta de recursos como por imparcialidad.
Arrogancia: En ocasiones, la personalidad del perito apunta hacia cierta arrogancia, faceta esta muy negativa durante una exposición pericial, pues sentar cátedra sobre todos los presentes no solo es algo que, por sí, es desagradable y molesto, sino porque el arrogante tenderá a enfrentarse con el interrogador o a perecer imparcial al no hacer concesiones en cuestiones evidentes a resultas de un dogmatismo mal entendido.
Excesiva locuacidad: Hay peritos que, a pesar de haber sido ilustrados por sus abogados, en ocasiones, se exceden en su exposición, centrándose en temas secundarios que se alejan de los puntos clave de la pericia. Dicha locuacidad, que no es más que un defecto de comunicación, puede ser muy destructiva si no se corrige a tiempo.
Deshonestidad: Si el perito, de forma consciente, pretende beneficiar a la parte que lo ha contratado (en casos de perito de parte), mintiendo, exagerando o forzando la interpretación de la pericia, estaremos ante un perito deshonesto, parcial y, obviamente, carente de credibilidad.
Desorganización: Si el perito carece de orden, tanto en el uso de los materiales como en la exposición y en el empleo de datos, estadísticas, cálculos, etc., la opinión difícilmente alcanzará su objetivo.
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