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20/04/2024. 02:40:56

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Invertir en educación digital en los despachos de abogados, ¿qué falla?

Fundador y CTO de ATOMIAN

Uno de los tópicos más injustamente atribuidos a la profesión del derecho es la afirmación de que los juristas viven de espaldas a la tecnología, tienen un absoluto desinterés por ella y la sufren como un mal necesario. La realidad contradice esta afirmación de forma contundente. Desde la adopción de los ordenadores personales, la posterior introducción de las herramientas de gestión especializadas, y más recientemente las bases de datos de jurisprudencia, hasta el uso de Lexnet o las tecnologías basadas en inteligencia artificial.

Es cierto que la tecnología no es solo cambio, es cambio en continua aceleración, y para afrontar este reto sin sufrir las consecuencias de una errónea toma de decisiones va a ser necesaria una base cada vez más sólida de formación en tecnología. Quizá las nuevas generaciones de abogados, nativos digitales, parten de unos conocimientos intuitivos más amplios, pero el uso de la tecnología es algo mucho más complejo que la informática de consumo.

Existe una premisa inicial imprescindible en la formación digital de los despachos: cada inversión en una tecnología tiene que estar justificada sobre la base de un ahorro medible de costes o un aumento de los ingresos para los mismos recursos consumidos. Si no se cumple esta premisa, o no se puede demostrar que se cumple, quizá le interese hacer frente a los costes de implantación para poder decir que la organización está utilizando las últimas tecnologías, pero realmente no existirá una justificación de negocio para su implantación.

Salvada la premisa inicial, son dos los aspectos en los que el despacho tendrá que formar a sus equipos. Forman parte del mismo proceso y comparten objetivos, pero son en realidad dos disciplinas completamente distintas.

La primera, dotar a los abogados de los conocimientos tecnológicos necesarios para saber identificar qué tecnologías van a aportar valor al despacho. Esto no es solo encontrar productos innovadores que cubran necesidades, sino saber identificar el estado de madurez y adecuación de dichos productos para el caso de uso que se va a plantear en el despacho. Una mala política de adquisiciones en tecnología puede llevar a una situación de descoordinación entre componentes, e incluso a un bloqueo operativo de la organización.

Así, a esta primera disciplina le sumamos la adquisición de una cultura de gestión de procesos.

La segunda, y tal vez más complicada, es dotar a los profesionales de las herramientas de juicio necesarias para entender cómo encajará cada nueva tecnología en el funcionamiento del despacho. Cada nuevo producto de base tecnológica conllevará un cambio en las rutinas de muchas personas. Saber entender cómo esas personas serán capaces de asumir ese cambio y disponer de los mecanismos necesarios para que se lleve a cabo de la forma menos abrupta posible es una tarea fundamental dentro de la disciplina de gestión del cambio, algo para lo que los abogados deberán estar preparados.

Hoy en día, hablar de digitalización nos lleva por un camino u otro hacia la Inteligencia Artificial. Los dos pasos descritos, formación para una correcta elección de tecnologías y formación para asumir la gestión del cambio con éxito, cobran especial relevancia en una disciplina de gran complejidad por sustituir tareas reservadas hasta ahora a las personas. La formación específica en Inteligencia Artificial puede sonar a exotismo en la práctica del derecho, pero lo cierto es que los abogados deberán acostumbrarse cada vez más a trabajar con herramientas inteligentes que deben estar siempre a su servicio, ya sea automatizando tareas repetitivas que no aportan ningún valor, o proporcionando más y mejor conocimiento sobre los datos que esconden los kilómetros de tinta. Es cierto que, en este sentido, también la Inteligencia Artificial debe aspirar a simplificar su uso y convertirse en una herramienta al alcance de cualquier persona sin necesidad de excesiva formación específica.

En definitiva, adoptar tecnologías en los despachos ya no es una opción. En cuestión de tiempo y con la llegada de las nuevas generaciones, esta práctica irá involucrando más y más tecnologías para desarrollar de manera más precisa y efectiva la labor de los abogados. Mientras tanto, invertir o no en educación digital ahora determinará el camino que quieren seguir los despachos, ¿quedarse atrás o invertir en el futuro?

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