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19/03/2024. 09:02:37

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Productos de abogacía ChatGPT

Abogado en Canadá, Argentina y Brasil. Profesor de ética jurídica, de regulatory compliance y de abogacía internacional. Socio fundador y manager de The Latin Lawyer LC.
alex@latinlawyer.ca

¿Cómo valoramos hoy el esfuerzo de estudiar derecho y de licenciarse de abogado?  Pues ahora tendremos que calcularlo midiendo cómo la inteligencia artificial se acerca a aprobar el examen de admisión para la abogacía. A fin del año pasado el software de IA GPT 3.5 desafió al “bar exam” de los Estados Unidos, uno de los exámenes más exigentes -y también cargado de conflictos éticos – de acceso a la abogacía. Esta provocación es solo el principio porque la IA también pretenderá operar sin licencia, así como obtenerla en todos los países para poder operar (¿o practicar?) globalmente.

GPT 3.5 al bar exam. Para poder inscribirse, casi todas las jurisdicciones de EE. UU. y Canadá requieren siete años de estudios universitarios incluyendo tres en una escuela de leyes. GPT 3.5. es un open IA text modelo davinci 3, que fue puesto a prueba en el MBE (multiestate bar examination), que es el examen común para todas las jurisdicciones e integra solo una parte del “bar exam”. Obtuvo 50.3% al pasar el examen de prueba del MBE, el doble de lo que puede obtener cualquier estudiante que lo pasa casi adivinándolo. Con ese porcentaje aprobó los módulos de Torts (responsabilidad civil) y Evidence (procedimiento).

GPT (Generative Pre-trained Transformer) se introdujo en el lenguaje jurídico aprovechando el NLP (Neural Language Program) que revolucionó el aprendizaje automatizado de los lenguajes complejos como el nuestro, aplicando las modalidades del LLM (Logic Learning Machine) que generan una arquitectura idiomática especializada. Continuó acumulando los datos del bar exam en los distintos campos del derecho, combinando información legal en medicina, contabilidad, ingeniería entre otras ciencias. Incorporó a su base de datos el estándar de preparación del bar exam que elabora el NCBE (National Conference of Bar Examiners), organismo federal que distribuye el examen a las distintas jurisdicciones, y que se enfoca en verificar la capacidad de entendimiento de la teoría jurídica del candidato natural.

Prompt engineering para aprobar. Es un proceso común de la IA, en el cual se incorpora una descripción de la tarea a cumplir como una pregunta a responder para hacer razonar el NLP. Con el prompt engineering se le ordena a GPT elegir una sola respuesta de la opción múltiple, agregándole la posibilidad de dar una explicación, de determinar las dos mejores opciones para elegir una, elegir esas dos opciones, dar una explicación para cada una y luego elegir la más probable. Consecuentemente se lo programa para crear un ranking de posibilidades entre todas las respuestas de una pregunta y ranquear solo tres respuestas en orden de preferencia de exactitud.

Refinamiento por repetición. ¿Cambiaremos años de formación y de especialización, además de una fortuna invertida en administrar nuestra practica profesional por una experiencia jurídica ordenada tan solo por la reiteración? Depurando todo este proceso artificial ajustado por la repetición de los resultados, la IA nos extraerá finalmente aquellos secretos más íntimos, los más preciados y bien guardados de nuestra abogacía, adquiridos con arte, sabiduría y hasta con picardía, para tornarlos públicos y una “open source” para los demás. Tal vez, nuestra experiencia profesional será para beneficencia, quedará absorbida como una estadística más dentro un archivo en el algorítmico engranaje de estos procesos artificiales que coordinan y calculan todas las posibles necesidades de respuesta para cada cliente.

Finalmente, los servicios legales serán transformados en productos y consumidos por gestión jurídica o a destajo, como “unbundled legal services” según lo reconoce un informe de la American Bar Association publicado en setiembre del año pasado.

Chatbots y productos legales envasados. Los chatbots son programas diseñados para estimular conversaciones entre usuarios humanos que existen desde los años 50. A partir del 2020, ChatGPT concibió nuevos chatbots para gerenciar lenguajes complejos como el jurídico, con 175 billones de parámetros que permiten redactar textos como los humanos, traducirlos, resumirlos y hasta responder preguntas. Puede asistir a los profesores de derecho escaneando rápidamente una enorme cantidad de datos, generar documentos legales como contratos, dictámenes, analizar fallos judiciales dando sugerencias y proveer información jurídica respondiendo preguntas de asesoramiento legal. De esta manera el chatbot abastece a sus usuarios con un abogado artificial básico y gratis. Solo después, el usuario pensará en contratar un abogado natural.

Este proceso derivará en un cambio en nuestra forma de abogar. Nuestros servicios se convertirán en productos jurídicos básicos ya envasados en el chatbot de la IA y los abogados naturales ofreceremos el preciado valor agregado de perfeccionarlos, moldearlos con nuestra expertise. Esa misma expertise que a su vez, será también absorbida posteriormente por el GPT.

¿Envase, garantía o licencia de abogado? Todos quieren diseñarlos y consumirlos. Son productos jurídicos de IA simples, encantadores y conflictivos, pero aun sin licencia ni certificación. Un conflicto entre los colegios de abogacía y la IA crece ilimitadamente, combinando el esfuerzo por colegiar a la IA, incubar softwares con ella dentro de los centros de innovación para la abogacía que nuestras instituciones han creado en los últimos años. Y las grandes firmas también invierten en ellos, como los bancos lo hacen para dominar el Fintech, esperando que la contraprestación de la IA les permita reducir sus costos y generar productos jurídicos de toda clase.  Una arista de ese conflicto contrasta los intereses de las grandes firmas que buscan atender grandes clientes, mientras que la IA legal apunta directamente a la descentralización de la abogacía.

Los abogados individuales (denominados solo practitioners), que son mayoría en el mercado norteamericano, ya están acostumbrados con los servicios a destajo, unbundled, tradicionalmente ya conocidos como una abogacía “de casos” más que “de clientes”. Esa abogacía de casos se desarrolla para ofrecer productos jurídicos simples, pero muy necesarios para el consumo universal.

Identificar oportunidades y crear productos jurídicos sin garantía. La IA nos provee con información puntual pero progresivamente detallada y ordenada. Los productos legales de ChatGPT son gratis, “open source” protegidos con un “waiver” de que no representan asesoramiento jurídico. Pero para el usuario de IA sí lo son. Y su fácil acceso a ellos constituye la clave para resolver su necesidad de servicio legal rápidamente sin costo alguno. El “waiver” ofrece productos sin certificar que el usuario acepta, sin necesidad de consultar un abogado licenciado. Genera un privilegio ético para la IA porque no requiere de licencia para practicar la abogacía. Para nuestra ética profesional colegiada y universal, el concepto de práctica de la abogacía comienza con la asistencia legal de una persona, se torne o no posteriormente un cliente. El problema conceptual es que quién asiste, es un matriculado sometido voluntariamente a esa ética y no una máquina.

La disrupción intelectual por la licencia. Vamos a librar una batalla intelectual contra arboles de decisión, clasificadores, regresiones logísticas, máquinas de vector y métodos de ensemble por nombrar apenas algunos algoritmos que definen el consumo de productos jurídicos, para tratar de despistarlos mostrando a nuestros clientes que todavía valemos o agregamos servicio como abogados naturales. Ofreceremos ab initio que nuestro trabajo cuenta con la garantía de un licenciado. Durante esta perdurable batalla, también tejeremos alianzas con la IA. Trataremos de mejorar esos productos con nuestro sello profesional respaldado éticamente en la licencia de abogados.  Y así llegamos a responder nuestra primera pregunta de si todo nuestro esfuerzo de capacitación ha valido la pena.

De la competencia intelectual con la IA se deducirán nuevas reglas éticas del derecho que tal vez recompongan la convivencia entre la abogacía natural y la artificial. Ya no enfrentamos quijotescamente a los formularios de contratos, sino a formulas básicas de asesoramiento que progresan a medida que las alimentamos o se alimentan solas con respuestas jurídicas.

Por el momento, la abogacía artificial se privilegia con la disrupción de la ética legal, presionando desde la desregulación tecnológica-profesional. Mientras, los abogados humanos tenemos que prestar cuentas de nuestra práctica a nuestros respectivos colegios o asociaciones de la clase y además tendremos que idear estos nuevos productos jurídicos para competir.

Esta disrupción es sencilla de entender: la IA no tiene interés en licenciarse y asistirá legalmente sin matricula hasta que se la impongan. Compite contra las exigencias de licenciamiento para demostrar que ya no es necesario matricularse de abogado. No se interesa por ganar más clientes sino por tener más usuarios. Solo compite con nosotros al transformar nuestros servicios en productos sin garantía.

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