Cuando terminamos los estudios universitarios, acumulamos sensaciones de distinto tipo: Alivio (¡Por fin!, ¡lo he conseguido!); tristeza, por la maravillosa etapa que dejamos atrás; desilusión, por la situación del mercado laboral actual, y sobre todo, nos sentimos perdidos: Y ahora, ¿qué hago?
Es cierto que muchos tienen muy claro a qué se quieren dedicar, pero también podemos encontrarnos incluidos en el grupo mayoritario, entre los que me incluyo, que tienen dudas sobre su futuro. Sin embargo, también puede ocurrir que aun perteneciendo al primer grupo, aparezcan con el tiempo tanto dudas como decepciones, por encontrarte con algo que no era lo que te esperabas.
Ante las importantes consecuencias que acarrea esta situación, en el post de hoy vamos a hablar de la importancia que tiene realizar un período de formación, en nuestro caso, en un despacho de abogados.
Los que no estudian derecho tienen la convicción de que estudiamos abogacía, y obviamente, están muy equivocados. No nos enseñan a ser abogados, sino como bien dice el título de la licenciatura (o ahora, grado), derecho, es decir, nos enseñan a ser juristas. Por eso cuando entramos en el mundo laboral, nos asustamos porque creemos que no tenemos ni idea de cómo desenvolvernos en el campo de la realidad del derecho. Si esto te ocurre, tranquilízate. No pasa nada: No tenemos ni idea. No es lo mismo estudiar la teoría, que aplicarla en la práctica.
Si bien es cierto que en los estudios universitarios (al menos en la Universidad en la que yo estudié) se nos obliga a realizar unas prácticas obligatorias, no todo el mundo quiere en ese momento, o puede, realizarlas en un despacho.
Sin embargo, es bueno realizar un período de formación por varias razones: Para aprender, adquirir soltura y descubrir si verdaderamente nos encontramos ante algo que nos gusta.
El despacho LEÓNOLARTE ABOGADOS me brindó la oportunidad en marzo de este año de comenzar con su período de formación. De duración semestral, cada mes había sido dividido por materias a estudiar. Como os imaginaréis, he pasado por casi todos los ámbitos: Civil, administrativo, laboral, mercantil, penal, incluso el deontológico; y he realizado infinidad de tareas, que paso a detallar:
- Análisis de expedientes y redación de escritos relacionados con los casos tratados, que sirve para tener más claros los conceptos, familiarizarnos con la terminología y entender cuáles son los pasos que hay que dar, en función de la rama en la que nos encontremos.
- Reuniones con los clientes: Cómo recibirlos, cómo resolver las consultas, cúal es la mejor forma para tratar el tema de los honorarios, así como conocer los diferentes tipos de clientes con los que podemos encontrarnos.
- Salida al exterior: Acudir a Notarías, Registros, Juzgados u otras entidades para presentar y recoger documentos, consultar aspectos o realizar otras gestiones para investigar y avanzar en la resolución de los asuntos encomendados.
- Asistencia a juicios, para entender cómo se desarrollan, aprender cuál debe ser la manera de intervenir en el foro, percatarnos de la actitud de los jueces, así como ir conociéndolos para el futuro.
- Cursos formativos y trabajos de investigación, puesto que la profesión del abogado requiere de una formación continuada. En mi caso, una de las funciones que me han encomendado, es la de enviar semanalmente una newsletter interna a todos los miembros del despacho, informando de la actualidad jurídica.
En consecuencia, recomiendo que se realicen prácticas en un despacho de abogados, tanto a aquellos que lo tienen muy claro, como a los que no, porque puede haber sorpresas. Es cierto que no en todos los despachos el período de formación se presenta de la misma manera, pero de cualquier forma, será de utilidad para afrontar, con ayuda de alguien experto, las situaciones a las que nos tendremos que enfentar en el futuro.
Además, confirmaremos la vocación que decíamos tener o, quién sabe… ¡aparecerá!, pues soy de la opinión de que la vocación solo se adquiere con el conocimiento del objeto de la misma. Y para ilustrar dicha idea, concluyo con esta afirmación de Torré:
"No puede sentirse inclinación por algo que no se conoce; (…) para tener una vocación auténtica, es necesario (…) tener una idea aproximada de esa ciencia y de la vida profesional respectiva".
Hasta la próxima.