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19/03/2024. 12:49:37

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Declaración Universal de Derechos Humanos

Profesor de Investigación del CSIC

¿Recuerdan Vds. aquella canción infantil que se cantaba en las excursiones del colegio en autobús?: “Ahora que estamos solos (bis) vamos a contar mentiras tra-la-rá (bis) vamos a contar mentiras. Por el mar corren las liebres (bis) por el monte las sardinas tra-la-rá (bis), por el monte las sardinas … y les dejo que sigan Vds. rejuveneciéndose. En paralelo veamos las mentiras de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Es verdad lo que dice el art. 1: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Pero es mentira que ese deseo exista en quienes puede frustrar su realidad; por eso, siendo cierto que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos no es una realidad material; pero a los demócratas nos gusta oírlo; esa falsedad nos hace felices,

No es verdad lo que dice el art. 2: “No se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía”.

La sutil referencia al país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona arruina esa universalidad de los derechos de las personas por el hecho de serlo en el redil en el que fue nacida cada persona.

Tampoco es verdad lo que dice el art. 3: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”.

No se dice quién es responsable de proteger tales derechos si tu vida o tu libertad está en peligro en el redil en el que fuiste nacido y donde no están protegidos esos derechos.

En consecuencia, todo se queda en agua de borrajas.

Tampoco es verdad lo que dice el art. 4: “Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas”.

 Todos estamos marcados, como al ganado, con el hierro de nuestro pasaporte. Fue legal durante siglos hacer con las personas lo que los abigeos hacían con el ganado. En el S. XIX se generalizó la prohibición de una esclavitud que, con varios nombres “legales” aún existe. “La justicia de los capos” prohibe “comprar personas”; son honrados y rechazan el  ganado de otro redil, reconociendo así que somos siervos del patrón del redil.

Tampoco es verdad lo que dice el art. 5: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes

No son las torturas, penas y tratos degradantes de Abbu-Graib o Guantánamo. Menos violentos existen en nuestros CIS. El art. 5 es un brindis al sol que ¡hace bonito! Aun en algunas comisarías, y digo  aun con malicia, porque Vd. no está libre de esos malos tratos. Vd. y yo podemos dar con nuestros huesos en una comisaría y recibir el maltrato que reciben los secuestrados, ¡todo dentro de la ley! Los demócratas respetamos la ley mordaza.

Pedí al Jefe de una comisaría poder verificar si mi cliente, encerrado en su comisaría, me engañaba o no respecto a las condiciones de insalubridad y tortura que sufrió por la noche: apagar y encender las luces y hacer ruidos para despertar a los reclusos. Se negó y me remitió a sus superiores. Pedí autorización y, espero que no le sorprenda, me la negaron legalmente aplicando el silencio administrativo.  Los demócratas respetamos la ley aunque esa legalización de la grosería social habitual del Ministerio de Justicia y de tantos otros. La denegación de la visita fue en la puerta de la Comisaria  que ni me dejaron entrar para pedirla. Cuando el Jefe se fue, los guardias que estaban en la puerta, buenas personas, me dijeron en confianza; “su cliente no le ha engañado”; luego uno de ellos añadió: “de todas formas la comisaria en la que estuve destinado en Sevilla era peor.”

Es MEDIA verdad – es decir, también es falso –   lo que dice el art. 6: “Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica”.

Personalidad jurídica significa reconocernos como ganado del redil del amo y soberano dueño de nuestros derechos Y nos vuelven al redil para que pueda seguir abusando. Alternativamente – ¡si somos afortunados! – si no nos devuelvan al redil cabe la opción de ser secuestrados en un campo de internamiento para inmigrantes – llamarle de acogida es un cinismo insoportable.

Inmigrante es una palabra que odio; yo uso la de peregrinos; ese era el nombre los extranjeros en el imperio romano donde había un pretor protector de sus derechos, libres de entrar en sus dominios. En el caso de los hispanoamericanos, saharauis, guineanos, filipinos y demás residentes en las islas del pacífico están cumpliendo, con demora de siglos, la cortesía de devolvernos la visita que les hicimos,

Frente al salvo-conducto medieval que identificaba al extranjero con derecho a ser tratado con la calidad que tenía en su propio país, el pasaporte fue un nefasto invento, al parecer de Federico Guillermo I de Prusia, para evitar la migración del campo y poder cruzar la puerta de la ciudad, aun dentro de su propio país. Huían del bajo nivel de vida en el campo de cuyos bienes vivía la ciudad Eso pasa ahora con los peregrinos que no se ahogan en el mediterráneo; queremos sus productos para vivir mejor, pero les negamos ese derecho.

La libre deambulación era un derecho consuetudinario que era legal: Las fuentes del ordenamiento jurídico español son la ley, la costumbre y los principios generales del derecho” (art. 1.1CC). Pero el derecho positivo ha convertido en ilegal tras siglos de costumbre consuetudinaria. Los demócratas respetamos las leyes. Recuerda la anécdota de aquel explorador que perdido por África llega a una aldea y ve a su entrada un ahorcado y exclama “¡al fin he regresado a la civilización!

Tampoco es verdad lo que dice el art. 7:: “Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación”.

Todos y su protección es sólo según la ley, sea abusiva o no, que rige en cada redil. Todos se refiere a todos salvo los que – de acuerdo con la enmienda a la constitución de Orwell – son más iguales. Una prohibición es un brindis al sol si no lleva aparejada la sanción que puede imponer una dete4rminada autoridad; un derecho es un brindis a la galaxia si no se identifica ante quien cabe reclamar “esa protección de ese derecho” como es el caso. Y aun habiendo una promesa de tutela judicial EFECTIVA (art. 24.1 CE78), y no una tutela judicial INEFECTIVA como la que con frecuencia intolerable ofrecen los tribunales.

Y es MEDIA verdad – es decir, también es falso – lo que dice el art. 8:Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley”.

El problema es que los tribunales nacionales competentes son los únicos que nos juzgan conforme sus leyes, las leyes del redil al que no queremos pertenecer. Naciones Unidas saben que ese art. 8 no se respeta en ese redil y ese derecho ¿UNIVERSAL? sólo se puede proteger desde fuera del redil.  Con cinismo doloso piden la jofaina y, como Pilatos, se lavan las manos porque sus leyes les exige lavarse las manos. Los demócratas respetamos nuestras leyes; concusión: de recurso efectivo NADA.

Es MEDIA verdad – es decir, también es falso –  lo que dice el art. 9: “Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado”.

Aquí el “TOCÓ MUCHO” UNIVERSAL es una sutileza gramatical; desterrar es expulsarte de tu redil y es bueno que se prohíba respetando la libertad del individuo; pero si estás en una tierra y sus autoridades te destierran de ella, dicen que te expulsan pero esa expulsión también atropella la libertad del individuo. Acaso esa libertad no merece también respeto. Los demócratas somos sutiles respetando la ley hasta el fraude de ley (art. 6.4 CC).  El TC demostró qué sutil es  al decir que violar el art 14CE78 no tiene interés constitucional.

Es MEDIA verdad – es decir, también es falso – lo que dice el art. 10:Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal.”

 Respecto a la primera mitad de esta afirmación se puede admitir como cierto que algún tribunal independiente e imparcial les oye públicamente. Pero, a la hora de determinar sus derechos y obligaciones no aplica lo que parece que dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos sino las mentiras que realmente dice.

No seguimos analizando el texto; es triste descubrir cuantas mentiras contiene. Vivir en la verdad es algo irreal si se quiere ser feliz; el mundo es una mentira, “una ilusión una sombra, una ficción que todo el bien es pequeño y que la vida es un suelo y los suelos, sueños son”. Engañémonos viviendo la ilusión de que la justicia esta al servicio de la ética con estas dos citas tan actuales:

La primera, de Steinbeck, describe en “Las uvas de la ira” el peregrinaje que quiso prohibir Federico Guillermo de Prusia: “Y entonces los desposeídos fueron empujados hacia el oeste (…). Carretadas, caravanas, sin hogar y hambrientos, veinte mil, cincuenta mil y doscientos mil (…). Corriendo a encontrar algún trabajo para hacer – levantar, empujar, tirar, recoger, cortar – cualquier cosa, cualquier carga con tal de comer. Los críos tienen hambre. No tenemos dónde vivir. Como hormigas corriendo en busca de trabajo y, sobre todo, de tierra (…)”. Eso son los actuales peregrinos, fuera de su redil.

La segunda cita es el último verso del poema de Emma Lazarus que está en el pedestal de la Estatua de la Libertad regalada por Francia a los Estados Unidos: “Dame tu pobre, tu agotado, / Tus innumerables masas que aspiran a vivir libres, / El rechazo de tus orillas superpobladas, / Envíalos a mí, los desheredados, que la tormenta los traiga de vuelta. Estoy poniendo mi luz sobre la puerta de oro!

¡Hermoso sería de ser cierto!, aun si la puerta fuera no ya de plata sino de cobre.

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