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04/10/2024. 20:48:20
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Había una vez…

Profesor Universitario
Especialista en técnicas de litigación oral

O “erase una vez” es una expresión sumamente utilizada para iniciar un cuento, es decir, son las palabras inaugurales de una fábula, una historia o una narración. Fue acuñada por vez primera en 1694, por el francés Charles Perrault en una obra titulada “Les souhaits ridicules” (Los deseos ridículos). En esa ocasión, estas palabras se ubicaron en el verso 21 de dicho texto. Posteriormente, en el libro “Peau d’âne” (Piel de asno), Perrault la esgrimió al inicio del cuento. Es de hacer notar que Charles Perrault fue el autor de Caperucita Roja, El Gato con Botas, La bella durmiente, Pulgarcito, Barba Azul, La Cenicienta, entre otros.

Esta frase empezó a usarse entre los distintos autores de la época como una especie de llave mágica que abría la puerta para introducir al lector en un pasado bastante antiguo y a veces no tan exacto en el tiempo.  

Con esta formula se desarrolla la creatividad y se activan las habilidades en el uso del lenguaje. El narrador se encuentra frente a una maravillosa oportunidad de estimular la imaginación por medio de su interpretación al momento de narrar la historia. Esta manera de contar algo que presuntamente ha ocurrido en el pasado, fomenta el escuchar con atención, facilita la comunicación, así como que activa y desarrolla la memoria.

Para narrar el cuento, se debe elegir el lugar y el momento adecuado, es decir, deben estar dadas las condiciones para que el cuento cause el efecto deseado. La historia que se narre debe tratarse en lo posible de que sea corta e ilustrada, esto para que llame la atención del oyente, pero, además, para que estimule la imaginación de este último. La narración debe ser pausada, sin prisa; dándole el tiempo debido en cada intervención a cada uno de los personajes que aparecen en la trama, sobre todo para que se sepa sin lugar a dudas cuando está interviniendo el narrador o uno de los personajes.

El emisor debe disfrutar tanto el momento como el receptor, para ello, debe interpretar el cuento, no leer el mismo. La interpretación incluye la voz, los gestos, la entonación, la utilización de los signos de exclamación e interrogación, la pausa que será el punto, la coma, el punto y coma. Debe permitirse que el oyente interactúe con el cuento y así sea participe en la historia, en la fábula.

La narración debe tener además una breve introducción o exposición (acá se encaja el tiempo, el lugar, los personajes, y se presenta el conflicto central); una acción ascendente (se describen los hechos que crean suspenso e interés); el climax (es el punto de mayor intensidad de la narración); la acción descendente (en este espacio se atan algunos cabos sueltos que hubieren quedado atrás) y el desenlace (que es en donde el conflicto queda solucionado).     

Terence MacCarthy, un connotado abogado norteamericano el cual acuñó el término interrogatorio cruzado, -sistema que por más de 20 años ha estado enseñando el National Public Defense College (Colegio Nacional de la Defensa Pública). Método que ya estaría usando igualmente en sus capacitaciones el NITA (Instituto Nacional para la Defensa en Juicio). Todos con sede en los Estados Unidos de Norteamerica- señaló: “Cada gran abogado litigante que he conocido ha sido un consumado cuentero. Muchos buenos abogados litigantes han desarrollado en los últimos años la opinión de que ser un abogado litigante implica contar una historia.”

Y vaya que tiene razón MacCarthy, pues al acudir a las salas de audiencias, el litigante va a narrar un hecho que presuntamente ocurrió en el pasado. Y no solo lo narrará él, igualmente buscará que el hecho que describe sea contado por los testigos que decida llevar a juicio, e incluso, relatarán parte de la historia aquellos deponentes que hubiere decidido llevar su contraparte al debate oral.

El abogado litigante debe y tiene que ser un excelente narrador de los hechos que estará presentando ante el juzgador. No es igual escribir para los jueces, que hablarles a ellos. Al hablar, al alegar, al argumentar; el litigante debe tratar de convencer, de persuadir, de introducir en la mente del juzgador aquello que pretende demostrar.

Al narrar, el litigante deberá expresar emociones, esto es, tendrá que interpretar el alegato dejando ver la alegría, el asco, la ira, el miedo, la tristeza o la sorpresa, que son las emociones primarias. En idéntico sentido, debe hacer uso de metáforas y a estas debe darle la emoción adecuada. Este togado debe buscar de mantener expectante al tribunal, para ello deberá ser muy descriptivo al exponer los detalles del caso que adelanta. Debe, en la medida de sus posibilidades causar una sorpresa, pues ello hará que el juzgador esté atento por si viene alguna otra cosa que pueda dejar ver los hechos desde otra perspectiva.  

El tono y la velocidad de la voz, serán determinantes para contar una historia cautivante.

Así las cosas, cada vez que te vayas a presentar en la sala de audiencias y debas interpretar un alegato, deberás pensar de manera interna al iniciar el mismo “había una vez…”

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