Soy un convencido de que la sociedad civil hace bien en estar muy despierta y ser especialmente exigente en su actitud hacia los poderes públicos. Como parte muy importante de ella, la Abogacía no debería nunca renunciar a erigirse en actor que desempeña un papel de vital importancia en un sistema democrático como el nuestro, por salvaguardar los derechos y proteger las libertades fundamentales de los ciudadanos.
En este ánimo, y llegando a la edición número 15, la Junta de Gobierno del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid creó desde el inicio de la actual legislatura el Foro Justicia-ICAM. Con la participación de figuras del máximo relieve del mundo del Derecho, pero también de la política y el mundo empresarial, hemos buscado instituir a nuestra corporación en escaparate desde el que, escuchando diagnósticos plurales sobre la situación general en España, la voz de la Abogacía se está elevando y su papel está trascendiendo, en muchos aspectos, a lo que representa el ejercicio primario del sagrado derecho de defensa.
Un momento decisivo
Estamos en un momento decisivo para llevar a cabo una transformación que a todos nos ilusione y aglutine, y nos potencie en nuestra misión. En la era de la información, una institución de referencia para la sociedad civil española como el ICAM no puede vivir de espaldas a lo que ocurre: precisamente por eso trabajamos cada día para posicionarla, para que su liderazgo sea visible por todos los compañeros y compañeras.
Nuestro fin no sólo es el de mirar con más profundidad nuestras inquietudes gremiales, sino al mismo tiempo observar las del conjunto de la población a la que servimos en una función tan insustituible y noble. Es lo que pensamos quienes tenemos una concepción inconformista, proactiva y ambiciosa de este maravilloso oficio.
A través del fomento de tribunas como la mencionada o de otros espacios, como Aula de Debate, muy vinculado a nuestro Centro de Estudios y desde el que se analizan con rigor cada mes las cuestiones de la más rabiosa actualidad, estamos creando escaparates colegiales que tienen el valor de hacernos ver lo mucho que podemos conseguir juntos: trabajando la excelencia, afianzando nuestro orgullo de pertenencia, vigorizando los valores que nos identifican.
La Abogacía madrileña es una auténtica potencia en términos de generación de riqueza, de empleo, de producción intelectual, investigadora, educativa… de creación de opinión. Como abogado, no creo que debamos permitir que los políticos o los jueces, como vemos quizá en demasiadas ocasiones, sean los que nos solucionen -y muchas veces no los solucionan sino que los crean- nuestros problemas. Al contrario: pienso que la función de la Abogacía resulta de vital importancia no sólo para dar aliento a la democracia, sino para introducir nuevas demandas sociales, para vigilar la aplicación efectiva de derechos ya reconocidos.
Un voz potente y respetada
Es por ello que hemos de poner nuestro empeño en ser una voz potente, respetada por los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Hemos de tener una capacidad de acción directa en la producción legislativa, velando por la calidad y procedencia de las normas, pues pocas profesiones como la nuestra están tan en contacto con las necesidades y preocupaciones de los ciudadanos. Hemos de revelarnos frente al abuso, cuando este se produzca. Hemos de actuar como un termómetro determinante del buen funcionamiento de la Administración de Justicia, denunciando y ayudando a corregir disfunciones.
Los abogados podemos ser útiles y beneficiosos, y de hecho lo somos, en la producción de capital social. Creo rotundamente en nuestra capacidad de influencia sobre el centro del sistema político y judicial. Y en que de esta manera quede mejor protegido el interés general. Es una responsabilidad grande, pero tengo institucionalmente una confianza plena en que no sólo estamos por la labor de llevarla a cabo, sino que también la sacaremos adelante, día a día, con el mayor de los éxitos.
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