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La Constitución a examen: 9.-El fraude de las palabras

A. J. Vázquez Vaamonde

Profesor de Investigación del CSIC

A. J. Vázquez Vaamonde

Una estafa tiene un montaje teatral y una verborrea para aturdir a la víctima qué, aunque no entienda todo acepta el galimatías ininteligible, las acepta víctima de la vergüenza del tímido. Así pasó con las preferentes, subordinadas; más grave fue que el TS y el TC declararan nulas de pleno derecho las cláusulas suelo, pero negándole su valor ex tunc intrínseco. ¡Aún quedaban magistrados en Estrasburgo!, y el TJUE enderezó lo torcido.

Una sociedad tan compleja exige al ciudadano tener confianza. Una falta de educación política premeditada, propia de las dictaduras, lo convierte en indefenso y, lo que es más grave, en inerme porque no se atreve a nada. Considera el abuso tan natural como la lluvia, aunque incomode. De ahí la pasividad con que soporta el abuso de la compañía eléctrica, de seguros o de telefonía pese a sufrir su abuso. Todos son iguales, se piensa, así se justifica la pereza y se soporta la estafa. Es falso. Algunos son claramente peores que otros.

Hay una estéril discusión bizantina sobre quien tiene la propiedad de la Constitución: el poder ejecutivo; el Jefe del Estado, votado o no; el Tribunal Constitucional. Dicen los matemáticos, un problema mal plantado no tiene solución. La Constitución, si el estado es democrático, es propiedad del ciudadano, que es el único soberano; si no lo es del dictador de turno o de sus intermediarios. El legislativo es su administrador; el Constitucional controla que no se salten sus límites; el Jefe del Estado sólo es su soberano en las dictaduras.

La cuestión que no se plantea es la incongruencia interna que tienen las constituciones no democráticas. Para que no se note se crea un montaje terminológico al estilo "1984" de Orwell con el jugueteo gramático-constitucional de los cerdos de su "Rebelión en la Granja".

El artículo 1.2CE78 afirma que "La soberanía reside en el pueblo español de donde emanan todos los poderes del Estado"; es un error; reside en cada ciudadano, se le reconozca o no; pero el poder del Jefe del Estado emana de la decisión del General Franco: inventó el r reino con un simulacro de referéndum en 1946; se nombró regente vitalicio dándose derecho a elegir su heredero nombrándole rey y lo hizo en 1969; y lo dejó todo "atado y bien atado".

La CE78 se votó bajo el ruido de los sables que acabaran con la democracia en España. Se estaba dispuesto a apoyar "lo que fuera" para acabar con el régimen vigente. El engaño fue que aprobamos su continuidad "cambiemos todo para que todo siga igual". La CE78 fue el fruto de la ley para la reforma política aprobada por los miembros de la "democracia orgánica fascista". El poder de Juan Carlos emanó de Franco; la CE78 no lo nombró; ya lo estaba.

Ni él ni, ni su hijo fueron jamás votados por nadie. Lo confesó Adolfo Suárez cuando reconoció que de haber organizado un referéndum, como distintos Jefes del Estado le pedían, hubiera ganado la República ¡aún sin partidos legalizados que la pudieran defender!

Obsérvese que aún si se rechazara la CE78, el heredero de Franco seguiría siendo rey de la dictadura heredada, pero manteniendo las leyes anteriores. Cuando en un referendum votes lo que votes "algo" permanece, ese "algo" no se ha votado; ha sido impuesto.

Esta realidad jurídica es objetiva e incontrovertible. Pero el Tribunal Constitucional nunca reconocerá esa realidad. Subyace la realidad jurídica y política que se quiere ocultar de que la CE78 fue hecha para lavarle la cara al régimen. Se creó con la votación de la CE78 el engaño de una elección que rompía con el régimen dictatorial precedente. Se repitió una y otra vez que el heredero de Franco era la Transición a la democracia para ocultar que era la transición de la dictadura militar fascista a la dictadura monárquica fascista, porque él la creó.

Juan Carlos siempre reivindicó, con razón, que respetó su juramente de cumplir y hacer cumplir las leyes de la dictadura militar fascista. La CE78 fue la última consecuencia de la ley fascista de la reforma. La mayor parte de la gente se crea que eligió al rey; no es consciente de que esto es una dictadura monárquica; crea que es una democracia. Por si acaso se lo repiten todos los días. Eso no ocurre en Francia, Italia o Alemania. Ellos saben que lo son.

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