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26/04/2024. 00:46:05

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La depresión en abogados: un riesgo oculto del ejercicio de la abogacía

Psicólogo General Sanitario

La abogacía como profesión de riesgo para el bienestar psicológico.

De sobra es conocido por los/las lectores/as que la abogacía es un oficio que implica la gestión constante de elevados niveles de estrés tanto a nivel laboral como personal. Dichas exigencias se derivan a su vez de los siguientes factores, los cuales mencionaremos brevemente: el delicado trasfondo humano que subyace bajo el conflicto jurídico en el que el abogado interviene[i]; el riesgo de verse afectado por ser testigo directo e indirecto de las situaciones dramáticas que puedan comunicarle sus clientes; la asunción de una elevada responsabilidad al aceptar un caso, independientemente de su naturaleza y el contexto laboral especialmente intrincado en el que se desenvuelve el profesional, caracterizado por la dinámica victoria-derrota, horarios y jornadas excesivas, la dependencia de normas y procedimientos y por soportar una prolongada demora en la resolución de los casos.[ii]

Todo lo expuesto previamente contribuye a generar un entorno de alto riesgo para el bienestar físico y psicológico de los abogados el cual, por extensión, atenta sobre la calidad de su desempeño en el foro. Partiendo de dicho contexto, podemos deducir que un porcentaje significativo de juristas padecen o eventualmente llegarán a padecer de un desgaste constante tanto a nivel profesional como personal.[iii] Este impacto sobre el bienestar psicológico, en caso de no ser atendido correctamente, puede terminar por desembocar en trastornos de salud mental tales como la ansiedad, la depresión, el síndrome de “estar quemado”, el consumo de sustancias o el trauma vicario, también conocido como desgaste por empatía o fatiga por compasión. Cabe destacar que dichos riesgos para la salud mental de los abogados se hallan ampliamente revisados por la literatura científica.[v][vi][vii]

Considerando la relevancia de atender a nuestra salud mental con el fin de disfrutar nuestras vidas saludablemente y, en consecuencia, poder ofrecer un mejor servicio a la sociedad con nuestro trabajo, hoy nos centraremos en el riesgo de desarrollar un trastorno depresivo mayor vinculado al ejercicio de la abogacía. Describiremos en qué consiste y cómo opera partiendo de un ejemplo propio de la profesión, a la vez que explicaremos cómo nos podría ayudar un profesional de la salud mental en caso de sospechar que sufrimos de depresión.

¿Qué es la depresión?

La depresión se trata de un trastorno psicológico con un impacto significativo sobre la calidad de vida de la persona que lo padece, afectando a su pensamiento, emociones y conducta. Implica cambios sustanciales en el modo en que la persona percibe e interpreta las situaciones que experimenta, provocando graves incidencias sobre su estilo de vida y sobre los vínculos que ésta mantiene con su entorno familiar, laboral y social. [viii]

Los abogados que sufran de este trastorno no se encuentran solos en su padecimiento: según el informe de Fundamed (2021), cerca de tres millones de personas han sido diagnosticadas de un trastorno depresivo mayor en España, constituyéndose como el trastorno psicológico con mayor prevalencia del país. Asimismo, el suicidio ya es una cuestión de salud pública pues por cada persona que fallece de suicidio, 10 personas cometen una tentativa. Por otro lado, por cada intento habría 14 personas que se encuentran pensando en llevarlo a cabo.[ix] Podemos concluir por tanto que la depresión no sólo supone un riesgo para el bienestar psicológico y el desempeño laboral, constituye a su vez un peligro potencial para la integridad física de la persona deprimida.

Coloquialmente se emplea el término depresión para hacer referencia a un estado semejante a la melancolía o tristeza pasajeras. No obstante, desde el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM5) se establecen una serie de criterios que deben cumplirse para considerarse que una persona pueda ser diagnosticada con depresión.

Los síntomas pueden ser los siguientes: estado de ánimo deprimido; sufrir de una disminución importante del interés o el placer por todas o casi todas las actividades (anhedonia); pérdida importante de peso sin hacer dieta o aumento de peso; insomnio o hipersomnia; agitación o retraso psicomotor; fatiga o pérdida de energía (anergia); sentimiento de inutilidad o culpabilidad excesiva o inapropiada; disminución de la capacidad para pensar, concentrarse o para tomar decisiones y, finalmente, pensamientos de muerte recurrentes (no sólo miedo a morir), ideas suicidas recurrentes sin un plan determinado, intento de suicidio o un plan específico para llevarlo a cabo.[x]

Cabe aclarar que cinco (o más) de los síntomas mencionados deben haber estado presentes durante el mismo período de dos semanas como mínimo y representan un cambio del funcionamiento previo. Asimismo, al menos uno de los síntomas debe ser el estado de ánimo deprimido o la pérdida de interés o de placer (anhedonia).[xi]

¿Cómo opera la depresión?

Con la finalidad de describir mejor los mecanismos de funcionamiento de la depresión, tomaremos como punto de partida la situación de un hipotético compañero que lleva varios meses pasando por una “mala racha”: hay clientes que no pagan sus honorarios a tiempo, lo cual dificulta mantener los gastos del despacho; esta situación crispa los nervios de los compañeros, generándose tensiones en la oficina; la jornada de trabajo ha resultado excesiva, dificultando la conciliación de la vida familiar y laboral y provocando conflictos en casa; debido al exceso de trabajo siente que, más que ofrecer un buen servicio, se encuentra “apagando fuegos” como puede, al no poder dedicarle el tiempo necesario a la correcta preparación de los casos; la proporción de proyectos laborales que no salen adelante está siendo superior a la de aquellos que se resuelven con éxito… Todo ello le ha ido generando un impacto continuado sobre su bienestar emocional que termina por rebasar cuando sucede lo siguiente: le notifican que se ha perdido un caso (justo aquél en el que se esforzó con más ahínco) y, por añadidura, su cliente le comunica su disgusto y decepción al respecto.

Todos los ejemplos mencionados resultan ser eventos desencadenantes, es decir, hechos objetivos que provocan la generación de pensamientos que a su vez provocan en el organismo emociones, sensaciones y conductas. En el caso de los episodios depresivos, los pensamientos adquieren un rol esencial pues se encuentran preñados de distorsiones cognitivas de carácter negativo y limitante que imposibilitan percibir la realidad claramente, a la par que suelen experimentarse como certezas irrefutables, provocando en consecuencia emociones y sensaciones que la persona deprimida no logra reconocer ni gestionar adecuadamente.[xii]

Siguiendo con el ejemplo inicial, tras todo el malestar acumulado hasta la fecha y ante dichos últimos acontecimientos, el abogado podría presentar estos pensamientos: “Soy un fracasado”, “No valgo para esto”, “Debería dedicarme a otra cosa”. Producto de éstos, es posible que sienta emociones como desesperanza, abatimiento, derrota e incapacidad, duda, temor, vivencia de que nada importa… Asimismo, en su cuerpo podría experimentar sensaciones tales como agotamiento, fatiga, visión en túnel, disminución del apetito, dificultades de concentración… En consecuencia,  es  probable que nuestro compañero termine por actuar de un modo que impida un afrontamiento efectivo de la situación y que no logre más que afianzar dichos pensamientos: rechazar casos similares, dejar de comer, recurrir a sustancias para lidiar con el malestar, aislarse, no salir de la cama, etc.[xiii]

Todo ello genera un bucle que se repetirá al enfrentar otros eventos estresantes derivados del ejercicio de la abogacía, incrementando así la percepción de incapacidad ante los retos laborales y provocando un impacto progresivo sobre su autoestima, confianza y autoconcepto como profesional.[xiv]

¿Cómo podría ayudarnos un profesional de la salud mental?

En el caso de que lo expuesto previamente resuene en alguna medida con nuestra situación actual, es posible que nos planteemos la necesidad de acudir a un psicólogo general sanitario o clínico que nos ayude a salir adelante. No obstante, es posible que tengamos dudas al respecto al desconocer cómo podría atendernos dicho profesional.

El abordaje de la depresión dependerá en gran medida de la orientación terapéutica del psicólogo en cuestión. No obstante, desde la perspectiva cognitivo-conductual el profesional desarrollará una intervención encaminada a lograr los siguientes objetivos: que el paciente sea capaz de regular su estado anímico valiéndose de técnicas cognitivas y conductuales aprendidas en psicoterapia; modificar las conductas y los pensamientos subyacentes a dichas conductas que mantienen la depresión; potenciar la percepción de control, la autoeficacia personal y la autoestima y prevenir el impacto de la depresión en la vida cotidiana.[xv] Cabe destacar que dicho tratamiento requiere tanto de una colaboración entre profesionales de la salud (médicos, psiquiatras, psicólogos, etc.) como del apoyo social ofrecido por los vínculos familiares y sociales del paciente.[xvi]

Al encontrarnos sumergidos en un episodio depresivo producto de la acumulación de situaciones difíciles propias de la abogacía, es de esperar que nos sintamos desesperanzados ante cualquier posibilidad de cambio. No obstante, está científicamente demostrado que, con una asistencia psicológica acorde a las necesidades del paciente, una red de apoyo social fuerte y la implicación de la persona deprimida con el tratamiento, superar la depresión es posible.

Referencias:


[i] F. León, O. (2022). La salud del abogado en constante debate: presentación del libro “El abogado adicto”. https://oscarleon.es/la-salud-del-abogado-en-constante-debate-presentacion-del-libro-el-abogado-adicto/

[ii] F. León, O. (2022). Abogacía y salud mental, todos implicados. https://oscarleon.es/abogacia-y-salud-mental-todos-implicados/

[iii] F. León, O. (2022). Abogacía y salud mental, todos implicados. https://oscarleon.es/abogacia-y-salud-mental-todos-implicados/

[iv] Krill, P. R., Johnson, R., y Albert, L. (2016). The prevalence of substance use and other mental health concerns among American attorneys. 

[v] News Focus (3 de mayo de 2018). The secret terror. https://iberianlawyer.com/the-secret-terror/

[vi] Instituto de la Salud Mental de la Abogacía (2019). Estudio sobre la salud y el bienestar de la abogacía española. https://estudiosaludabogacia.lefebvre.es/pdf/estudio-salud-bienestar-abogacia.pdf

[vii] P. Levin, A. y Greisberg, S. (2003). Vicarious trauma in Attorneys.

[viii] Campo Psi Recursos (2020). Cuadernillo de trabajo para la depresión.

[ix] Fundación Fundamed (2021). Depresión y suicidio en Urgencias y Emergencias hospitalarias. Un análisis multidisciplinar para optimizar el abordaje de estos pacientes sin descuidar la salud mental de los profesionales. https://www.fundacionfundamed.org/doc/GrupodeTrabajo-Depresion-suicidio-urgencias-2021.pdf

[x] Asociación Americana de Psiquiatría (2014). DSM-5: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.

[xi] Asociación Americana de Psiquiatría (2014). DSM-5: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.

[xii] Campo Psi Recursos (2020). Cuadernillo de trabajo para la depresión.

[xiii] Campo Psi Recursos (2020). Cuadernillo de trabajo para la depresión.

[xiv] Campo Psi Recursos (2020). Cuadernillo de trabajo para la depresión.

[xv] Academia Apir (2017). Manual de Psicología Clínica (Tomo I).

[xvi] Campo Psi Recursos (2020). Cuadernillo de trabajo para la depresión.

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