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24/04/2024. 22:34:59

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La magia del Derecho

Rafael Domingo
colaborador de Legal Today

El autor defiende la excelencia de la educación jurídica que capacita a los abogados para ocupar puestos de alta responsabilidad en una sociedad tecnológica y compleja como la nuestra del siglo XXI.

Algo tiene el derecho. Algo tiene que permite que, en esta época de las tecnologías y los números, de la economía y la globalización, nuestra democracia sea gobernada principalmente por juristas. Y ese algo es la prudencia. Por eso, me apena que la palabra derecho esté ganado terreno a la más genuina de jurisprudencia.

El Derecho es, ante todo y sobre todo, eso, la prudencia para lo justo. Y la prudencia, en esta sociedad del riesgo en la que estamos inmersos, es más necesaria que nunca. De ahí que el derecho sea un buen contrapeso para la técnica, pues tiene mucho de arte, de ars iuris.

Los abogados, querámoslo o no, estamos formados para gobernar, porque hemos sido educados para tomar decisiones firmes y contundentes ante cuestiones que no siempre comparten esta naturaleza constante. Somos los amantes perpetuos del gris en sus diversas tonalidades, y sobresalimos por ello. En esta sociedad poco -o nada- es blanco o negro por completo. La prudencia del Derecho educa en la flexibilidad en el diálogo, en la mediación. Te hace cauteloso y sensible a la libertad de los demás. Exquisitos en el trato.

Los abogados confiamos en la palabra, en las personas. Más que en la técnica. Y esto nos hace no superiores -en modo alguno lo somos-, pero sí necesarios. Muy necesarios. Es más, me atrevería a decir que estamos transitando de una era de primacía de la ley, esto es, del legislador, a una época en la que ha de imperar lo jurídico. No es de extrañar, pues, que tantos juristas ocupen puestos de responsabilidad en la sociedad ni que cuatro de los  cinco presidentes de la democracia hayan sido juristas.

Dejemos para otro día nuestros puntos flacos. Tenemos muchos, por supuesto. Hoy, en este instante, alcanzada esta cumbre de responsabilidad y prestigio, reflexionemos sobre el inmenso poder que la ciudadanía ha puesto en nuestras manos. Es una espada de doble filo, ¡qué duda cabe! Pero también es un océano de posibilidades, un universo por explorar. Un extenso pergamino en el que nunca nos cansaremos  de escribir una sola palabra: libertad.

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