El autor reflexiona sobre el nuevo estilo del jurista global con ocasión de la entrega del Premio "Jóvenes Juristas"
Los abogados globales del siglo XXI tienen que revolucionar un mundo jurídico profundamente convulso por una retahíla de terremotos sociales que redefinen la faz de la tierra. Las relaciones económicas, los nuevos modelos de producción, la explosión de la informática y el imperio de los medios de comunicación son variables ineludibles que el profesional del derecho ha de tener en cuenta ante el nuevo orden mundial.
Existe, lamentablemente, un provincianismo jurídico que responde a la lógica de épocas pasadas. Es excluyente, autárquico y profundamente regresivo. Esta patología del derecho se aferra a una visión cortoplacista de la ciencia jurídica y emplea para ello, como argumentos defensivos, los rancios tópicos de escuelas desfasadas y de dudosa rectitud académica. Contra este tumor del corpus jurídico han de rebelarse, con audacia, los jóvenes abogados de esta nueva generación.
El jurista, hombre práctico donde los haya, no puede ignorar una nueva realidad que lo interpela. Para ello, es imprescindible que el abogado global aúne al sentido común -tan denostado por el ethos posmoderno- un conocimiento cabal tanto del civil law y como del common law, los dos grandes sistemas jurídicos del mundo. Más aún, los jóvenes abogados de nuestro tiempo no pueden ignorar las nociones básicas de aquellos sistemas que están llamados a ejercer una influencia notable en el futuro de las relaciones globales: el derecho japonés, el derecho islámico, el derecho chino, el derecho indio. Hay, como es obvio, mucho por hacer en este campo.
El abogado del futuro, que ya es presente, tiene que hablar y escribir perfectamente en castellano y en inglés. Ha de ser un experto en las modernas técnicas de la negociación, en la retórica, en la dialéctica y en la gramática. Además, en el legal management y en los rudimentos de la ciencia económica. Ha de ser capaz de ejercer la profesión en cualquier rincón del mundo, bajo sistemas jurídicos diversos cuyos principios, merced al fenómeno de la globalización, tienden a aproximarse. Debemos por tanto forjar una nueva generación de juristas cultos, de abogados renacentistas, críticos, pioneros, alejados de la neovulgarización rampante del derecho y capaces de defender una causa en cualquier tribunal del orbe.
Por ello, un premio como "Jóvenes Juristas", que hoy se entrega, dirigido a estimular un nuevo modelo de pensar el derecho, es, sin duda, encomiable. El Derecho somos todos. Y las nuevas generaciones encarnan de manera particular los sueños y el legado de todos los que hemos ejercido la profesión de Papiniano. Un siglo nuevo ha de contemplar las gestas de los juristas globales que encarnarán la vanguardia de la humanidad. Hoy más que nunca, urge oponerse al terror del desgobierno y a la cosificación de la persona. Sólo el Derecho encauzará los yerros, señalando, como antes, como siempre, el derrotero seguro de la paz y la solidaridad.