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29/03/2024. 07:29:44

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Procesos de aniquilación

Doctor en Economía, Sociólogo, Miembro de Economistas Frente a la Crisis.
Autor del libro: “Ciudadano y Gasto Público” Editorial Aranzadi 5ª edición

José Molina

Cada uno puede hacer mucho y todos juntos podremos hacer historia, para que no vuelvan a instaurarse como garrapatas en la vida política, aquellos que mienten y además los imputan.

Decía el escritor Flores d'Arcais que las mentiras políticas caminan al mismo ritmo que aniquilamos la verdad y la democracia. Las libertades públicas y las mentiras políticas circulan de forma inversamente proporcional, son un indicador de la calidad de una democracia y del grado de tolerancia con los políticos que mienten.

La verdad es de vital importancia para una cultura pública decente, nos dice el profesor Lynch. Cuando se acepta la mentira del político quedamos atrapados a su voluntad y en esa trampa perdemos la libertad y se destruye la democracia. De ahí la importancia de que se actúe con contundencia contra el que miente en política. En el mundo anglosajón existe la figura del ‘impeachment', que permite el procesamiento de altos cargos públicos. Impeachment, significa literalmente bochorno y en su origen consistía en  el procesamiento por el  derroche en caudales públicos. En democracia nadie puede representar a los ciudadanos ni administrar lo que es de todos, si es una persona cuya indignidad nos abochorna. Tampoco puede defenderse con la impunidad del cargo y si, además, es presuntamente corrupto, se acentúa la gravedad del proceso. La mentira, la mala gestión, se paga en política y su precio es la puerta de salida.

En otros ordenamientos políticos democráticos existe la revocación, un procedimiento de saneamiento que elimina a quienes incumplen anticipando elecciones. Y eso no es vivir en la inestabilidad. Se vive en la inestabilidad cuando se coexiste, abochornado, con gobernantes que no nos merecen respeto porque son indignos del cargo que ostentan. En España, la revocación está en manos de los partidos políticos, mediante mociones de censura de los propios grupos para sustituir a su "indigno jefe de fila", más para eso hace falta una militancia bien armada  y consciente de que es más importante la democracia que el reparto de poder en el interior del grupo político.

Los ciudadanos ya estamos al límite de soportar engaños. No aguantamos ni más recortes (aunque sean encubiertos) ni más mentiras ni más deudas que cubren las ineficiencias de los que nos gobiernan. Por eso queremos auditar las cuentas, las deudas, las estructuras de organización, las concesiones, los contratos, los nombramientos y las relaciones del poder político con el poder económico. Queremos las cuentas bien claras. Porque la ciudadanía es respetuosa con sus instituciones, pero el respeto no hay que confundirlo con tontuna. Y muchas partidas presupuestarias y decisiones de gasto son auténticas ruedas de molino en las cuentas públicas. Ante este panorama surge la pregunta de si es posible trazar algunas líneas en la regeneración de la vida pública, cuya respuesta es más democracia. Si no hay más democracia no saldremos del túnel de la actual degeneración política.

Las nuevas energías son una esperanza que nos debe conducir a un nuevo horizonte con una representación más abierta, en donde la ciudadanía se sienta como un elemento activo y no mero invitado a una mesa, donde paga su cubierto y aplaude sin posibilidad de crítica. No es momento de adhesiones sino de pedir y rendir cuentas. Porque de la democracia representativa hemos pasado a la democracia formal, una democracia falsa, la ‘posdemocracia' que nos describía Colin Crouch con su habitual clarividencia, en donde quienes  nos engañan, se engañan a sí mismos componiendo la estupidez de hacer trampas en el solitario juego de administrar lo público.

Ahora tenemos que pasar de la democracia espectáculo a la democracia real, porque ya no queremos ser súbditos de un sistema sino soberanos de nuestro destino y, desde ese orgullo ciudadano, tendremos mejor convivencia, más unión, menos separatismos, más eficiencia y mucha más transparencia. Pienso que hay que escapar del sentimiento de impotencia. Cada uno puede hacer mucho y todos juntos podremos hacer historia, para que nunca vuelvan a instaurarse como garrapatas en la vida política, aquellos que mienten y además los imputan. Tú, lector, con tu participación, puedes decidir que esta sociedad recupere su decencia.

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