Un caso de bestialismo acaecido recientemente, sirve como punto de apoyo para reflexionar sobre la violencia ejercida sobre seres más débiles (niños, ancianos, mujeres) y para observar el tratamiento penal que se da en nuestro sistema jurídico al maltrato animal.
Entraron por la noche, rompiendo
el portón de la entrada, se dirigieron a la más joven, que, en un sólo y lento
instante, les dirigió una mirada somnolienta, llena de temor. No tuvo tiempo de
reaccionar. La inmovilizaron atando sus extremidades con un alambre, abusaron
sexualmente de ella repetidas veces, le introdujeron frutas en el conducto
anal, la torturaron hasta matarla; el cráneo quedó aplastado en medio de un
charco sanguinolento.
Desaparecieron. Aún no han sido apresados. No hubo testigos de lo sucedido. Este es el relato, breve y conciso, de un acto de crueldad y barbarie. La víctima, una perrita de cinco años, llamada Regina, que estaba esperando ser recogida por sus adoptantes. El lugar, un refugio de animales en Carcaixent, Valencia, cuyos empleados no podían dar crédito a lo que descubrieron al abrir las instalaciones una mañana, de hace unos pocos días de este pasado mes de junio.
La sensación de náusea que produce el relato de los hechos se agranda con sólo considerar la indefensión, la inocencia y el dolor del pobre animal objeto de los abusos. Porque el bestialismo, que es el nombre técnico de los actos sexuales de humanos con animales, no es un chiste de cuartel.
Es un acto grave de maltrato animal y en muchos países recibe una condena penal específica. En otros se subsume, dentro
del delito de maltrato animal, que, por ejemplo, nuestro Código Penal recoge en
el artículo 337. No hay, sin embargo, jurisprudencia al respecto. No se
denuncia, más que en muy raras ocasiones, a los autores de dichos actos.
Las consideraciones que vienen a la mente son múltiples. Entre ellas lo que
pueda esperarse de quien comete un acto como el descrito. Los actos violentos
no son manifestaciones encapsuladas, que se mantengan dentro de unos límites
controlados de conducta. Muy al contrario, está
científicamente estudiado que la violencia contra los animales funciona como un
indicio de violencia contra seres más débiles, como son los niños, los
ancianos, las mujeres. La violencia tiene fuerza expansiva. Lo mismo que, en el
extremo opuesto, la sensibilidad y la compasión hacia los más débiles.
No se puede permanecer indiferente.