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19/04/2024. 23:37:18

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Seis consejos para conservar la calma

Hace unos meses escribí una columna sobre el estrés que nos genera el entorno en el que danzan las togas. La COVID-19 estaba en lo que creíamos su punto álgido y la incertidumbre venía a agitar aún más la batidora neuronal que de por sí activan los juzgados, los clientes, los malos jefes… Y con estos últimos me refiero a nosotros mismos, que nos lanzamos a acumular jornadas interminables en pos de este presentismo al que tanto valor seguimos dando, a pesar de que llega un momento en el que se invierte la curva de la productividad y empezamos a cometer errores.

El problema es que han pasado dos estaciones, estamos en otoño y la cosa sigue igual de complicada. Las medidas legislativas para paliar sus efectos se suceden a través de Reales Decretos-ley, como –por citar alguno– el 26/2020 sobre reactivación en sectores del transporte y vivienda o el 23/2020 en materias de energía y otros ámbitos, amén de docenas de normas de diferente rango. Pero este amparo no impide que la incertidumbre siga creciendo como esos monstruos de cómic japonés que aplastan edificios a su paso. Por ello, dado que en su día ya hablamos de los efectos y regulación jurídica del estrés laboral, hoy me atrevo a dar un paso adelante proponer una vía para prevenirlo o, si ya no hay tiempo, para lidiar con él y mantener la calma en este escenario convulso. Al fin y al cabo, el caos que realmente nos destruye es el interior, aprovechando que el exterior nos ha dejado tocados; y no podemos dejar que eso ocurra.

Sistemas de gestión de la incertidumbre

Hablando con una terapeuta especialista en enfermos terminales, me reveló que sería muy favorable para la gestión de los despachos –o cualquier otro negocio– el aplicar de forma transversal los sistemas de gestión de la incertidumbre que ellos manejan en el hospital. En el umbral de la muerte, los enfermos buscan controlarlo todo para no dejar cuentas pendientes, y se ven indefensos porque se trata del momento en el que menos cosas pueden controlar. El no saber existencial hace que cuestionen todo lo demás. Se preguntan qué habrán hecho mal para que les haya tocado a ellos, si aparecerá una cura antes de que llegue el día fatídico, si estarán recibiendo el tratamiento adecuado, si podrán valerse por sí mismos cuando el mal apriete, si podrán morir dignamente… Y qué harán las personas que dependen de ellos cuando falten.

Si nuestro despacho profesional se encuentra en una situación difícil por las circunstancias, en lugar de intentar relajarnos para pensar con claridad, inundamos nuestra mente de idénticas preocupaciones obsesivas: por qué las circunstancias me azotan a mí más que a otros, si surgirá alguna vía de recuperación antes de que me vea obligado a tomar medidas drásticas o incluso a echar el cierre, si me estarán asesorando adecuadamente en aquellos temas que no controlo, si podré mantener mi estatus… Y, en el mismo plano superior que preocupa a los enfermos: qué ocurrirá con las familias que dependen de mi ejercicio, empezando por la mía propia.

El estrés que nos genera la actual coyuntura puede empujarnos a tomar decisiones erróneas, así como el enfermo infectado de incertidumbre por la proximidad de la muerte dificulta aún más su posible curación. Por ello –decía mi amiga terapeuta– no dejéis de aplicar las recomendaciones de una médico referente en el tema, la doctora Mishel, para recuperar la calma:

1.- Recuperar la sensación de control a través de la resolución de pequeños problemas cuya gestión sigue estando a nuestro alcance.

2.- No buscar información que se ajuste a lo que queremos oír, como hace el enfermo que se mete obsesivamente en internet para que alguien le diga que sus síntomas no son tan graves y termina perdiendo todo rigor y toda referencia.

3.- Practicar la terapia narrativa, reformulando la historia que nos contamos a nosotros mismos a fin de saltar del pesimismo y el drama a la esperanza y la resiliencia.

4.-No dejar que nos aplaste la losa del tiempo. Cuando la incertidumbre nos infecta y perdemos la calma, el tiempo comienza a pasar lentísimo, convirtiéndose en un depósito que nunca se termina de llenar de pensamientos negativos. No anticipemos fases de la crisis que aún no han llegado y busquemos nuestra utilidad en las circunstancias actuales.

5.- Valorar desde la gratitudlos pequeños avances que se vayan produciendo, en lugar de sufrir desde la frustración todo aquello que aún nos queda por resolver.

6.- Fomentar desde la humildad la confianzaen aquellos compañeros y colaboradores que tenemos a nuestro lado —al igual que los enfermos han de hacer con médicos y familiares—, entregándonos a esas relaciones interpersonales que nos ayudan a superar los escollos.

A este último respecto, hemos de encontrar el valor necesario para pedir ayuda, dado que el ejercicio de la abogacía (al igual que cualquier otra aventura vital o empresarial, y aunque no lo parezca) es un deporte de equipo en el que hemos de permitirnos expresar nuestra vulnerabilidad sin temor a ser juzgados. Que, para juicios, ya nos vienen dados suficientes con el cargo.

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