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29/03/2024. 08:18:37

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Ser o no ser… Abogado

Magistrado. Doctor en Derecho

Javier Fuertes

Esa parece ser la cuestión. Ser o no ser Abogado interno. El asunto ya no trata de si eres o no eres Abogado. Lo que importa es tu relación con el cliente. Si el cliente es del Abogado (uno más, uno entre varios) o si, en realidad, el Abogado pertenece al cliente, por estar integrado en su estructura u organización.

De ello, a fin de cuentas, se nos dice, dependerá que exista, que pueda existir, o no, el secreto profesional del Abogado.

El TJUE (Sentencia de 14 de septiembre de 2010) ha confirmado la decisión, en su día adoptada por la Comisión, que denegaba la solicitud de protección de los documentos controvertidos (en este caso dos correos electrónicos entre el Director General de la Empresa y un Abogado) en virtud de la confidencialidad de las comunicaciones entre abogados y clientes. Y considera que no quedan protegidos por la confidencialidad de las comunicaciones entre Abogado y cliente por tratarse de un Abogado que, en el momento de producirse los hechos, pertenecía a los servicios jurídicos de la empresa y, en consecuencia, estaba empleado de forma permanente en dicha empresa.

Porque lo importante ya no es la profesión, el ser Abogado. Lo que en realidad importa es la relación con el cliente. Ahora es el qué. Qué tipo de relación existe entre aconsejador y aconsejado. Cuidado. Lo próximo puede ser el cuánto. A cuánto ascienda la factura por los servicios prestados. Después de mucho pensarlo propongo 3.000 €, o mejor, 30.000 €. Por debajo de esa cifra no creo que haya asunto que merezca la pena ser confidencial o secreto. El que quiera que guardemos sus secretos que lo pague bien pagado…

Resulta sorprendente, un poco al menos, que ya no podamos hablar del secreto profesional que debe de guardar el Abogado. La confidencialidad como un concepto único, como valor, ha dejado de existir, dado que los Abogados externos tienen un deber de secreto profesional que ya no coincide con el de los Abogados internos de la empresa.

La conclusión es sencilla. Si un empresario quiere mantener sus secretos a buen recaudo lo que tiene que hacer es ponerlos en manos de un Abogado externo. Compartirlos con un Abogado interno, con tu Abogado de confianza, resulta que es como contarle tus secretos al viento: no te quejes de que después se los cuente a los árboles.

Tu Abogado interno que viva en la ignorancia. A partir de ahora  tus problemas y secretos para el Abogado externo.

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