Avanza mes tras mes la legislatura que iniciamos en el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid con el objetivo claro, por parte de la Junta de Gobierno, de obtener un superior reconocimiento, prestigio y protección de la profesión, por considerarla clave en el mapa de la sociedad civil y en la arquitectura del Estado de Derecho. Y es el momento no sólo de ponderar los objetivos conseguidos sino de, por elevación, reflexionar sobre lo que cada compañero y cada compañera nos están, día a día, transmitiendo.
Es verdad que el colegiado tiene un estilo de vida acelerado, con una alta dedicación laboral y con una fuerte sensación de estar sometido continuamente a la exigencia de la formación y la actualización de conocimientos. Y aún así, desarrolla una actitud crítica (no en el sentido poco constructivo sino en el edificante) de lo que su Colegio puede y debe hacer por él.
La realidad hay que mirarla de frente. Y no pocos colegas se muestran inquietos por la devaluación de su imagen y la falta de proyección de su rol social. Hay incluso un cierto sentimiento de falta de protección en el ejercicio que cotidianamente desempeñan. Aún más: nos han trasladado que no les gusta una Corporación que perciben como ciertamente impersonal, o distante, o con la que resulta complicada la identificación y el poder desarrollar un ‘orgullo de pertenencia'.
Es por ello que cada medida que semana a semana estamos planificando e implementando, por encima de su innegociable utilidad, busca rellenar todas esas lagunas, cerrar todas esas grietas. Trabajamos para que no cuaje la impresión de una Institución burocratizada y fría. Trabajamos para estimular la participación y el asociacionismo desde la riqueza que aporta la pluralidad. Trabajamos para integrar las preocupaciones de los ‘abogados no ejercientes' y del comúnmente denominado ‘abogado de a pie'. Trabajamos para producir ininterrumpidamente interés y confianza, y para que el ICAM esté muy pegado a los principios y valores y funciones que se espera que proyecte. Es una misión y le estamos dando sentido.
Hemos despejado algunos nubarrones que parecían indespejables. Creemos más que nunca en la comunicación, en el acceso público a la información (siempre con sus debidos y legales límites), en la transparencia, en el buen gobierno. Es la única manera de presentarnos en público como lo que somos: un organismo activo, cohesionado, implicado en cada momento para influir y para conseguir lo que la Abogacía reclama y merece.
Más allá de discursos estratégicos y de planteamientos que aún puedan resultar colateralmente grandilocuentes, nuestro foco está en lo inmediato. Eso pasa por proporcionar un apoyo efectivo en las dudas y en las dificultades del día a día en el oficio: ahí jamás podemos fallar. Como tampoco en la promoción del conocimiento a través de una formación que accesible, o del traslado a cada compañero y compañera de cada novedad que -venga del órgano de la Administración que venga- condiciona y pueda llegar a alterar el normal y mejor desempeño de su tarea.
Nos esforzamos cada día en asistir a los abogados que avanzan en la ruta de la excelencia. Lo estamos haciendo desde una actitud humana, actual, accesible, moderna ágil. Y, por encima de cualquier consideración, teniendo muy presente el significado, los valores y las emociones de cada colegiado y colegiada, número a número, historia a historia.