Parece que President Mr. Trump aunque todavía no haya ejecutado de manera oficial ninguna medida de índole fiscal tras jurar su cargo como presidente el pasado mes, ha dado el pistoletazo de salida para que en términos suyos, las cámaras comiencen cuanto antes, los trámites legislativos para una reforma fiscal que ha de ser “espectacular”.
No esperamos menos del presidente y de su equipo de gobierno-todavía en construcción-, pues todo indica que durante el primer tramo de mandato, quiere ejecutar –le dejen las cámaras y poderes judiciales o no- todas esas medidas de “choque”-llamémoslas así- que prometió en campaña electoral bajo el leitmotiv “America First”, y entre las que como prioridad, se encontraba la de realizar una amplia reforma fiscal.
Bueno, se ha hablado mucho sobre el tema durante estos meses, y todos a estas alturas conocemos ya los propósitos que el presidente ha dejado entre ver en campaña, que no son otros -y en línea con su "Buy American, Hire American"-, que proteger a la industria estadounidense mediante aplicación de aranceles-y construcción de muros incluidos- a sus vecinos más cercanos, una reducción contundente -como no se había visto en años en el país- de los tipos impositivos de las compañías y personas físicas, así como la renovación radical del actual Código Tributario. Todo ello con la loable finalidad, de activar el consumo interno, aumentar la productividad, potenciar la subida de salarios y la creación y mantenimiento de empleo, disuadir a la deslocalización de las empresas y atraer la inversión extranjera en el país. Ahí es nada, ¿Pero esto será así, o se quedará en simples buenos propósitos?
Está claro que para lograr tales objetivos, si tenemos en cuenta el actual Código Tributario, a menos que se aplique una novedosa fórmula, todo lo anterior puede ser una quimera. Aunque dicha fórmula por el momento no está del todo definida, – porque ya es por todos de sobra conocido que Trump se inclina por aplicar una bajada de tipos impositivos más drástica que la que podrían proponer los Republicanos de la Cámara, aunque ambos en contra posición a eso aumentarían la base impositiva vía eliminación de deducciones- todo apunta a que dicha fórmula va a tener como base la propuesta de reforma fiscal lanzada el pasado junio por el presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan -sí el que mismo que viste y calza y tiene en Stand by nuestro CDI- y el presidente del Comité de Recursos, Kevin Brady, ya que a pesar de las conocidas divergencias, en muchos aspectos, está alineada con la nueva política económica que quiere implantar la Administración Trump.
¿En qué consiste la reforma de los Republicanos en la Cámara?
La reforma de los Republicanos en la Cámara consiste básicamente en implantar un sistema fiscal basado en los siguientes mecanismos:
Tributación de las personas físicas
- Disminución del tipo marginal del Impuesto sobre la renta de las personas físicas del 39,5% al 33%.
- Exención del 50% de los rendimientos de capital mobiliario (dividendos, intereses, ganancias de capital)
- Eliminación del Impuesto alternativo.
Tributación de las compañías
- Determinación de la tributación sobre la base del flujo de caja. En otras palabras, las empresas podrían deducir el coste de las inversiones y otros gastos sólo en el año que se incurren, dejando atrás el principio de amortización fiscal según la vida útil de los activos.
- Tributación sólo sobre el ingreso financiero neto.
- Cambio a un sistema de tributación territorial -vs renta mundial-eximiendo de tributación a los ingresos de fuente extranjera que procedan de rentas activas.
- La medida estrella: implantación de border tax adjustments en donde la tributación se determina en base al lugar en donde ocurre el consumo de los bienes y los servicios que se prestan y no en función de la fuente del ingreso. Es decir, este impuesto fronterizo ajustable eximiría de tributación a los ingresos generados por las exportaciones de bienes y servicios, mientras que las importaciones quedarían gravadas mediante la no deducibilidad del coste de importación.
¿Qué opinan las empresas de EE.UU. frente al plan fiscal de Trump?
Como no llueve siempre al gusto de todos, Trump ya ha empezado a tener que lidiar con divisiones y fracturas dentro del mundo empresarial estadounidense. Si bien es cierto que las firmas estadounidenses llevan años presionando al legislador para que arreglen un código tributario que parece obsoleto, y que lleva claramente a restar competitividad a nivel internacional a las empresas estadounidenses, por alcanzar un tipo medio estatal, regional y local del 38,9% frente al 24,6% del tipo medio de los países de la OCDE, nunca han llegado a buen puerto algunos intentos de reforma fiscal sustancial, porque paradójicamente de forma automática, aquella parte de la industria a la que tal cambio no le beneficiaba, acababa por ejercer un lobby feroz y hacer abandonar al legislador cualquier idea de reforma.
Las reacciones sobre la sola idea de implantar el border tax adjustament no se han hecho esperar, y ya se ha producido una clara división en EE.UU. entre las empresas exportadoras a favor del nuevo plan fiscal lideradas por Boeing, GE y Dow Chemical, y las grandes empresas de distribución (importadoras) lideradas por Walmart. Está claro que para éstas últimas la implantación del citado impuesto, generará un impacto negativo, ya sea porque dejarán de generar menos beneficios a causa de la subida de costes -difícilmente repercutibles al consumidor si este último no incrementa su poder adquisitivo, cosa difícil en el caso de Walmart o Target principales importadores en EE.UU. ya que quien consume en sus tiendas es gente de pocos recursos económicos que no serían receptivos a un incremento de precios-, o porque incrementará su tributación -y serán los que "paguen la fiesta" de los exportadores- pues éstos últimos pagarían pocos o ningún impuesto y además obtendrían beneficios fiscales a través de pérdidas operativas netas-. Economistas favorables al nuevo plan determinan que los efectos del border tax adjustament, se compensarían con ajustes de precios y revalorización del US dólar. Pero si todo eso no se acompaña con una subida de los salarios, los consumidores al final perderán poder adquisitivo y no consumirán.
La subida de la bolsa de EE.UU. tras las elecciones fue en gran parte motivada por la esperanza de la bajada de los tipos impositivos. Pero las perspectivas se han visto ensombrecidas por la polémica desatada en torno al border tax adjustment. Tras dicha amenaza, ¿habrá finalmente una nueva reforma fiscal? Lo sabremos después del verano.
La opinión expresada en este artículo es exclusiva de su autor.