
El Reino Unido, a través de su ministerio de finanzas (HM Treasury) y con anterioridad al día del referéndum, ya cuantificaba el impacto inmediato que la salida de Unión Europea supondría para la economía Británica. En el mismo sentido, lo hacía la OECD y los principales periódicos financieros del país. La conclusión era la misma: una reducción significativa de su Producto Interior Bruto y la eventual subida de impuestos para hacer frente a dicha reducción.
No obstante, en las dos semanas posteriores al referéndum se han producido varias circunstancias que han variado la opinión anterior (i) el eventual traslado de sedes de dirección de empresas británicas a otros países de la Unión Europea o congelación del plan de inversiones (por ejemplo, Vodafone, Siemens y Visa) (ii) la City (sector financiero y bancario) sondea el mercado para establecerse en otras jurisdicciones ya que la pérdida de su pasaporte comunitario imposibilitaría ciertas actividades fuera un país no miembro de la UE (iii) los países del entorno británico ya pelean por la pole position para acoger a estos sectores (Francia y España) y (iv) compañías americanas con filiales en el Reino han activado sus planes de contingencia con el fin de analizar si procede trasladar su sede o parte de sus negocios a otros países con pasaporte comunitario o reducir su plan de inversiones y, sobre todo, lidiar con la incertidumbre durante los dos próximos años hasta que la salida de la UE se haga efectiva. China y Japón han hecho lo propio.
Reacción del Reino Unido
Mientras el gobierno británico se recompone y nombra a sus nuevos ministros para negociar la salida efectiva, el ya exministro de hacienda británico Osborne sorprendió a muchos con la intención contraria a la mantenida días antes del referéndum: reducir al 15% el impuesto sobre sociedades para el año 2020. Las anteriores circunstancias demuestran la preocupación de las islas y ofrecen un tipo impositivo muy tentador para evitar una estampida de capitales o promover la llegada de nuevos inversores.
Si bien es cierto que el compromiso del Reino Unido con la bajada de impuestos era anterior al Brexit (17% en el año 2020 en proceso de aprobación por el parlamento), ¿es una bajada de impuestos la solución a los problemas del Brexit?
Desde un punto de vista teórico y doctrinal, el "effective tax rate" que ofrece un país a terceros es una de las razones principales para atraer inversiones siempre y cuando existan estas otras condiciones: seguridad jurídica, estabilidad política, infraestructuras, personal cualificado y reciprocidad inversora. Por lo tanto, en términos generales, una bajada de impuestos incrementaría la inversión extranjera, algo que está detrás de los planes post brexit del Reino Unido. No obstante, en plena globalización económica, no es sensato iniciar una cruzada a favor de la bajada de impuestos cuando ésta supone una amenaza para tus socios comerciales.
Desde un punto de vista de los futuros ex socios comunitarios, Alemania y Francia, las principales economías de la zona euro, ya han manifestado su desacuerdo con esta bajada de impuestos (a día de hoy, el tipo sociedades de UK en 2020 supondría aproximadamente la mitad del tipo alemán y francés) con las mismas condiciones favorables de inversiones arriba mencionadas. Primer problema para UK.
Desde el punto de vista de la OECD, una reducción de impuestos así no convierte necesariamente al Reino Unido en un paraíso fiscal. No obstante, para de verdad atraer inversiones duraderas, la opción de las islas pasaría por ofrecer ciertas ventajas fiscales adicionales al tipo impositivo como incentivos adicionales o "tax rulings" individuales. En cualquier caso, no es razonable pensar que estas medidas puedan implementarse mientras UK fuera parte de la Unión Europea por considerarse ayuda de estado o por infringir las normas relativas al "unfair tax competition" entre estados miembros. Cualquier medida debe esperar dos años. Segundo problema.
Desde un punto de vista británico, la bajada de impuestos tiene otros problemas adicionales a los dos anteriores: (iii) el Reino Unido ha sido la cara visible de escándalos tributarios de entidades americanas (Google, Facebook y Starbucks) que supuestamente no han hecho frente a su "fair share" en territorio inglés lo que ha supuesto un encendido debate en la calle sobre las facilidades tributarias a este tipo de empresas. Bajar más los impuestos a estas empresas puede que sea un coste político inasumible para el siguiente gobierno (iv) en este entorno de incertidumbre, no es probable que se atraigan inversiones por lo que una bajada de impuestos solo supondría un desajuste en los presupuestos públicos que debería compensarse con otras subidas de impuestos (v) sin el paraguas de la UE, una bajada impuestos muy agresiva puede conllevar respuestas igualmente agresivas por parte de la UE (tarifas arancelarias) (vi) economías más pequeñas como Irlanda, Singapur o Suiza tienen más margen de maniobra para ofrecer adicionales rebajas tributarias en esta competencia fiscal y (vii) incluso la opinión doctrinal de UK es contraria a una mayor reducción de impuestos.
Por todo lo anterior, esta no parece ser una guerra que UK pueda ganar. Lo que en un principio fue bueno (bajada del tipo desde el 28% en 2009 hasta el actual 20%) para atraer inversiones puede desandar el camino provocando medidas defensivas en sus socios comerciales. A tantos problemas no hay otras tantas soluciones. Al menos de momento.
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