Desde que empecé a desarrollar mi carrera profesional en el ámbito de la empresa he tenido la suerte de conocer a un gran número de profesionales que ocupan una posición semejante a la que desempeño actualmente, y de reencontrarme con viejos compañeros de profesión que también han recalado en el mundo de la asesoría interna. Los “títulos” y denominaciones de nuestra posición son de lo más variopintas pero, en la práctica, nuestra misión es idéntica: velar por el correcto y puntual cumplimiento de las obligaciones tributarias, tanto materiales como formales, de las empresas para las que trabajamos y, en la medida de lo posible, intentar reducir al máximo la factura fiscal dentro del marco legal.

Con la mayoría de ellos suelo coincidir en las múltiples conferencias, seminarios, convenciones y demás eventos que con tanto esmero y afán organizan tanto las firmas multinacionales de asesoramiento legal y fiscal como otro tipo de organizaciones privadas (¿les suenan las agencias internacionales de noticias que tienen librerías jurídicas por todo el mundo?….) y, casi siempre, los puntos que suscitan mayor interés y que generan mayor debate, entre ponentes y asistentes, suelen ser las novedades legales y tributarias que se avecinan, tanto dentro como fuera de nuestro país. Por no mencionar, nuevamente, los múltiples comentarios en torno al futuro de la fiscalidad internacional al socaire de BEPS…….
Y es precisamente en el curso de esas conversaciones cuando, a veces, tengo la sensación de que nos estamos enfocando demasiado en los nuevos conceptos y en los futuros pilares de la fiscalidad internacional en detrimento de algunos conceptos básicos y esenciales. Tan esenciales, como que el ahorro fiscal empieza por hacer frente a las ineficiencias y a las "goteras" de nuestros sistemas de gestión tributaria, aun cuando estas cuestiones puedan resultar "poco glamurosas".
Una planificación fiscal adecuada exige partir, en primer lugar, de un exhaustivo control del cumplimiento de todas las obligaciones fiscales pues, de no ser así, es muy probable que el ahorro que se consiga al reducir las cuotas a ingresar pueda verse mermado, por otro lado, por recargos, sanciones e intereses de demora.
La correcta y exhaustiva gestión tributaria que requiere la empresa actual y, en especial, la empresa multinacional exige contar tanto con personas técnicamente cualificadas y profesionalmente comprometidas, como con medios tecnológicos de reporte y control de obligaciones tributarias que sean consistentes y adecuados al tamaño de los grupos empresariales multinacionales.
En este sentido, al margen de las cuestiones de índole estrictamente técnica, los cafés durante las pausas de tantos seminarios y conferencias me han permitido atisbar (o, al menos, esa es mi sensación) un número nada desdeñable de empresas cuya presencia fuera de España cada día cobra más peso y relevancia y que, sin embargo, siguen "fiando su suerte" a estructuras de gestión tributaria un poco "arcaicas", ya sea por el número de profesionales dedicados a estos menesteres, o por los medios tecnológicos con que cuentan para realizar su labor.
Muy lejos de mi ánimo está el erigirme en voz de algunos compañeros de profesión, y ruego a quien lea este texto que no vea ninguna queja (velada o no) por mi parte, pues confieso que mi profesión (y el lugar donde la desempeño) me hace feliz, pero lo cierto es que una conversación tan recurrente como el plan BEPS y las novedades fiscales en las tertulias es la correspondiente al ingente volumen de trabajo que deben gestionar los departamentos internos de asesoría interna y de gestión tributaria de las empresas, los cuales no siempre cuentan con todos los recursos que serían deseables (ya sea humanos o materiales) para afrontar, con plenas garantías, el cabal cumplimiento de todas las obligaciones tributarias que atañen a las empresas en todas y cada una de las jurisdicciones en las que están presentes.
El volumen de obligaciones fiscales al que tiene que hacer frente una empresa, especialmente si opera en otros mercados, es ingente y va en aumento. Y, en este sentido, es necesario recordar que la presión fiscal ya no se ejerce exclusivamente sobre la composición de la base imponible, ni sobre el tipo efectivo de gravamen que soportan las empresas, sino también (y muy significativamente) sobre el volumen de información tan extenso que se debe proporcionar a las Administraciones Tributarias de todos los países en donde la empresa se encuentra presente.
Ahora bien, es justo reconocer que la mayoría de las empresas españolas que operan fuera de España han cobrado conciencia de la importancia capital que tiene una adecuada gestión tributaria, especialmente por lo que respecta a la responsabilidad corporativa y al impacto reputacional que tiene sobre la misma un adecuado nivel de cumplimiento con el orden jurídico – tributario. Y justo es reconocer que están actuando en consecuencia.
En mi opinión, las funciones esenciales que justifican la presencia de un departamento fiscal dentro de una empresa consisten, casi por este orden, en brindar al accionista el mayor grado de seguridad que sea posible en cuanto al cumplimiento de todas y cada una de las obligaciones tributarias que incumben a la empresa, minimizar los riesgos y el coste resultante de eventuales regularizaciones (y de las consecuentes sanciones, recargos e intereses de demora) y, en la medida de lo posible, optimizar el coste fiscal que corresponde a la empresa dentro de la legalidad y de la seguridad.
Y todas esas funciones, que en muchas ocasiones están más cercanas a la gestión tributaria que a la planificación fiscal, se tienen que cimentar sobre personas (cada día más cualificadas, actualizadas y comprometidas) y sobre medios tecnológicos que permitan llegar adonde nuestra humanidad no siempre nos permite llegar.
Dicho sea en otras palabras, creo que una adecuada planificación fiscal debe comenzar por garantizar, en la medida que ello sea posible, el buen cumplimiento de todas las obligaciones tributarias que atañen a la empresa multinacional, y en el mundo en el que vivimos esto sólo se puede conseguir a base de apostar por los recursos humanos y materiales adecuados para ello. Y es de celebrar que las empresas españolas estén apostando, cada día más fuerte, en este sentido.
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