
Recientemente, tras concluir un juicio antes de lo esperado, aproveché la ocasión para dirigirme a la sala de vistas de otro juzgado en el que celebraría en breve una audiencia previa. Dado que el juez era nuevo en la plaza, disponía de una oportunidad inmejorable para conocerlo, por lo que a la primera ocasión me introduje en sala, toga en mano, con el fin de no quitar ojo a SSª.
A medida que lo observaba, empecé a tomar notas sobre su intervención, en uno y otro sentido, si bien todo lo que apuntaba era positivo, pues su actuación fue, a mi juicio, en todo momento acertada. Al salir de la sala, decidí escribir un post destacando lo que a un abogado le gusta de un juez cuando asiste a un acto judicial como una audiencia previa, y no solo como oyente, sino que igualmente como interviniente, pues tengo muy claro que de haber estado también en estrados, hubiera concluido con la misma opinión.
Sintetizando, estás son las maneras del juez que llamaron positivamente mi atención:
1ª.- Demostró un conocimiento pormenorizado del asunto y sus cuestiones más complejas, lo que evidenciaba un concienzudo estudio previo del mismo.
2º.- La dirección del acto la llevó a la perfección, agotando todos y cada uno de los trámites procesales establecidos, demostrando nuevamente un exquisito conocimiento del desarrollo procesal del acto.
3º.- Mantuvo una actitud de atención plena y escucha activa durante la intervención de los letrados, desplegando un lenguaje (especialmente el no verbal) coherente aquella. No observé muestra alguna de desaprobación ni desagrado.
4º.- Supo decidir el momento oportuno para agilizar el desarrollo de las vistas, llamando la atención del abogado o de la parte que en sus intervenciones se separaron notoriamente de las cuestiones debatidas.
5º.- Al hilo de lo anterior, cuando se comunicaba con los letrados actuó con asertividad, de modo que bien fuera una inadmisión de prueba como la desestimación de un recurso, lo hacía no solo con la debida fundamentación, sino de una forma en la que los letrados se veían cómodos a pesar de la decisión tomada. Incluso se anticipaba y decía: ¿Consigna su protesta, verdad?
6º.- Toda comunicación con los letrados era de una amabilidad incuestionable, incluso en situaciones en los que había motivos para haber perdido los nervios. El clima de la sala era de cordialidad absoluta.
En definitiva, jerarquía, conocimiento, orden, paciencia y cordialidad en unidad de acto.
A la vista de lo anterior, creo que muchos letrados coincidirán conmigo en que estás son cualidades ideales para un juez (al menos en un acto de esta naturaleza). Ahora bien, no hemos de olvidar que a la hora de evaluar este tipo de situaciones nada es blanco o negro, pues aquí intervienen cuestiones muy variadas como la hora de celebración del juicio, o lo que es lo mismo, la carga de trabajo que lleve el juez a sus espaldas durante la jornada, la complejidad del asunto, el grado de colaboración de los propios letrados en el acto, los condicionantes personales del propio juez, etc…, circunstancias que pueden alterar el proceder de cualquier juez, que no olvidemos es un ser humano.
Por tanto, hablar de un juez ideal puede ser utópico, pues cada uno tiene su personalidad, carácter y estilo de hacer las cosas, y habrá unas facetas en las que uno destaque y otras en las que no, lo cual es absolutamente normal.
No obstante, a través de este post, y con el respaldo de muchos letrados, puedo afirmar que las conductas que tuve ocasión de constatar en aquel juez son las que los abogados deseamos que revistan las intervenciones de los jueces y magistrados, a sabiendas de que no es nada fácil y que incluso faltando algunos de estos detalles hay intervenciones muy sobresalientes.
En todo caso, creo que lo que observé en el juez, al igual que los letrados que participaron en la audiencia, me ayudó a mejorar como abogado, pues, como reza el título, buenos jueces contribuyen a hacer buenos abogados.
