Con este post comenzamos una serie de tres entregas que vamos a dedicar a la elaboración del informe oral o de conclusiones. En esta primera entrega, a modo de anticipo introductorio de los posteriores posts, nos centraremos en algunos aspectos generales de la preparación del mismo.
Siguiendo a ORTEGA CARMONA, toda preparación del discurso debe partir del respeto a tres principios fundamentales:
1º.- Tomarse el tiempo necesario para el buen trabajo y preparación de cada caso.
2º.- Trabajar de un modo sistemático.
3º.- Trabajar creativamente, eso sí, a costa de tiempo y esfuerzo.
Dicho esto, para realizar una exposición de un informe forense acorde con las reglas de la oratoria, el abogado debe inexcusablemente haber estudiado a fondo el asunto objeto del litigio. No hay otra posible salida: se estudia detenidamente el caso, o, en caso contrario, nuestro informe será pura y simple hojarasca verbal repleta de carencias que sería inmediatamente detectada por el auditorio forense, situación ésta que no sólo constituye un riesgo grave para la defensa de los intereses de nuestro cliente, sino que a mi juicio puede considerarse una actuación que además de constituir una falta deontológica, supondrá un verdadero descrédito.
Ello es completamente lógico, ya que si el informe forense constituye una alegación en derecho sobre determinado asunto con una finalidad de persuadir al órgano jurisdiccional, qué duda cabe que el conocimiento del asunto integrado por los hechos, su valoración y el derecho aplicable, suponen los pilares sobre los que se va a sostener la exposición oral persuasiva. Si sabemos de lo que estamos hablando con conocimiento sólido y profundo, nuestra credibilidad ante el auditorio aumentará exponencialmente.
En cuanto al estudio del asunto, si bien cada letrado tiene sus propias reglas, lo cierto es que en este proceso existe un denominador común que es el disponer del suficiente tiempo para el estudio, o lo que es lo mismo, estudiar el asunto con la suficiente anticipación respecto de la vista oral. De este modo, nos aseguraremos que cuando llegue el momento de la elaboración del informe y su posterior exposición en sala, dispongamos de toda la información necesaria para emprender dichas fases con la suficiente eficacia. Por lo tanto, deben evitarse situaciones que todos conocemos, en las que el abogado deja para el último día el estudio del asunto y preparación del informe o incluso solicita a otro compañero, con nulo margen de tiempo, que le supla en la vista. En estos casos, el altísimo riesgo de fracaso se verá multiplicado por el acaecimiento de algún imprevisto, bien profesional o personal, que motive que no dispongamos apenas de tiempo para su preparación. Otra situación a evitar es aquella en la que el abogado, al haber defendido temas similares, confía en lo aprendido anteriormente, y deja que con su experiencia se resuelvan las dificultades. Sin embargo, en este caso no solo se olvida que no hay dos casos iguales, sino que los abogados o fiscales contrarios nunca actúan de la misma forma.
Respecto de la forma de estudiar el asunto, ya hemos dicho que cada abogado tiene sus propias reglas. En mi caso, para el estudio del asunto acostumbro a preparar un mes (a veces más tiempo) o quince días antes del juicio un plan de trabajo escrito en el que establezco los días, horas y materia que voy a ir estudiando de forma progresiva, con el fin de que el estudio continuado me permita ir repasando a fondo todo el material sobre el que ya he trabajado anteriormente (demanda y contestación; declaraciones de imputados o testificales, otras diligencias, etc..) para, una vez centrada la cuestión jurídica (a la que le dedico algunos días) me permita trabajar sobre los interrogatorios y finalmente el informe oral. Por lo tanto, el estudio previo al informe es una materia sometida a los principios de organización del tiempo y planificación, ya que sin estos difícilmente podremos abarcar todo el material y trasladar nuestros argumentos al informe forense.