La semana pasada tuve ocasión de ver la película “Up in the air” protagonizada por George Clooney. El film, narra la actividad profesional y personal de un directivo de una empresa estadounidense que es contratada por otras compañías nacionales para despedir a sus empleados. En el contexto del film, entre otros asuntos, se trata el tema de la precariedad laboral y del efecto que está causando el cambio tecnológico en el campo laboral, lo que me hace reflexionar sobre una idea que lleva dándome vueltas desde hace semanas: ¿Es posible que los cambios que se están produciendo en el sector de la abogacía puedan conducir en un futuro, no muy lejano, a la pérdida total de actividad de muchos abogados?
La cuestión no es baladí y requiere una reflexión profunda y un análisis honesto y realista.
Ciertamente, son muchas las razones para plantearse esta cuestión. De orden económico, nos enfrentamos a una crisis económica que dura ya tres años y que, Dios no lo quiera, puede durar más de lo ¿previsto?… Esta crisis ha motivado un importante descenso en la demanda de servicios profesionales, debido a falta de liquidez de empresas y particulares, lo que, a su vez, ha provocado un abaratamiento de los servicios jurídicos ante una competencia voraz en los precios. Desde una perspectiva llamémosle técnica, los procedimientos de trabajo, base de la prestación de nuestros servicios, están cambiando con el desarrollo de las nuevas tecnologías, creándose con ello unas praxis profesionales inconcebibles hace cinco o diez años. Socialmente, la coyuntura económica ha dado lugar a formas de relación con los clientes anteriormente inexistentes, en los que la posición de éstos, más exigente respecto a la prestación de los servicios, ha generado la necesidad de ofrecer al mercado una mayor calidad de los servicios por menos precio.
Y así, podríamos seguir enumerando múltiples factores, que nos permiten afirmar que el contexto histórico en el que nos encontramos representa, por derecho propio, un punto de inflexión con anteriores etapas profesionales que va a tener consecuencias en el devenir futuro de la profesión.
Con estas ideas en mente, me planteo conocer cual puede ser el futuro de mi profesión, tarea que una vez enunciada me resulta de una magnitud considerable, si bien creo posible alcanzar un razonable estado de opinión. Mi idea es ir trasladando en próximos posts algunas de las conclusiones que me he comprometido obtener.
En cualquier caso, creo fundamental hacer una diferenciación básica de partida. Cuando se habla o escribe del futuro de la profesión, pocas veces se contempla un factor tan importante como las dimensiones de los despachos. Y no podemos olvidar que en España hay una gran mayoría de despachos pequeños frente a los de tamaño medio y a unas pocas grandes firmas. Esto es importante, ya que a veces tengo la sensación de que muchas de las ideas que nos transmiten los expertos están proyectadas para los grandes despachos, que son los que disponen de la capacidad económica y financiera que garantice la adaptación a los retos anunciados, olvidándose en el mensaje aquellos despachos de reducido tamaño que, como los grandes, van a luchar hasta el final por sobrevivir.
Por ello, mis ideas al respecto contemplarán prioritariamente este ámbito profesional que considero insuficientemente tratado. Mientras tanto, espero me aportéis cuantas ideas consideréis oportunas, agradeciendo de antemano vuestra colaboración.