La abogacía está atravesando tiempos difíciles, y de esto saben muchos los titulares de pequeños despachos, que con un presupuesto reducido se ven obligados a lidiar con una competencia sin precedentes cuyo primer efecto en el mercado ha sido establecer el precio de los servicios como el principal factor diferencial a la hora de escoger un abogado, precio que estamos comprobando a diario como se reduce a proporciones sino vergonzosas, ciertamente escandalosas.

A ello se une la filosofía del cliente actual, un cliente que escasea debido a los efectos de la crisis económica, y que se ha vuelto más consciente de la variada oferta de servicios existentes, y con ello más exigente a la hora de contratar a un abogado, dándose un fenómeno que antes era anecdótico: “la subasta de precios”, la cual se materializa con la petición de varios presupuestos por el cliente, de modo que al final, será el precio el elemento determinante de la elección del abogado. Con todo lo anterior, la calidad del servicio, ya presupuesta por el cliente de antemano, se ha convertido en un factor indiferenciado para éste a la hora de escoger al abogado.
¿Quiere leer el texto completo?
Encuentra este y otros artículos del autor en su página web y conoce sus obras en la página e-autor.