El título de este post no es más que la famosa frase de Emerson “Todo hombre que conozco es superior a mí en algún sentido. En ese sentido, aprendo de él”, frase a la que hemos cambiado la palabra “hombre” por “abogado”, pues de esta forma nos servirá plenamente a los fines de este post.

Y como ya podéis aventurar, hoy, precisamente al comienzo del nuevo año nos gustaría destacar una de las virtudes que inexorablemente debe presidir la conducta de todo abogado: la humildad, entendida como conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.
Esta virtud, normalmente oscurecida por la aparente arrogancia que, casi por instinto, muestran muchos abogados, convencidos de que hemos de demostrar nuestra seguridad a las personas con las que interactuamos en nuestra profesión (incluidos otros abogados), constituye por el contrario una conducta vital para alcanzar un mejoramiento permanente a fin de garantizar a nuestros clientes un asesoramiento, defensa o mediación de calidad. Y ello es así dado que el abogado debe partir de la premisa de que en su práctica profesional va a requerir de conocimientos técnicos (leyes, doctrina y jurisprudencia) como de habilidades de diversa naturaleza (oratorias, emocionales, de comunicación, de gestión empresarial, marketing, atención al cliente, etc.) que requerirán una formación y aprendizaje continuo, sea cual sea el grado de nuestra experiencia profesional.
Para ser humilde, lo primero que requerimos es disponer de una autoconciencia clara de nuestras fortalezas y debilidades, ya que a través del conocimiento objetivo de nosotros mismos podremos conocer tanto nuestras capacidades a explotar como las carencias que hemos de fortalecer. Este aspecto es fundamental, pues quien no es capaz de autoconocerse tendrá probablemente una idea errónea de su realidad personal e interpersonal, lo que lo llevará a considerarse superior a los demás al ser el titular absoluto de la verdad, lo que lo hace engreído, bien pagado de sí mismo, actuando normalmente de forma desafiante y descalificadora hacia los demás. El problema de estas personas (que solemos denominar arrogantes) radica en que al no conocerse adecuadamente, sufrirán de ignorancia e incompetencia, lo que les impedirá reconocer sus propios errores o escoger alternativas superiores de crecimiento, de manera que, incapaces de pedir consejo o ayuda a "sus inferiores" actuarán pobremente, quedándose estancados. Por el contrario, quien se conoce sabrá donde están sus límites y se ocupará y preocupará para superar dichas barreras a través del mejoramiento continuo.
Por ello, la humildad nos recuerda que somos iguales a los demás, y que por muy preparados que estemos, jamás estaremos por encima de nadie. Esta idea retroalimenta el principio de superación antes expuesto ya que el abogado humilde buscará sin temor los consejos y ayuda de los demás a quienes aceptamos y reconocemos como homólogos a nosotros en capacidades intelectuales, emocionales y físicas, pues no podemos olvidar que en materia de aprendizaje los terceros tendrán una intervención decisiva.
Y he aquí la gran oportunidad de los abogados, pues partiendo de esta filosofía, serán conscientes de que todo abogado conocido le será superior en algún sentido del que habrá que aprender. ¿No os parece una idea extraordinaria poder observar diariamente a los profesionales que nos rodean para ir aprovechando aquello que nos puedan enseñar sobre nuestra profesión? Angel informa extraordinariamente en sala; Rocio tiene un arte especial en realizar los interrogatorios y sacar la verdad al testigo hostil; Marta, sabe escuchar a los clientes de forma que quedan encantados; Luis es un gran empresario y dispone de una gran capacidad de liderazgo; Cristina ve a la primera donde está la clave del caso…
Igualmente, lo anterior tiene la otra cara de la moneda: el fomento de la solidaridad entre abogados, entendiéndose por tal las acciones desinteresadas que éstos deben realizar con el fin de orientar a otros compañeros cuando lo requieran. Nos estamos refiriendo por tanto a un dar, a una entrega de conocimientos y experiencias que pueden ayudar a quien los recibe en su crecimiento profesional, solidaridad que ha existido siempre entre los abogados, siendo frecuente que el abogado experto en algún campo del derecho reciba una llamada de otro colega para que le explique cómo preparó aquella demanda o qué perspectivas de éxito ve respecto a tal o cual asunto. Actualmente, y consecuencia del fenómeno de las redes sociales, la solidaridad, a modo de ejemplo, se manifiesta claramente en los distintos foros de abogados, en los que la colaboración desinteresada de un elevado número de abogados suele concluir resolviendo la duda de quien solicita ayuda.
Ahora que comienza el año, reflexionemos pues sobre nuestra forma de aproximarnos a los demás con el deseo de aprender para crecer profesionalmente, decidamos ser más humildes para continuar superando nuestros propios límites en el camino que nos llevará a ser mejores abogados cada día.
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