Para poner la vista en el futuro comenzaré este artículo analizando cómo ha venido desarrollándose la actividad profesional de la mujer y observando cuál está siendo la evolución y las tendencias que están transformando el sector de la abogacía en los últimos años.
Echando la vista atrás, resulta curioso observar cómo hasta fechas no tan lejanas la mujer tenía prohibido acceder a cargos de magistrado, juez o fiscal porque se consideraba que los atributos que se asignaban como propios de la mujer para el cuidado de la familia no tenían cabida en el ejercicio de la profesión.
Afortunadamente el mundo ha cambiado desde entonces. Con los años hemos aprendido que el ejercicio de la abogacía, -como en cualquier otro ámbito profesional-, requiere altas dosis de empatía, por lo que esas cualidades que antiguamente podían servir de excusa para excluir a la mujer de la profesión, hoy la ponen en igualdad de condiciones e incluso en ocasiones, -no siempre-, en una posición aventajada frente al hombre.
Así las cosas, según datos que nos ofrecen fuentes del Ministerio de Educación o el Consejo General de la Abogacía Española, el porcentaje de mujeres universitarias en el ámbito de las ciencias sociales y jurídicas es mayor al de los hombres. Así mismo, el número de mujeres en el ejercicio de la abogacía ha ido ascendiendo desde el año 2015, llegando a contabilizarse a fecha de hoy un mayor número de colegiadas que de colegiados.
Sin embargo, parece que el talón de Aquiles lo seguimos teniendo con respecto a los puestos de alta dirección. Aunque poco a poco la mujer va teniendo más visibilidad en estas esferas y hoy podemos ver que ocupan puestos de presidencias de instituciones como el Consejo General de la Abogacía Española o la CNMC e incluso están siendo designadas en despachos internacionales para ocupar cargos de alta dirección a nivel global, aún siguen siendo ejemplos muy residuales.
Por ello merece analizar cuáles son las causas que frenan a la mujer en su desarrollo directivo. La maternidad, la falta de conciliación o una cultura empresarial dominada por hombres podrían ser las principales barreras.
Las buenas noticias es que tanto las iniciativas legislativas que se han desarrollado recientemente, como la propia transformación de cultura empresarial de mayor flexibilidad laboral, al albur de la evolución de las nuevas tecnologías, están facilitando de manera exponencial la superación de esos escollos. Todo esto nos permite augurar que el papel de la mujer en el futuro de la abogacía tendrá cada vez un mayor protagonismo en todas las esferas.
Así las cosas, la cultura del teletrabajo acuciada principalmente en el último año a causa de la pandemia y la evolución de las nuevas tecnologías serán sin duda dos palancas que ayudarán a que el papel de la mujer en el futuro de la abogacía tenga más protagonismo. No restará, como podía ocurrir antes, el hecho de que una requiera de mayor flexibilidad horaria a la hora de desempeñar su trabajo.
Estoy segura, además, que estamos aún en un momento muy incipiente de esta transformación digital que estamos viviendo en el entorno empresarial y creo que, en pocos años, las teleconferencias por Zoom o Teams nos parecerán excesivamente rústicas. Hablaremos de hologramas y otros sistemas de realidad virtual e inteligencia artificial que nos permitirán tener experiencias profesionales mucho más inmersivas sin necesidad de estar presentes físicamente. Lógicamente, esta transformación en la forma de relacionarnos profesionalmente impactará de forma directa en la posición de la mujer en el trabajo y en el sector jurídico.
Dicho esto, por supuesto que es necesario también articular normas y políticas que ayuden a las mujeres a conciliar la vida personal y familiar con la laboral, pero en ocasiones, esas políticas tienen que estar dirigidas tanto al hombre como a la mujer, dado que será esta la única forma en la que nos encontremos realmente en igualdad de condiciones. Pongamos como ejemplo la baja por maternidad. Si el hombre está obligado por ley a cogerse una baja por paternidad, estará poniéndose en las mismas condiciones que la mujer que, ineludiblemente, deberá abstenerse de acudir al trabajo unos meses después de haber dado a luz. Y no se trata ya de una cuestión de solidaridad y de obligar al hombre a que esté en casa esos primeros días para ayudar a la mujer en las labores de la maternidad, sino que, desde una perspectiva mucho más mercantilista, los reclutadores podrán evaluar en igualdad de condiciones a hombres y a mujeres cuando se encuentren en la búsqueda de candidatos en edad de formar una familia. Ayudará, por tanto, a acabar con muchos sesgos en la contratación de personal, sobre todo, en las edades más jóvenes.
Otras iniciativas, como la obligación de las empresas a disponer de un plan de igualdad formal, ayudan claramente a las organizaciones a institucionalizar su compromiso con la igualdad, dado que en dicho plan de igualdad la empresa debe visibilizar cuáles son los principios y objetivos de cara a lograr dicha igualdad. Estos principios y objetivos serán parte al fin y al cabo de la planificación estratégica de la compañía y formarán parte del ADN de la propia empresa.
Más cuestionables me parecen, sin embargo, otras políticas como las de cuota paritaria, que quizás históricamente han sido más necesarias, pero que a medida que avanzamos en la mejora de la igualdad de las mujeres en el trabajo y, sin perjuicio, de que aún queda un largo camino por recorrer, creo que únicamente sirven para poner en duda el talento de las mujeres que han alcanzado logros profesionales por méritos propios.
En todo caso, creo firmemente que una parte importante para lograr la igualdad entre los hombres y las mujeres en el trabajo y en concreto en el sector jurídico es apelar a la responsabilidad cada mujer mediante un ejercicio de reflexión individual sobre el papel que quiere desempeñar en la sociedad y en el ámbito profesional.
Como apuntaba anteriormente, creo que podemos ser optimistas en cuanto al papel que va a representar la mujer en los próximos años en el sector de la abogacía. Debemos seguir luchando por ello y la mejor forma de hacerlo es educando y trabajando.