Está claro que el efecto Obama y su extraordinario interés por las nuevas tecnologías ha contagiado a los líderes políticos europeos, fundamentalmente, y por lo que nos interesa en el presente post, a Zapatero y Sarkozy, que se han lanzado a promulgar medidas con un desenfreno desconocido hasta la fecha. Veamos algunos ejemplos:
Francia, Sarkozy y la Ley Hadopy.
Por lo que hace a nuestro vecino francés, hay que reconocerle a Sarkozy que cuando se le mete entre ceja y ceja una idea persevera hasta su consecución.
En efecto, podemos leer hoy en todos los medios de comunicación analógicos y digitales que el Parlamento francés ha aprobado, por fin, la llamada "Ley Hadopy" que pretende controlar las descargas indiscriminadas de obras sujetas a derechos de propiedad intelectual por medio de la amenaza a los internautas de cortarles la conexión a internet si, tras dos avisos previos, no interrumpen sus actividades de "piratería" intelectual. Y todo ello, sin necesidad de una previa resolución judicial, esto es, sólo a través de una decisión administrativa, y con la obligación de continuar abonando religiosamente la conexión.
Resulta evidente los grandes ganadores de la partida: de un lado, la industria de los contenidos que ha obtenido su tan ansiada medida legal de carácter coercitiva, rápida, expeditiva y sin intervención judicial inicial y, de otro, las grandes empresas de telecomunicaciones, que ven como la medida les permite mantener su nivel de ingresos, evitando la pérdida de clientes que podían sufrir a consecuencia de la sanción del corte de acceso a internet. ¿La clase política en el poder también puede considerarse ganadora? A buen seguro sí, y huelga añadir nada más.
España, Zapatero y los portátiles.
El segundo frente interesante en este juego fue desvelado ayer en el Debate del Estado de la Nación, a través del anuncio de nuestro presidente de que, a partir del año que viene, se entregaría a los alumnos de secundaria un portátil para que puedan usarlo en clase y posteriormente para hacer los deberes en casa.
Con independencia de las eventuales reclamaciones que los fabricantes de cuadernos, lápices y bolígrafos puedan hacer, y como hay que estar a todo, la lucha se centra en decidir varios temas:
De un lado, el fabricante o fabricantes de portátiles que va a recibir la buena nueva de ser el elegido por el Gobierno (habrá que ver las centrales de las multinacionales del sector eligiendo cuidadosamente a los encargados de enarbolar el ya famoso: ¡voy a venderlo todo!)
De otro, el desarrollador del software que haya de hacer funcionar a los portátiles, esto es, qué sistema operativo y qué suite de ofimática se va a emplear, ¿de software propietario o de software libre? Si somos coherentes con la opción ya tomada por muchas de las administraciones públicas en el tema y si queremos cambiar, como pretende el Gobierno, el sistema productivo español y enfocarlo, entre otros, a potenciar el sector del software, ya tenemos ganador. Pero no menospreciemos el poder de los grandes del sector del software privativo que van a presionar de lo lindo para cambiar esta tendencia.
Europa, Francia y España.
Finalmente, no debemos perder de vista que, teóricamente, tanto España como Francia son miembros de la Unión Europea y que, como tales, han de atender a sus criterios normativos.
Y decimos esto porque la postura adoptada por Francia con su "Ley Hadopy" parece que va a encontrar, si todo transcurre como hasta la fecha, con un elemento esencial en su contra: la tendencia actual a permitir el corte de la conexión a internet, única y exclusivamente, previa autorización judicial.
Por lo que hace a España, está por ver si en caso de elegir un software propietario, se atienden a las restricciones que impone Europa para impedir situaciones monopolísticas, y todos sabemos a qué nos estamos refiriendo.
La lucha política y comercial va a ser, en ambos casos, encarnizada. ¿Quién resultará ganador?
