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19/04/2024. 21:06:34

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Agatha y las ‘Diez negritas’

Flor Carrasco, vicedecana de la Abogacía de Málaga

Leía Diez negritos de Agatha Christie, bajo una sombrilla que intentaba paliar el sol de justicia de este 11 de agosto de 2022. Tenía la mala conciencia de la tarea pendiente de este artículo acerca de la Mujer y el Derecho que había de entregarse el doce de agosto, día por cierto de la lluvia de Perseidas, como se sabe engendradas con engaños por Zeus, un padre biológico poco recomendable.

Volviendo a la novela, en ella Agatha reúne a diez desconocidos en una isla, invitados por un misterioso anfitrión. Agítense los Ingredientes: isla inaccesible, tormenta, lujosa mansión, cuentas pendientes con el pasado, muertes con cuentagotas al ritmo de una canción infantil, figuras de negritos que representan a cada uno de los invitados y que desaparecen coincidiendo con cada asesinato, víctimas no tan inocentes y la certeza de que el asesino “solo puede ser uno de nosotros”.

El ojo de la paridad cuenta que hay en el relato hay ocho negritos y solo dos negritas, pero lo compensa que la mano que mece la cuna y maneja los hilos es la de una gran escritora. Si ella escribiera hoy sobre la mujer y el derecho ¿A qué negritas llevaría a la isla?

Damos por descontado que, a la abogada, a la fiscal, a la jueza, a la Procuradora. Van las clásicas cuatro negritas operadoras jurídicas.

 Llevemos también a una alumna que está preparando el Trabajo de fin de Grado y a su profesora-tutora de Derecho Civil. Seis.

Sumemos a nuestras clientas, una mujer presa con permiso penitenciario y una víctima de trata. Y casi está, ocho.

Y vamos a por el alfa y el omega de los asuntos penales, una policía y la funcionaria de prisiones. Diez.

Como en la historia, tras un viaje accidentado nuestras mujeres desembarcan en una isla deshabitada, comprobando tras su llegada que los medios para regresar han desaparecido.

En el alojamiento encontrarían, como en el relato también, una canción infantil. En este caso puede ser una que cantábamos con entusiasmo inconsciente las niñas de los setenta “lunes antes de almorzar, una niña fue a jugar, pero no pudo jugar porque tenía que lavar. Así lavaba así así…” Y el martes, miércoles, jueves… coser, barrer, cocinar, tejer. ¿Conseguiría la niña de la canción almorzar, estudiar y jugar?  

Al entrar en la mansión, las protagonistas se encuentran que no tienen cobertura ni posibilidades de comunicación, excepto la abogada y la procuradora que puntualmente reciben las notificaciones y las contestan, ya por paloma mensajera o mediante mensaje en una botella. Es sabido que los plazos procesales son inexorables y la obligación suprema es respetarlos, sean cual sean las circunstancias: enfermedad, muerte, operación quirúrgica, tragedia familiar, paritorio, o protagonizar una novela de misterio…

Al llegar la primera noche me pregunto, qué fantasmas acecharían a las intrépidas protagonistas en la mansión, entre tormentas y batir de olas. ¿Cuáles son sus poderes para resistir sus miedos?

Tal vez nuestra alumna, Ana, una brillante mujer transgénero, sienta en la nuca el fantasma de la incertidumbre laboral y del prejuicio sobre ella.  Ella tiene el corazón de una leona. No sabe su fantasma con quién se bate el cobre.

La profesora, María, conoce la precariedad laboral. Tiene fundados temores de perder este año su plaza de contratada, después de una vida ascendiendo peldaño a peldaño en la resbaladiza escalera universitaria, pero es una equilibrista y no hay cuerda floja que se le resista.

La jueza, Olivia, tiene pesadillas con el volumen de asuntos de los juzgados malagueños, que la obligan trabajar al 261 % de su capacidad. La asedian los pendientes. Su compañero decano Pepe dice que ellos son ya la orquesta del Titanic, reducidos a seguir tocando. Ella sabe que capitanea su barco y se ha convertido en una experta esquivadora de icebergs.

Rosario es un ave fénix. Fue víctima de la trata y es experta en regenerar cualquier herida, las que se ven y las invisibles. No olvida.

Adela reside la finca la Moraga, también llamada Centro penitenciario Alhaurín de la Torre. Tiene el poder de teletransportarse, de salir volando de su celda, de trasladarse a cualquier lugar con el poder de su mente. 

Diana es policía de radiopatrullas nocturnas y Penélope funcionaria en la prisión de Adela. Sus fantasmas son la inseguridad y el peligro diario. Tienen el poder de la resurrección.

Davinia es la procuradora y sueña y sueña con LexNet, que se cae, que vuelve…, como las olas. Su poder es la paciencia infinita.

Ara es abogada, y por tanto equilibrista, trapecista y contorsionista si hace falta. Sanadora, esquivadora, paciente, resucita lo no prescrito o caducado. Algunos equivocados que habitan en los juzgados la consideran cosa fungible, sustituible por otra compañera o compañero de la misma especie y calidad, pero ella sabe que es única.

Las mujeres se sientan en la mesa donde están las figuras de porcelana de los diez negritos. El misterioso anfitrión no se ha molestado ni siquiera en sustituirlos por diez negritas. Hablan, planifican, se apoyan. Juntas podrán salir de la isla y regresar a casa. Oyen el zumbido de una embarcación, y llega la Letrada de la Administración que recibió la contestación a una demanda que cumplía. Iba metida dentro de una botella con un OTROSI: S.O.S y las coordenadas de la isla.  ¡La LAJ viene al rescate! Eso sí, antes de desembarcar advierte que ha llegado fuera de plazo la contestación…

Fin

 ¿Podríamos creer en algún momento que estas mujeres se dejarían eliminar como los diez negritos de la señora Christie? Seguro que no, las conozco.  Tienen un secreto, se llama SORORIDAD.  

Para las que sostienen la mitad del cielo y de la tierra

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