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26/04/2024. 00:16:01

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El techo de cristal un día cederá

Rocio Gil Robles. Socia del área penal y compliance. CECA MAGÁN Abogados

Parece inverosímil que, aún hoy, en pleno siglo XXI, continúe la necesidad de debatir, de una manera además tan intensa y activa, sobre la existencia de diferencias asociadas al género en el ejercicio y mérito profesional, en el sector legal que debería posicionarse y dar ejemplo en la materia, y en el que la valía del liderazgo femenino está más que demostrada.

Leo admirada en prensa y publicaciones digitales los reconocimientos en el sector privado, mayoritariamente del entorno IBEX, a grandísimas profesionales a las que admiro y que, por derecho propio, ocupan cargos directivos de gran relevancia y responsabilidad empresarial y social, convirtiéndose en verdaderas abanderadas de la igualdad de género que, si bien ha mejorado en los últimos años, mantiene un largo camino por recorrer, sobre todo en determinados sectores. Y yo me cuestiono ¿Porqué el reconocimiento del éxito de la mujer, y la confianza en su liderazgo en el sector empresarial, difiere tanto cuando lo comparamos con el ámbito jurídico y más aún en los bufetes de abogados?.

Indudablemente, el debate tiene su trasfondo de realidad y justificación a la luz de las estadísticas publicadas en los últimos años que ofrecen una muy discreta evolución y unas cifras alarmantes en determinados casos.

Según los rankings publicados entre los años 2017 y 2022, el número de socias de los despachos de abogados oscila entre el 16% y 20%. La cifra empeora cuando se trata de la dirección de la firma o de la participación en los órganos de administración. Aquí la presencia femenina se diluye de forma más drástica aún, confirmando la existencia de un grave desequilibrio entre hombres y mujeres en puestos de responsabilidad.

¿Rumbo al cambio?

Sin embargo, y a pesar de las pobres estadísticas, en mi opinión, la situación en términos de diversidad de género cada vez es percibida como una necesidad primordial en todos los ámbitos de la sociedad y también en la abogacía. En los últimos años, se aprecia un cambio en los estereotipos, prejuicios sociales, roles en el desempeño de determinadas actividades y desarrollo de responsabilidades que tradicionalmente estaban vinculadas al género femenino y que tienden a diluirse socialmente porque “quieren y deben ser compartid@s por tod@s”.

Las nuevas generaciones, sus valores y la educación recibida, ayuda sin duda a la ruptura de las limitaciones existentes. En este sentido, cada vez son más los hombres que demandan también medidas de conciliación familiar, eliminación de barreras y ensalzamiento de la excelencia profesional y productividad, disociada de un presencialismo feroz o vinculada necesariamente a una dedicación laboral irreconciliable con la vida personal.

El cambio definitivo llegará, a mi juicio, cuando todos los profesionales seamos capaces de interiorizar estas pautas desde el respeto y la singularidad. Es igual de lícito y compatible con un ascenso tener hijos o no, disfrutar de la vida personal o familiar, o preferir disfrutar dedicándote especialmente a tu trabajo, liderar desde tu personalidad y habilidades sin asociarlas a un género, etc.

En este sentido ¿existe realmente un liderazgo femenino diferenciado? En mi opinión, lo que cuentan son las personas con sus particularidades. He compartido proyectos con mujeres que lideran equipos de éxito con habilidades históricamente atribuidas a hombres y viceversa. Mi conclusión es que todos los valores y formas de liderazgo tienen cabida en una organización en los niveles más altos de responsabilidad, de ahí la grandeza de la diversidad.

El objetivo es primordial: la igualdad en el desarrollo profesional es posible y debemos mentalizarnos todos: “los techos de cristal no son indestructibles, son de cristal”.

Por supuesto, hasta conseguir este objetivo la implantación de medidas reales y su seguimiento efectivo, es necesaria. Dejar el definitivo equilibrio al albur del paso del tiempo, no es suficiente.  De hecho, muchas empresas ya apuestan por este tipo de medidas creadas ad hoc y cuya oportunidad debe valorarse y revisarse de forma continuada en el seno de cada compañía.

Por ello, animo a las mujeres a que no se conformen. A que no crean en estereotipos sociales, a que confíen en su capacidad de liderazgo, que no tiene por qué ser igual ni distinta que la de sus compañeros, que levanten la mano, que defiendan sus ideas y se hagan visibles para vencer ese techo de cristal que, sin duda, un día cederá.

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