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19/04/2024. 10:50:29

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Las abogadas no lloran, las abogadas facturan

Lorena Pastor Benito. Abogada y Mediadora. Presidenta de la Agrupación de la Joven Abogacía de Pamplona

Al recibir la oportunidad de escribir un artículo sobre mi experiencia como abogada y mujer, se me viene a la cabeza la canción que Shakira ha puesto de moda en las últimas semanas y una pregunta me recorre el pensamiento: las mujeres estamos cada vez más presentes en las profesiones jurídicas, pero ¿estamos consiguiendo realmente aportar nuestro valor como mujeres al mundo del Derecho?

Con una mayoría de mujeres entre las nuevas generaciones de la carrera judicial y fiscal; con la mayoría de nuevos compañeros colegiados siendo, efectivamente, colegiadas; y con el lento pero constante acceso de figuras femeninas a puestos institucionales y orgánicos (en mi Colegio, el de Pamplona, tenemos hoy la primera compañera Decana), pudiera parecer que sí.  El acceso de la mujer al mundo jurídico cada día es más igualitario, y sólo es cuestión de tiempo que hasta los más elevados organismos cuenten con representaciones paritarias y en las que, simplemente, la condición de mujer sea un mero dato biográfico.

Volviendo a la canción, por supuesto que es necesario que las mujeres (abogadas) debemos “facturar” -entiéndase trabajar, progresar, liderar, tomar decisiones-, y sin embargo creo que es fundamental no perder de vista el “llorar”, la parte emocional, la empatía, la inteligencia emocional, la apuesta por la cooperación en lugar de la competición, valores que cada vez son más necesarios en las nuevas formas de ejercer la abogacía.

Compañeras de profesión me han comentado que en diferentes ocasiones se han visto en la necesidad (incluso se lo han pedido clientes y empleadores) de adoptar forzadamente una postura más “seria”, evitando dejar salir un lado más empático y emocional, para que no se las perciba como “blandas” a la hora de afrontar un caso o entablar relación con un nuevo cliente.

Con ello no quiero decir que los valores que estoy reivindicando no estén presentes en los compañeros abogados, sino que son patrones que socioculturalmente se han atribuido a lo que se espera de las mujeres. Roles de género que, por supuesto tenemos que superar en pro de una sociedad igualitaria, porque los hombres y mis compañeros abogados, no solo facturan, también “lloran”.

La profesión de la abogacía se ocupa de las relaciones humanas, de sus conflictos y acuerdos; y por supuesto cuando esto no es posible, la confrontación jurídica.  En un tiempo anterior, cuando el acceso de la mujer a la profesión no se contemplaba (no hace mucho más de 100 años), o cuando éste no estaba en absoluto normalizado, el enfoque humano de las controversias era más limitado, de ahí que a muchas personas les venga a la cabeza, al pensar en un abogado, una persona seria, dura y “sin corazón”.

Sin embargo, desde una voluntad regeneradora del ejercicio de la abogacía, desde una visión que potencia la resolución extrajudicial de los conflictos, desde la convicción de que es necesaria una vuelta de tuerca al enfoque de la relación abogado/a-cliente y entre los propios compañeros y compañeras, el mensaje que me gustaría lanzar con este artículo es que además de potenciar las habilidades técnicas, dediquemos un esfuerzo a potenciar las habilidades sociales y de relación humana.  La empatía, la inteligencia emocional, la apuesta por la cooperación en lugar de la competición, valores que aportamos como mujeres, que la sociedad necesita y que influyen de forma positiva en el nuevo ejercicio de la abogacía.

La vocación de mejorar la sociedad que está enraizada en el corazón del ejercicio de nuestra profesión debe estar siempre dispuesta a orientarse no sólo hacia la consecución de objetivos económicos o materiales, sino también hacia un bienestar emocional y unas relaciones personales sanas de las que nos beneficiaremos todos, abogados, abogadas y por supuesto nuestros clientes.

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