La satisfacción personal podría ser una marca constante en mi vida y en mi trayectoria profesional. Tengo claro que me mueve una vocación de servicio y de ayuda a las personas. Mi trabajo en Thomson Reuters Aranzadi me llena y me da la oportunidad de ayudar a nuestros clientes a conseguir la información jurídica que necesitan. La satisfacción personal la disfruto tanto en el camino de ayudar y como en el resultado positivo para el cliente.
Licenciarme en Derecho me ha aportado ese conocimiento de que hay unas reglas del juego en nuestra sociedad. Respetarlas permite mantener un equilibrio social necesario. A lo largo de mi vida académica y profesional no me he sentido discriminada por razón del sexo. Pero, lógicamente, he observado comportamientos desequilibrados en este aspecto. La lectura que saco es que son debidos mayormente a errores en la comunicación y a sesgos humanos. Por ello, confío en esa labor educadora que hacemos todos cuando actuamos y cuando reaccionamos. ¿Qué puedo hacer yo para mejorar la situación? Es una pregunta que me hago constantemente. Puedes pensar que es una cualidad positiva siempre, pero no. Tengo que controlarla porque unas veces resulta ser intruso o dar una opinión cuando nadie te la ha pedido, aunque te mueva un buen fin. Otras veces, el ánimo de mejorar la situación te puede llevar a un perfeccionismo sin límite y sin sentido práctico. El altruismo, la vocación, el ánimo de ayudar a los demás y todas estas cualidades humanas bondadosas en el mundo del Derecho aprecio que son fichas en la partida del juego y que cobran valor cuando su reacción conduce a un resultado consciente, equilibrado para las partes y satisfactorio dentro de las posibilidades. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que ser bondadosa, altruista y sacrificada en esta profesión no es sinónimo de debilidad, sino de fortaleza. Trabajar en las habilidades para conseguir el equilibrio en la partida nos hace poderosas y, sobre todo, terminarla con una sonrisa es lo más gratificante.
Puede parecer que todas estas palabras son un cuento, pero hablo desde el corazón y desde mi vivencia. ¿Cuándo siento que voy por el buen camino? Cuando sonrío. ¡¡Por ello, a ti, que estás leyendo estas palabras, te animo a que sonrías y disfrutes de las sonrisas de quienes te rodean!!
