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19/04/2024. 02:32:30

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Partícipes de la ‘innovación legal’

Leire Arbona Puértolas, Directora de Legal & Cumplimiento en Veridas
Leire Arbona Puértolas

La práctica jurídica es probablemente una de las profesiones más antiguas que existen. Y eso se percibe desde el momento en que comienzas a estudiar Derecho: los fundamentos, los principios y la doctrina conforman la base de todo, y eso nos aporta una seguridad jurídica a la hora de interpretar cada norma, de resolver cada nuevo cuestionamiento.

Sin embargo, a mí con todo eso me faltaba algo. Un gusanillo de curiosidad, quizás pensando en aquellos tiempos en los que esos fundamentos, principios y doctrinas todavía no existían y alguien tuvo que ir creándolos poco a poco. ¡Qué tarea tan ardua y gratificante! Así que lo tuve claro: quería trabajar en un sector en el que las leyes no estuviesen hechas, en el que hubiese todo un universo legislativo por descubrir.

En pleno siglo XXI, inmersos desde hace años en la Cuarta Revolución Industrial, la regulación de la tecnología supone un gran reto. La innovación tecnológica avanza muchísimo más rápido que la legislación que debe regularla, y necesita por tanto de quien vaya interpretando lo poco que está a su alcance, para potenciar el desarrollo de la sociedad al mismo tiempo que se sientan las bases para evitar usos indebidos.

En mi caso, esta búsqueda de nuevas tecnologías me llevó a profundizar en el campo de la verificación digital de identidad empleando biometría, dentro de Veridas.

Para alguien “de letras”, adentrarse en un campo tecnológico puede no ser sencillo. Y desde luego, en mi opinión, no puede ni debe hacerse solo desde la perspectiva del Derecho, sino que es imprescindible apoyarse en aquellas personas que conocen y desarrollan la tecnología. Solo en la unión de ambos campos se puede lograr comprender bien las implicaciones del sistema a regular por un lado, y los requisitos normativos que deben tenerse en cuenta en su desarrollo por el otro.

En Veridas tengo la suerte de contar con grandes compañeras y compañeros que desde el primer momento comprendieron que cumplimiento e innovación no estaban reñidos. Todo lo contrario, nos necesitábamos unos a otros para que esto funcionase. En ese desarrollo tecnológico, todos estamos en el mismo barco. Unos con sus capacidades de diseñar la tecnología, otros con sus capacidades de regular cómo deberá utilizarse después. Sería de necios pensar que una cosa tiene sentido sin la otra.

Y es en esa relación en la que se materializa una de las cosas más bonitas que, a mi juicio, tiene la asesoría jurídica dentro de una empresa: ante cualquier pregunta, no vale el “sí” o el “no”; las únicas respuestas útiles son el “cómo sí” y el “cómo no”.

¡Y qué responsabilidad! Porque no voy a negar que muchos días supone un gran reto el no tener a alguien que ya haya solucionado antes la duda que ahora se te plantea. ¡Con lo fácil que parecía en la carrera lo de acudir a la jurisprudencia y la doctrina en esos casos! Pero ahora toca innovar, innovar en las respuestas, innovar en la interpretación de la legislación, e incluso innovar en la redacción de la legislación.

Esta necesidad de implicación del ámbito jurídico en el ámbito técnico, nos ha llevado a poder explicar el funcionamiento de la tecnología, entre otros, a parlamentarias del Parlamento Europeo y del Congreso de los Diputados español, a autoridades de protección de datos, ministras del Gobierno de España, al Senado o a los Reyes de España. Porque si la legislación no parte de un profundo conocimiento de la tecnología que regula, estaremos desconectando dos mundos que necesitan estar totalmente en sintonía. Y debemos lograr esa coordinación cuanto antes, con leyes que nos digan el “cómo sí” y el “cómo no”.

Sin embargo, no podemos paralizar la innovación tecnológica hasta tener todo un cuerpo normativo que la regule. Tenemos que tratar de avanzar a la par, adaptando todos aquellos fundamentos, principios y doctrinas a una realidad en constante evolución. Una evolución que no es solo de la tecnología, sino de la sociedad que puede aprovecharse de la misma para mejorar su forma de relacionarse, superando la brecha digital, de forma más eficiente, cómoda, segura y privada.

Desde el ámbito del Derecho tenemos la oportunidad y el deber de sumarnos a esta evolución. ¡Seamos partícipes de la ‘innovación legal’!

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