Hace unos meses tuve la oportunidad de participar en un programa de mentoring organizado por AMEDNA, Asociación de Mujeres y Directivas de Navarra. La idea de mentoring de mujeres para mujeres puede sonar excluyente hacia los hombres, pero nada más lejos de ello.
Creo que uno de los pilares de que las mujeres rompamos techos de cristal y suelos pegajosos es apoyarnos en nosotras mismas. El término de moda para esto es la Sororidad, pero afortunadamente, desde tiempos inmemoriales, las mujeres siempre nos hemos apoyado, a nivel individual y a nivel colectivo. Esto hace que en realidad seamos un colectivo tan fuerte, aunque nos hayan tachado desde hace siglos como el género débil.
En esta ocasión, mi experiencia como mentorizada, fue inmejorable. Tuve la suerte de contar con una mentora experta en RRHH, con una dilatada trayectoria en diferentes empresas. Sin entrar en detalles de nuestras conversaciones y trabajo durante esas semanas, y tratando de evitar aburrir al personal, me quedo con una idea. Debemos pensar en grande.
Pensar en grande es liberarnos de nuestros miedos a no cubrir las expectativas de los que nos rodean, a nivel personal y profesional; es liberarnos de esa losa que nos frena pensando que si no somos expertas en algo no podremos dar el 100%; en olvidarnos del síndrome de la impostora que nos persigue cada día que nos impide dar saltos a promociones, proyectos o incluso sueños.
Pensar en grande es entender que también tenemos debilidades y que debemos ser más compasivas con nosotras mismas, no pretender ser las superheroínas de ficción, porque realmente somos superheroínas de la vida real, de la calle, del día a día.
Y en todo ello, es imprescindible que nosotras mismas nos reconozcamos así. A nosotras mismas y a nuestras “prójimas”.
En nuestra empresa las mujeres representamos más del 60% de la plantilla y concretamente en el Departamento de Contenidos el 90%. Podría pensarse que la labor de la editora jurídica ha estado tradicionalmente desarrollada por mujeres por su minuciosidad, casi como una labor de artesanas jurídicas. Pero la realidad, y lo atestiguo con años de experiencia en estas lides y gestionando equipos en Contenidos, puedo afirmar que, sin olvidarme de la minuciosidad y cuidado en su trabajo, el mayor valor que aportan es la comunidad de forman.
Una comunidad en la que se comparten conocimientos, experiencias profesionales, se apoyan en las habilidades más potentes de cada una de ellas, haciendo que los equipos sean fuertes porque se complementan. Una comunidad de aprendizaje constante en materia jurídica pero también en las emociones que mueven el día a día. Apoyándose unas a otras. ¿Qué puede ser más potente? No hay nada más potente que la generosidad que cada día les impulsa a seguir creciendo individualmente, pero sin olvidarse del bien colectivo. Esa es la real sororidad, la mayor potencia de las mujeres de este Departamento, extensible a todos los departamentos de la empresa.
Lo femenino engancha, porque cuida los detalles, cuida de las personas, pero a la vez innova, crece, aprende.
Solo nos falta creérnoslo más nosotras mismas. Romper nuestras barreras internas. Pensar en grande.
Somos muy grandes individualmente e invencibles como colectivo.
