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19/05/2024. 06:41:03

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Un momento crítico

Elena Aguilar Alonso, socia de CMS Albiñana & Suárez de Lezo
Elena Aguilar

Tal y como ocurre en el resto del mundo corporativo, y a pesar de los avances registrados recientemente, la abogacía de los negocios en España está todavía lejos del deseable equilibrio de género, sobre todo a medida que se avanza en la carrera profesional: según Cinco Días, la proporción de socias en los grandes Despachos en 2020 era de apenas un 20%.

Esa realidad en la cúspide de los Despachos choca diametralmente con las cifras de mujeres en la base de la pirámide. En primer lugar, choca con la proporción de mujeres abogadas jóvenes, que en la franja de 25 a 30 años son el 58% y en la de 30 a 35 el 56%, según datos publicados en www.abogacia.es en marzo de 2020; y, en segundo lugar, lo cual es aún más llamativo, choca con la proporción global de mujeres que integran la plantilla de abogados de los grandes Despachos que, también según Cinco Días, alcanzaba un 49% en 2020, es decir, bastante más del doble del número de socias.

¿Qué ocurre entonces por el camino? Aunque se ha reflexionado mucho en los propios Despachos, precisamente con el objetivo de identificar el problema e intentar atajarlo, aún no existe una conclusión unánime y mucho menos única al respecto, mencionándose la presión familiar, la brecha general o la especial dedicación exigida en los Despachos como causas más probables.

Personalmente, y aceptando que confluyen múltiples causas, creo que no podemos obviar la inercia de un determinado modelo de negocio y de un sistema de cobertura de puestos directivos que han sido muy exitosos en el pasado, y cuya tendencia natural es a continuar repitiéndose. En definitiva, una discriminación sistémica, más heredada que realmente consciente, difícil de identificar y, por ello, de resolver, pero cuya existencia y efectos resultan irrefutables cuando en los rankings de abogados estrella no aparece todavía ninguna mujer o cuando las mujeres siguen siendo minoría en las promociones a socio: según datos de ElConfidencial, el porcentaje de mujeres en las promociones a socio de los grandes Despachos en 2020 fue del 38%, es decir, 11 puntos menos que en la plantilla global.

Una visión más cercana a mi experiencia personal, aunque no cuantificada, me hace suponer que en el mundo transaccional, y en concreto en el mundo de las operaciones de M&A, las cifras seguirán el mismo patrón, posiblemente peores. Un cierto sentido de soledad de género en un sinfín de operaciones a lo largo de quince años me inclina a pensar en esta línea.

Experiencia u opinión aparte, sea por ética, por estética o porque quizá – ojalá -realmente estemos asistiendo a un cambio de paradigma, es una realidad ilusionante que los grandes Despachos, como el resto de la sociedad, hayan puesto seriamente el foco en la brecha de género haciéndola visible e intentando cerrarla de múltiples formas.

Y es precisamente esa visibilidad la que debiera acelerar el motor del cambio. Estamos ante un momento crítico. Tenemos que transformar esta convicción general de la necesidad de cambios en la participación de la mujer en el mundo de la abogacía en realidades concretas a corto y medio plazo que hagan este mundo más justo e igualitario y que aprovechen a fondo el talento de la mitad de la población. Porque en función de lo que hagamos ahora, de dónde y cómo dirijamos nuestros esfuerzos, obtendremos unos u otros resultados.

Por ello es tan importante que quienes ocupamos ya puestos más senior en los Despachos, y sobre todo las mujeres, que conocemos bien el sistema y sus rigideces porque las hemos vivido directamente, impulsemos el cambio, interna y externamente, evitando que desfallezca, sobre todo en momentos de crisis. Los Despachos, y en general nuestro país, se juegan mucho en el envite. No me cabe ninguna duda de que entre todos lo vamos a conseguir. Seguro que Concepción Arenal o Clara Campoamor lo tenían más difícil.

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