LegalToday

Por y para profesionales del Derecho

Portal jurídico de Aranzadi, por y para profesionales del Derecho

19/04/2024. 15:04:50

LegalToday

Por y para profesionales del Derecho

Vocación por defender

Ana Fernández Jiménez. Abogada
Ana Fernández

Soy abogada por vocación desde hace casi cuatro décadas, el mismo tiempo que llevo adscrita al turno de oficio del Colegio de Abogados de Madrid, al que me incorporé coincidiendo con el inicio de mi andadura profesional. Desde entonces he compaginado la atención de mi despacho y de los clientes que contratan mis servicios con la de aquellos más desfavorecidos, contribuyendo a hacer posible que quienes carecen de recursos económicos tengan garantizado el derecho fundamental a disponer de una defensa digna y eficaz.

Los comienzos no fueron fáciles para las mujeres de mi generación. Nos incorporábamos progresivamente a una profesión que, como muchas otras, había sido eminentemente masculina y todavía entonces el porcentaje de hombres que la ejercía era sustancialmente mayor, mostrando sobre todo los más veteranos una actitud paternalista y protectora hacia nosotras profundamente irritante. 

Cuando me incorporé al turno de oficio los requisitos exigidos eran haber obtenido la licenciatura en Derecho y encontrarse colegiada. Únicamente para el acceso al que entonces se denominaba “turno de oficio especial”, se requería una experiencia en el ejercicio de la profesión de diez años por tratarse de asuntos de mayor complejidad y gravedad cuyo conocimiento correspondía a Órganos judiciales de instancias superiores como el Tribunal Supremo, así que muchas tuvimos nuestras primeras experiencias profesionales asistiendo y defendiendo a clientes de turno de oficio en Comisarías, Juzgados y Tribunales, tarea que yo acometía entusiasmada frente al recelo y preocupación de mis padres, que no comprendían por qué, tan joven y mujer, había elegido la <<peligrosa>> actividad de acudir a las comisarías y centros de detención para atender a <<delincuentes>>, en muchas ocasiones durante la madrugada, en vez de haber optado por preparar cualquier oposición que, a la larga, me aseguraría una vida sin sobresaltos.   

Aunque nosotras íbamos siendo visibles cada vez en mayor número en los estrados de las Salas de los Juzgados y Tribunales, debíamos aún lidiar con los prejuicios sociales existentes que cuestionaban nuestra competencia y capacidad por la única sinrazón de pertenecer al género femenino, lo que nos imponía un plus de autoexigencia y esfuerzo para demostrar continuamente nuestro talento y aptitud. He vivido situaciones demostrativas de esos prejuicios cuando algún cliente cuya defensa me había sido encomendada en turno de oficio, me preguntó abiertamente si era posible solicitar el cambio por un abogado de género masculino, o cuando el tratamiento que me profesaban era el de “Srta. Ana” mientras a mis compañeros, aunque tuvieran mi misma edad, se dirigían como “Don….”, cuando suponían estar hablando con la secretaria del despacho y no con su abogada, o percibía su inicial desconfianza sin esperar siquiera a conocerme ni haber tenido todavía la ocasión de evaluar la calidad de mi trabajo en defensa de sus intereses.

La incorporación de las mujeres al ejercicio de la abogacía y nuestra presencia en las sedes judiciales y centros de detención cada vez más habitual, fue provocando la desaparición de cualquier prejuicio y cuestionamiento acerca de nuestra competencia y capacitación. Afortunadamente, la mayoría de las abogadas que ejercen en la actualidad no han sufrido situaciones como las que he descrito, pero para lograrlo hemos debido recorrer un difícil camino demostrando permanentemente nuestra valía y fortaleza, sobre todo teniendo en cuenta que los clientes que entonces atendíamos, tanto en turno de oficio como a nivel particular, eran mayoritariamente hombres.

El acceso al turno de oficio requiere ahora más de tres años de ejercicio profesional y la realización de cursos formativos específicos, lo que, indudablemente, asegura a priori la cualificación de las abogadas y abogados desde que empiezan a prestar el servicio. Nosotras, sin embargo, nos lanzamos sin red al vacío con escasa o ninguna experiencia pero con arrojo e infinitas ganas de servir. Con nuestros clientes de turno de oficio aprendimos, vencimos nuestros miedos, fuimos adquiriendo seguridad y confianza y, también con ellos, celebramos nuestros primeros éxitos, lamentamos nuestros primeros fracasos y digerimos nuestras primeras decepciones.

Siempre he tenido el convencimiento de que, como abogada, tengo un compromiso social con los que no tienen recursos para costearse su defensa, siendo ésta una de las razones por la que he permanecido ininterrumpidamente adscrita al turno de oficio. La otra razón es que guardo una eterna deuda con aquellos primeros clientes carentes de recursos que, sin haberme elegido para confiarme su defensa e incluso sin saberlo, me permitieron dar mis primeros pasos en esta profesión, deuda que, aun hoy, sigo intentando reparar asumiendo los asuntos que se me encomiendan desde el turno de oficio con la misma entrega y dedicación pero ahora con mayor cualificación, conocimiento y experiencia.

Nuestra profesión es una carrera de fondo, plagada de dudas, frustraciones y reveses que provocan una tentación constante de <<tirar la toalla>>. Todo ello desaparece cuando recoges los frutos de tu esfuerzo y obtienes un éxito en forma de resolución judicial que cambia la vida de alguien, porque entonces entiendes no sólo la enorme importancia de lo que haces, sino por qué elegiste, de entre todas las profesiones posibles, ser abogada, y sigues adelante….

Valora este contenido.

Puntuación:

Sé el primero en puntuar este contenido.