La crisis económica no lleva únicamente a la ruina de muchas empresas, algunas de ellas nacidas al rebufo de una bonanza que ahora se certifica como artificial. También implica una ralentización de la actividad, a causa del miedo a que la actividad equis quede abortada en algún momento de su desarrollo; y de la falta de liquidez de los bancos, que provoca que la concesión de créditos haya caído en picado. Se dice que es un buen momento para los abogados, por esa sombra de “picapleitos” de la que difícilmente se deshará la profesión quién sabe si algún día. Sin embargo, no es así: ¿para todos?.
"A río revuelto, ganancia de pescadores" es lo que dice la sabiduría popular. Sin embargo, hay una sabiduría, menos popular pero más exacta, que dice que entre el blanco y el negro hay una amplia gama de grises. Por lo que respecta a la abogacía, esa segunda afirmación se ajusta más a la realidad. Para bien o para mal, una crisis global como la que vivimos afecta a todos, y los abogados no son una excepción.
La revista del CGAE, "Abogados", en su número del mes de abril recoge varias declaraciones de responsables colegiales que son muy interesantes para tener elementos de juicio. Luis Nieto, Decano del Colegio de Abogados de Salamanca, afirma que "la crisis nos afecta, lógicamente, como al resto de la sociedad, como a cualquier otro colectivo. Es lógico que si hay menor actividad económica también repercuta en nuestros despachos; si hay más impagados en las empresas también los hay en nuestros despachos; si cualquier empresa o familia reduce sus gastos, también lo hará respecto de sus abogados evitando pleitos no estrictamente necesarios…etc.".
Lógicamente, el actual estado de cosas en la economía a aumentado considerablemente las demandas y reclamaciones por el aumento de concursos de acreedores, despidos, expedientes de regulación de empleo y ejecuciones hipotecarias.
Además, lo social y lo mercantil ha generado una espectacular litigiosidad desde que la crisis estalló. Nieto matiza que la crisis no obsta para que "pueda haber supuestos concretos que estén teniendo ahora más actividad (el ejemplo de los despachos especializados en concursos, es paradigmático, como los casos de EREs o reclamaciones económicas), y para que otros se puedan estar resintiendo de una forma más especial (como despachos vinculados a actividad inmobiliaria o a otros sectores especialmente afectados por la crisis). En resumen, ni somos ajenos a la situación de crisis económica, ni ésta desde luego puede considerarse favorable para la profesión en general más allá de las situaciones concretas que, como en cualquier otro sector, puedan producirse".
Salvador Solas, del Colegio de Abogados de Vizcaya, observa que "es sobradamente conocido que las disfunciones económicas y sociales tienen una repercusión indiscutible en nuestra profesión (incremento de la morosidad, desempleo, merma de tráfico mercantil y negocial, etc.) no siendo, en principio y en términos generales, una situación favorable a los intereses ni de los abogados ni de los ciudadanos. Si bien las consecuencias de la crisis pueden suponer, desde un punto de vista estrictamente profesional, un aumento de nuestra actividad (incremento de reclamaciones de cantidad, ejecuciones de carácter financiero, despidos y litigiosidad social en general, o el consustancial incremento de la patología mercantil más aguda a través de expedientes concursales) no por ello el ejercicio de nuestra profesión puede verse favorecida".
De todos modos, la crisis es un fenómeno que afecta a todas las realidades sociales, también dentro del despacho. Así que se puede tener incluso más pleitos, pero atravesar unas dificultades enormes para cobrar al cliente, cosa que puede repercutir dentro los los tabiques del bufete.
Como se ve, todo es un dilema, y un sudoku. Ante la duda, trabajo serio, eficaz y honesto. Esa receta es siempre eficiente.