El IVA en Europa se ha quedado obsoleto, según el estudio. El sistema fue diseñado en los años sesenta y estaba pensado para seis países. La complejidad en el pago del impuesto es uno de los principales caballos de batalla.
La Europa de los 27 deja de ingresar cada año más de 100.000 millones de euros por fraude en el Impuesto sobre el Valor Añadido: pierde el 11% de su recaudación debido, entre otras causas, al fraude en cadena o “carrusel”. Este dato, hecho público por la Comisión Europea, se refleja en el informe Shifting the Balance, de la imposición directa a la indirecta, elaborado por PwC; y junto con otros problemas derivados de avances tecnológicos y de la propia evolución de la actividad económica justificaría el inicio de una profunda reflexión sobre cómo mejorar el vigente IVA, tanto en su normativa como en su aplicación.
En la actualidad, 156 países de todo el planeta tienen sistemas de IVA o similares. China e India y los países que integran el Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico (GCC) ya han puesto en marcha o han mostrado su voluntad de adoptar sistemas de imposición indirecta. Grecia, por su parte, se ha comprometido a una fuerte reducción de su déficit presupuestario en 2014 y, para ello, debe reducir sustancialmente la diferencia entre lo que recauda y lo que debería recaudar en concepto de IVA: una situación en la que se encuentran muchos otros estados de la Unión y que hace todavía más necesaria su reforma en profundidad.
Para Alberto Monreal, socio responsable de Imposición Indirecta de PwC, "Debemos ser conscientes de que el IVA se ha convertido en un impuesto global y, por tanto, su reforma no puede venir sólo de Europa sino que tiene que realizarse coordinadamente con el resto de países utilizando mecanismos de ajuste y coordinación, bilaterales y multilaterales. Debemos reducir barreras administrativas del IVA que perjudican su eficiencia, acabar con los solapamientos con otros impuestos y dar seguridad a aquellos contribuyentes que actúan de buena fe frente aquellos que pretenden defraudar". A pesar de la necesidad de reformular el impuesto, Monreal considera que "es difícil que esta se produzca en el medio plazo, ya que cualquier reforma del IVA debe realizarse por decisión unánime de los 27 países que integran la UE".
El estudio realizado por PwC hace un análisis sobre la imposición indirecta en el mundo y concluye que existe una tendencia inexorable de las autoridades fiscales de sustituir impuestos directos por indirectos como consecuencia del proceso de globalización de la economía y de la complicada situación de las arcas públicas en todo el planeta. El informe, además, dibuja algunas de las líneas que debería seguir la reforma del IVA sobre la que está trabajando la UE y recoge algunos ejemplos de cómo otros países de fuera de la zona euro -como los llamados BRIC, Australia, México o Singapur-, organizan, estructuran y gestionan el impuesto sobre el valor añadido.
El IVA en Europa se ha quedado obsoleto, según el estudio. El sistema fue diseñado en los años sesenta y estaba pensado para seis países. Desde entonces, los grandes cambios experimentados por el comercio mundial y en particular la creciente importancia de los servicios, unidos al impacto del comercio electrónico en pleno desarrollo, hacen imprescindible una nueva formulación. Esta reforma debería afectar tanto al diseño, como a su estructura y administración. En la actualidad, el IVA en la UE se administra de forma estrictamente independiente por cada uno de los 27 estados, incluye numerosas excepciones y recoge distintos tipos en función de las prioridades de cada país. De los 29 países que integran la UE, más Noruega y Suiza, 28 tienen tipos reducidos o súper reducidos, que oscilan entre el 0% y el 19%; y no hay un tipo general armonizado sino que existen once gravámenes distintos, que van del 7,6 de Suiza al 25% de Hungría, Noruega y Suecia.
¿Cómo debería ser el nuevo Impuesto sobre el Valor Añadido?
Entonces, ¿cómo debería ser el nuevo Impuesto sobre el Valor Añadido? Según el estudio, la UE debería de aprender de las mejores experiencias de fuera del Viejo Continente. Un sistema moderno y eficiente exige, primero, que éste sea único para toda la unión. Es decir que, se articule como una única iniciativa legislativa en toda la UE -y no una directiva que deban ir incorporando de forma separada e independiente cada uno de los 27 países-. Una normativa que atribuya, a empresas y contribuyentes, acceso directo al tribunal de justicia europeo.
En dicho escenario ideal, podría existir, además, un registro único, con unas mismas reglas y un tipo de IVA único que operaría sobre una base muy amplia. Comparado con un escenario así, hoy en Europa, los ingresos por IVA representan, de media, sólo el 55% de los ingresos que, en teoría, se deberían recaudar si existiera dicho tipo único y general de IVA que gravara todo el consumo. Esta situación, por ejemplo, contrasta con la de Nueva Zelanda donde dicho porcentaje se aproxima al 100%. El informe destaca que para que este nuevo IVA fuera aceptado por los ciudadanos debería hacerse un esfuerzo presupuestario que permitiera percibirlo como justo. Para ello, propone compensar la regresividad que, sin duda, tiene un impuesto sobre el consumo como el IVA (no tiene en cuenta los ingresos de quien lo paga), con rebajas de otros impuestos.
Por ejemplo, cuando Nueva Zelanda incrementó su Impuesto sobre el Valor Añadido del 12.5% hasta el 15%, en octubre del año pasado, rebajó los impuestos directos y personales para compensar a aquellos contribuyentes con menores ingresos. Además, redujo del 30% al 28% la imposición a las empresas. Singapur, que cuenta con uno de los sistemas más simples y modernos, hizo algo parecido cuando subió progresivamente (desde 1994) el IVA del 3% al 7% por ciento y, al mismo tiempo, redujo los impuestos a las empresas del 33% al 17%.
En el ámbito de las empresas, la complejidad en el pago del impuesto es uno de los principales caballos de batalla. Según el estudio, de media una empresa dedica más tiempo al pago del Impuesto sobre el Valor Añadido que al pago del impuesto de sociedades y de los gravámenes propios de las compañías. Este tiempo varía entre las 73 horas de media en la UE y las 192 que emplean las compañías en Latinoamérica.