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24/04/2024. 12:59:04

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Las primeras dificultades del directivo

assistant professor of IESE in the department of managing people in organizations

Probablemente, dirigir esté reñido con hacer uno mismo, y esté más relacionado con ayudar a que los demás hagan. Ahora bien, eso entraña no pocos focos de presión que impactan en todo directivo y de modo más intenso en los primeros tiempos. El autor analiza los nuevos retos que debe afrontar una persona al conseguir un ascenso, deteniéndose en algunas actitudes que pueden hacer más difícil el período de adaptación a esta nueva realidad.

Entre las dificultades ante las que ha de plantar cara el proceso de maduración directiva destaca, en primer lugar, la sensación de impotencia: «voy al 200%, no puedo hacer más… y tengo la impresión de que no hago nada de lo que tendría que hacer». La razón es que los subordinados exigen que la atención del jefe se dirija a muchos asuntos diferentes. A su vez, los de arriba le presionan, mientras que él, además, dirige, atiende detalles de clientes, aborda temas de marketing, finanzas o innovación.

Las primeras dificultades del directivo

Es preciso aprender a vivir con la imperfección, ser consciente de que no se puede controlar todo, manejar la propia ignorancia, decidir sin "todos" los datos y además a tiempo, es decir, adoptar decisiones poco óptimas.

A esto se añade la experiencia inolvidable de lo negativo: cuando uno sube por primera vez del valle laboral a la colina directiva divisa problemas y problemas, que antes de ser directivo apenas intuía. Aprenderá que algunos de ellos se resuelven, otros se gestionan obteniendo mejoras y no pocos sencillamente han de sobrellevarse. En esa friega y refriega con las dificultades conviene discernir entre los subordinados que vienen al jefe con problemas y los que son problemáticos ellos mismos.

Llegar a ser directivo suele implicar la percepción de haber caído en tierra de nadie, algo que genera una gran desorientación: ya no se es uno más entre los anteriores compañeros, de hecho ellos ya le consideran un jefe, pero todavía no se siente cómodo y aceptado con todas las de la ley entre sus nuevos colegas. A menudo la formación de los directivos se ha centrado demasiado en las relaciones hacia abajo con los subordinados, postergando el aspecto crítico que constituyen las relaciones laterales con iguales y hacia arriba con superiores.

La tentación estriba en levantar barreras de autoprotección que operen una suerte de aislamiento. No es el momento de mostrar miedo, ansiedad o inseguridad cuando los demás esperan un ejemplo de madurez, profesionalidad y serenidad. Justamente un rasgo distintivo de un directivo maduro es que no traslada estres ni ansiedad a las personas que dependen de él, sino que los asume y los reduce personalmente.

En efecto, un directivo ha de absorber conflictos interpersonales, tensiones emocionales, inquietudes que surgen de la incertidumbre sobre las decisiones y sus consecuencias, y ha de asumir el peso de esas decisiones. Si todavía mantiene una mentalidad adquirida por su paso previo por puestos técnicos y funcionales difícilmente entenderá la nueva situación: es preciso reemplazar su antigua mirada por una perspectiva directiva.

Gestionar los riesgos tanto empresariales (operativos y financieros) como personales. Linda Hill sostiene que es al final del primer año cuando los directivos van ganando confianza en su habilidad tanto de calcular los riesgos como de controlar las emociones que emergen de convivir con esos riesgos. Asumen sus limitaciones y errores, acoplan sus expectativas a la realidad y se manejan con soltura en el ejercicio del poder y de la influencia.

La responsabilidad de tener el poder de influir sobre las vidas de otros. Se trata de uno de los pesos más gravosos del nuevo cargo que se nota más intensamente en dos tipos de decisiones: al tomar medidas disciplinares de cualquier tipo y cuando hay que sopesar los intereses individuales y los del grupo para otorgar prioridades.

Después de estas consideraciones cabría preguntarse si al directivo recién nombrado le restan tiempo y ganas para disfrutar de su nuevo trabajo. Aún cabe ir un paso más lejos: ¿por qué escoge la gente ser directivo, liderar a otros? Más teniendo en cuenta que dirigir es una tarea muy ardua, difícil de desempeñar bien incluso en las circunstancias más favorables, dadas las exigencias y el compromiso personal que requieren.

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