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23/04/2024. 08:21:15

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Preparar la postcrisis: repensar el compromiso

Socio director de Mindvalue. Fernández Aguado es el único pensador español contemporáneo sobre el que se han escrito más de 150 libros y ensayos. También es conferenciante universalmente invitado en cuestiones de economía y empresa.

La gestión del compromiso fue una cuestión recurrente hace pocos años. Como he detallado en otros lugares, llegó la crisis, y el concepto saltó por los aires. En los últimos meses ha vuelto a aparecer la expresión en diversos foros. Se trata, sin duda, de una buena señal, porque parece que bastantes empiezan a columbrar –aunque sea muy de lejos- el final del túnel.

Empresario estrechando la mano

Reclamar una entrega plena a un proyecto suena bien, pero por encima de ese compromiso tiene que brillar el pensamiento individual. No siempre los dirigentes aceptan que sus subordinados se nieguen a ser meros títeres. He aquí algunos ejemplos.

En el 330 a.d.C, Clito, uno de los generales de más valía de Alejandro Magno, cansado de la pretensión del  sucesor de Filipo de ser adorado como un dios y de que menospreciase a su padre, le espetó: «Toda la gloria que posees es gracias a tu padre».Y también: «Sin mí, hubieras perecido en el Gránico.»

 Alejandro buscó su espada, mientras  Clito era arrastrado fuera de la habitación por varios conmilitones. Sin embargo, volvió a entrar y, dirigiéndose a Alejandro, recitó un verso de Eurípides: «Qué perversa costumbre han introducido los griegos». Alejandro mató a Clito con una lanza.

Directivos hay que no quieren colaboradores sinceros, sino halagadores que en todo les digan que tienen razón.

En el año 49 a.d.C.: Julio César diseñaba el paso del Rubicón como el medio para lograr sus objetivos políticos. Tito Acio Labieno, que había dirigido a los équites en prácticamente toda la guerra de las Galias, se negó.

Labieno no quiso renunciar a sus principios por el supuesto compromiso con un superior. Su razonamiento era que Julio César había sido cegado por la ambición.

Quienes apoyen la ciega respuesta a las órdenes de un superior, o la confianza empecinada en una estructura organizativa condenarán el comportamiento del oficial romano. Quienes pensamos que existen principios superiores, empezando por el de la propia conciencia, aplaudimos el comportamiento de Labieno.

El compromiso es necesario con las organizaciones y con sus líderes. Pero no a costa de renunciar a la propia conciencia, al propio pensamiento. Cuando una organización o una persona reclaman adhesiones inquebrantables, los juramentos de fidelidad incondicionada se tornan perversos. Renunciar a pensar por cuenta propia no es signo de compromiso, sino de mediocridad. El punto de equilibrio entre la lealtad y la pataleta ausente de sentido sólo puede ser señalizado por el sentido común.

Antes de que lleguen los tiempos de la aplicación práctica, ojalá con modelos tan eficaces como los desarrollados por profesionales como los de MSR (multinacional francesa que ha puesto en marcha unas aplicaciones destacables al respecto para toda Europa), merece la pena reflexionar sobre los límites que el compromiso debe tener.

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