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20/04/2024. 05:19:31

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Ética y ley

Director de Marketing e Innovación de Nanfor Ibérica joseen@nanforiberica.com

De un tiempo a esta parte los medios nos informan muy a menudo de nuevos casos de corrupción, especialmente en el ámbito político y empresarial; parecen aflorar casos ahora, en la crisis, que quizá no habrían aflorado en la bonanza. Los corruptos se mueven tanto fuera como en el borde de la ley y, en este caso, se amparan en que tal o cual práctica “es legal”, aunque resulte moralmente reprobable: desde los elevadísimos salarios que se asignan los altos ejecutivos, quizá especialmente en la banca, hasta las comisiones ocultas, o las operaciones de ingeniería financiera para sortear impuestos o dar apariencia de legalidad al pelotazo.

Una balanza inclinándose hacia un lado lleno de dinero

Samaranch lo advertía en relación con el doping en el deporte: las normas van por detrás. Algo así pasa con la corrupción y la ley. Suele pasar no poco tiempo hasta que una nueva práctica inmoral, con daño a terceros, sea perseguida por la ley en el mundo empresarial. Los corruptos se defienden diciendo, sí, que esto o aquello "es legal", y puede que lo sea o que no, pero, como mínimo, están fuera de la ética. Sea codicia o negligencia lo que abre el camino de la corrupción, ésta es destructiva para la colectividad y cabe preguntarse por qué no se ha perseguido más. La respuesta va más allá de la complicidad y quizá apunte a las raíces culturales al respecto.

Hace años y por ejemplo, leía yo en EL PAÍS una columna titulada "Corrupto y confeso", en que se decía que habían hecho falta 13 años para conocer los detalles de la corrupción de un ex juez que, por cierto, gozó de importantes protecciones en la ocultación de sus delitos. Ciertamente, los medios de información ofrecen a menudo noticias que nos servirían igualmente de ejemplo -de ejemplo de abuso de poder-, referidas tanto a empresarios como a políticos e incluso jueces, y que ya leemos con cierta desgana. Felizmente, también hay noticias de empresarios, políticos, jueces y otros profesionales, que reconfortan.

Dejando a un lado la prensa diaria porque no terminaríamos de hablar de corrupción, se lee en el último libro de Peter Drucker: "Creo que es social y moralmente imperdonable que los directivos cosechen unos enormes beneficios para ellos mismos, pero despidan a los trabajadores". En el mismo libro, el autor dice que le horroriza la codicia de los ejecutivos actuales. Si el lector me sigue, me referiré aquí al mundo empresarial, de donde brotan emociones positivas y negativas, y en el que hay conductas acordes con la ética y también algunas claramente inmorales.

Interesado en el tema, ya he escrito algunos artículos sobre la integridad (y la corrupción) de los directivos; con ellos quería subrayar la importancia de la ética en la salvaguarda de la prosperidad y de la calidad de vida en la empresa. También planteaba yo al lector el dilema de los testigos de la corrupción. Ahora, en este nuevo texto, deseo insistir en el margen que la ley deja a los empresarios, y también en la capacidad de maniobra de los directivos dentro de la organización. Enfoco, sí, el mundo empresarial.

La autotelia o vocación profesional parece sucumbir ante algunos apresurados buscadores de fortuna, grandes expertos en explorar y explotar la "terra incognita" de la ley. Se diría que los negocios ya no son lo que eran, y que los mejores beneficios llegan más de lo intangible que de lo tangible. Todavía parece practicarse, por ejemplo, lo de la compra, el inflado y la venta de empresas, aunque a veces la burbuja se malogra antes de lo previsto y se nos deshace en las manos: cada día resulta más difícil engañar al mercado.

A este fin de comprar barato y vender caro puede contribuir, por ejemplo, el denominado management buy out (MBO), práctica en alza en los primeros años de este siglo. Obviamente, un MBO no supone siempre situarse fuera de la ley o de la ética. En teoría parece tratarse de la compra de la empresa por sus directivos, pero uno puede encontrarse casos en que los directivos parecen ir de acompañamiento…

Ya relaté años atrás el caso del MBO de la consultora FYCSA, vendida en condiciones extraordinariamente favorables a sus directivos y a la consultora Gestlink, aunque poco después apareció como propietario justamente quien la vendió: el ex presidente de Alcatel España (reconocido job cutter y ahora presidente de Redtel, de Nazca Capital…). FYCSA intentó llamar la atención de los medios sobre sus espectaculares previsiones de crecimiento, apoyado éste en la expansión del e-learning, pero sus ventas en 2003 se quedaron en la quinta parte (un 20%) de las previsiones anunciadas al mercado un par de años antes, quizá porque urgía más aparentar que ser. Este principio, alarde de logros futuros, fue asimismo aplicado por el referido empresario en Bodegas Vinartis (2004-2007), donde tampoco se materializaron.

Desde luego, el desprecio de la ética, si no también de la ley, se da a menudo en la vida cotidiana de las empresas, al margen de operaciones de compraventa u otras. La corrupción de algunos ejecutivos y directivos, no sólo codiciosa sino entendida con amplitud, incluye prácticas como las siguientes:

  • Utilizar la empresa para hacer negocios de carácter personal.
  • Recibir comisiones de proveedores de servicios, a tal efecto contratados.
  • Castigar económica y psicológicamente a los colaboradores que conservan independencia de criterio.
  • Beneficiar a amigos o familiares, a cargo de la empresa.
  • Imponer la mediocridad del entorno, para asegurar la posición propia.
  • Distribuir privilegios entre los empleados, de forma caprichosa o bajo espurios intereses personales.
  • Malgastar el dinero de los presupuestos que se administran.
  • Hacer de la mentira y el cinismo herramientas habituales de comunicación.
  • Preferir la tranquilidad a la verdad y castigar a los mensajeros.
  • Atribuirse méritos ajenos y desviar la responsabilidad por los fracasos.
  • Humillar públicamente a los subordinados y descalificar a los ausentes.
  • Utilizar medios y fondos de la empresa para fines particulares.
  • Mentir al mercado en informes, notas de prensa, etc.
  • Asignarse suplementos dinerarios injustificados.
  • Perseguir el poder simplemente para tenerlo, y no para hacer cosas grandes.
  • Pagarse distinciones, galardones o nombramientos con dinero de la empresa, para nutrir el ego.
  • Excederse en los viajes y realizarlos con fines particulares.
  • Practicar artificios contables, para evadir impuestos u otros fines perversos…

Conclusión

Al abordar el tema de la integridad de empresarios y directivos, a lo que pretendo modestamente contribuir es a la reflexión sobre una mayor presencia de la ética en las empresas (en su interior y en sus operaciones exteriores); no sólo en beneficio de la economía nacional, que bien lo necesita, sino también por mor de la calidad de vida profesional. No se trata de vivir bien en la oficina tal como esta expresión pueda coloquialmente entenderse, sino de llevar una vida más moralmente sana y gratificante, en beneficio del rendimiento y de la satisfacción colectiva; de poner todos los intereses en línea y los esfuerzos en sinergia, y de volver a casa satisfechos y receptivos cada día, tras creer en lo que se hace.

Para terminar, déjenme recordar un apunte de José María López de Letona: "En el mundo empresarial, no todo lo que es legal es ético". Viene bien este aporte, porque efectivamente los corruptos de cuello blanco, en sus maniobras, parecen ir más deprisa que las leyes, como ya habíamos comentado al principio. Pero es que también podemos hablar de prácticas claramente ilegales, aunque resulten difíciles de demostrar.

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