El epígrafe es el recorte de una tango que se titula: “ Honrar la vida “. Lo escuchaba en la voz de su autora, mientras preparaba algo “ distinto “ para este año académico 2016 y el contenido de la canción me dio un fuerte empujón para seguir buscando lo “ diferente” y evitar los “pensamientos automáticos” en el arte de la abogacía.
En todos los ordenes de la vida tendemos a " dogmatizarnos " y entrar en un confort que nos hace: " permanecer y transcurrir ", tal como lo dice la canción, y que ello no: " no quiere sugerir, honrar la vida". La abogacía no escapa a esta regla de instalarnos y hacer del derecho un " sintagma coagulado ". Si así manejo la profesión, y esto me da réditos económicos entre otros, para que voy alejarme de esta suerte de " credo profesional " que es lo que me permite ser alguien en esta sociedad. Es preferible esta suerte de " necrofilia jurídica " que ponerse a ver que esconde el derecho vigente entre sus pliegues – ¿ justicia o cobertura de poder para algunos ?. Al final el " mundo jurídico " sino los escarbo, es una buena muralla protectora de mi Yo profesional pero no es lo mismo que vivir y honrar la vida profesional.
La Subjetividad Profesional nace para servir al prójimo y es una invitación al riesgo, si yo lo sirvo desde mi comodidad y mi seguridad, no hay entrega profesional, hay " egoísmo humano " con la máscara de abogado. Claro que uno no es " libre " de ser " libre en la profesión ", lo condiciona su biografía psíquica, de la que se podrá soltar relativamente – por ejemplo con un buen apoyo terapéutico -, y también el entorno social y la cultura le intentaran poner rejas a la pretensión de una abogacía honorable. Pero he aquí el desafío para cada uno de nosotros abogados y abogadas, si queremos honrar la profesión, hay que luchar en forma permanente, ganando hoy, perdiendo mañana, pero siempre teniendo como fin profesional o meta inclaudicable el de ser servidores de la Justicia. La abogacía es un ejercicio o sea es movimiento, es " Heráclito ". Por ello, si los juristas dejamos que la ciencia del derecho sea algo perenne que no puede ser tocada y removida, que nos permita bañarnos siempre en las mismas aguas – que es la comodidad profesional -, reflotariamos la repulsión de Kafka hacia la literatura jurídica, cuando dijo a propósito de los estudios del derecho, escribe en la Carta al Padre : " … me ha nutrido espiritualmente con aserrín que, para colmo, millares de bocas ya habían mascado por mi…". En este marco nos enrolaremos en una abogacía inútil.
Hasta la próxima.