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04/12/2024. 22:23:50
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La entrevista no es un “interrogatorio”

Santiago Sinopoli

abogado y consultor psicológico

El abogado, que tenía en sus “espaldas” muchos años de litigios y de caminar por los pasillos de los Tribunales, había recibido a un cliente, con la misma dedicación que aquellos que fueron a buscar su apoyo técnico hace más tres décadas.

La entrevista, sobre todo este primer encuentro con su consultante, pese a los avances tecnológicos que comunican al instante y posibilitan que se "exija" rápida respuesta – teléfono celular, computadora con sus sistemas de comunicación – no hicieron mella en la relación de ayuda que se estaba gestando. Así como antes le pedía a sus colaborados que no les pasaran "llamadas" telefónicas mientras atendía al cliente, hoy "apaga" sus medios de comunicación digitales. Ni el "entrometido" Whatsapp con su poder de trasmitir mensajes en forma instantánea, iba a privar a nuestro colega en la abogacía de fijar su rostro y su atención en ese cliente que venía con su conflicto jurídico, que como ya dije en varias oportunidades, es un conflicto humano y conlleva el "dolor humano". En definitiva, es el entrevistado es el que paga el tiempo de encuentro para ser asistido profesionalmente y a él uno de debe.

Esta primera entrevista, como todas, tenía un "encuadre", ya que el cliente había acordado una hora  de presencia en el despacho del abogado y se le había anticipado vía telefónica tanto el valor de la consulta inicial y que esta llevaría una hora. Es que el tiempo profesional  significa un esfuerzo humano  y  el del cliente también.  La "escucha atenta" del profesional y la actuaciones cliente en la entrevista, tienen vencimiento "humano". Ambos no pueden focalizar su mente en el caso más allá de un tiempo prudencial. Esto es análogo a la actividad de  los profesores en las aulas,  que no deberían extender la llamada hora cátedra, por más por cincuenta minutos. Este tope en la actividad laboral docente no solo es para medir su salario, sino para limitar el trabajo y que no haya un perjuicio psicofísico. A su vez el alumno tiene su límite "humano" para participar en clase. Pues bien, estos condicionamientos, son iguales para la entrevista que permite el encuentro del abogado y su cliente.

También formó parte del "encuadre", que el abogado que es parte de este post, dispone en la entrevista, el lugar de realización: su Estudio o Despacho. Esto cierra la "cancha" en la que se jugará el "partido" entre profesional y cliente; campo de juego que sin duda lo convierte en local con todo lo que ello implica, al abogado. Y esto debe ser así, porque éste es en definitiva el que dirige la evolución de la consulta, dispone del tiempo y tiene la facultad de decir: "hasta aquí hemos llegado". Obviamente esta "preponderancia territorial" se ensambla con otra: la del conocimiento técnico del abogado, cosa que abunda en  una relación asimétrica que pone al experto en derecho en situación de privilegio. Aquí las reglas de la ética profesional deben cobrar una vida plena en la conciencia del abogado, atento que su posición de  "príncipe" frente a su asistido es una invitación a convertirse en "bestia" y "lobo" del Otro – cliente-    

Yendo al desarrollo de la entrevista el experimentado abogado, una vez más y no sin esfuerzo, salió de la tentación vanidosa que siempre lo perturba  y lo quiere llevar a hablar de sus bondades profesionales, e inicia el encuentro con un sencillo: "gracias por confiar en mi señor, en que lo puedo ayudar". El cliente, no sin perplejidad, por la amplia invitación que le hace el profesional, y balbuceando empezó a narrar lo atinente al caso "humano-jurídico". Su asombro fue en aumento cuando advierte que quien lo entrevista, no lo "invade" con preguntas, sino que tenía una actitud física de aceptación – estaba sentado en frente y algo inclinado hacia adelante – y verbal – expresaba: "lo escucho", "siga adelante", "su palabra me importa" -. Así se fue desarrollando la entrevista y con la escucha atenta del abogado, el cliente sitió que era aceptado incondicionalmente, que no había censura por parte del profesional, que pudo ser él, con un grado de autenticidad que pocas veces pudo exponer en una reunión con un abogado. Así se fue consumiendo el tiempo pactado y el profesional le dice: acepto defender su caso, seguiremos trabajando para ello. Esto si usted está de acuerdo. El cliente acepto el trabajo en común. Se sentía seguro, con más confianza en si mismo que al inicio de la entrevista, pese a que el profesional casi no había volcado en el dialogo "palabras técnicas ".

El abogado se para, cosa que también hace el cliente y se saludan con un apretón de manos. Aquel acompaña el entrevistado hasta la puerta del Despacho y este le dice al profesional:" Doctor le tengo que confesar que tenía miedo a su interrogatorio, pero usted no me interrogo nunca. Gracias me siento aliviado"

El  abogado de nuestra historia, solo respondió con una amable sonrisa y cuando cerró la puerta de la oficina, ya en soledad dijo en voz alta: "la entrevista no es un interrogatorio"

Es cierto,  la entrevista, sobre todo la primera, es parte  de una relación de ayuda, es un encuentro humano. El nexo profesional-cliente no es otra cosa que esto, no queda todo en un nivel meramente técnico-jurídico, siempre hay un escalón en que los psicodinamismos de las personas se encuentran, las subjetividades se erigen en intersubjetividades y "objetivizar" el vínculo abogado-consultante no es tarea sencilla. La responsabilidad primaria en el tema es de los profesionales. Las herramientas que nos brinda la psicología como ciencia hermana del derecho deberían ser sondeadas por nosotros los abogados.

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