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08/10/2024. 22:34:07
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La inconstitucionalidad de la ley electoral

A. J. Vázquez Vaamonde

Profesor de Investigación del CSIC

A. J. Vázquez Vaamonde

La naturaleza democrática de las leyes es relativamente independiente de su naturaleza legal; es decir, la naturaleza democrática exige una naturaleza legal, pero la naturaleza legal, permite una falta de naturaleza democrática. Así como en las actuaciones personales cabe el fraude de ley, en el caso de las leyes cabe el fraude de democracia.

La democracia es una novedad perniciosa que ha costado establecer en los países más avanzados muchos más de cuarenta siglos de existencia de un mundo desarrollado. Porque no cabe la más mínima duda que las dinastías egipcias, quizá del s. XXV antes de nuestra era (ane) estaba muy desarrollada.

Ninguna de ellas era democrático; ninguno lo fue hasta el primer atisbo de la revolución francesa donde estuvo a punto de no reconocerse el derecho al voto de la mujer. La derecha instalada en el poder, es decir, los propietarios empeñados en conservar su propiedad – las izquierdas estaban igualmente empeñadas en no conservar su pobreza – se resistió panza arriba. Cuando vio la imposibilidad de oponerse a la riada de la democracia recurrió a legalizar su fraude.

Para ello se contó con los burgueses, gente despreciada por los aristócratas, pero cuyas riquezas eran convenientes para apuntalar sus deteriorados patrimonios tras siglos de no dar ni golpe. Ahora que ya nadie sabe griego quizá sería conveniente recordar que aristox significa el mejor y kratox la fuerza; es decir, es el gobierno de los mejores, bien entendido que eran ellos los que se definían a sí mismos como los mejores. La oveja muerta de esta reunión de pastores fue, naturalmente, el pueblo llano el demox.

El fraude consistió en establecer que tenían derecho a voto sólo los que pagaban impuestos sobre sus utilidades. Como el demox sólo sobrevivía, no pagaba; como no pagaba, no tenía derecho a disponer de voto. Este truco funcionó, con sucesivas rebajas: primero la de la mayoría de edad, en el S. XIX se tenía a los 25 años, luego se rebajó a 23, … a 21; actualmente a 18. Inicialmente el voto era algo masculino; hoy ¡hasta las mujeres votan!.¿A dónde nos va a llevar esta democracia? Si hasta quieren que a escala municipal voten los inmigrantes ¡aunque no sean europeos!

Tantas "cesiones", inevitables exigían alguna medida que permitiera convertir en realidad lo que decía Lampedusa: "cambiar todo para que todo siga igual". La solución fue ese engendro alumbrado por la derecha una vez aprobado el de la Constitución: la vigente ley electoral.

Una ley electoral democrática exige que el voto de todos los españoles valga lo mismo. Lo que se hizo fue justamente lo contrario: privilegiar ciertos votos. De los 350 Diputados se excluyeron 104, adjudicando 2 a cada una con una falacia geográfico -administrativa. Así sólo los 246 votos restantes, poco más de 2/3, se adjudicaron de modo democrático. No cabe mayor éxito ni resultado menos democrático. Con 90.000 votos madrileños llega un diputado al Congreso; bastan 30.000 turolenses para lograr uno. 1 turolense = 3 madrileños. El fraude es evidente.

Algún ingenuo, por calificar amablemente al malvado o al poco reflexivo, podrá alegar que eso no significa que esa distribución antidemocrática establecida por la ley electoral favorezca a la derecha constituida por los propietarios. Pero no es así; les favorece y por ello han aprobado la ley electoral que aprobaron.

El nivel medio de estudios de las grandes ciudades es superior al nivel medio de estudios de la zona rural; el ánimo de progreso del ciudadano rural, abocado a la miseria por no ser propietario, le lleva a la emigración a la ciudad y, si hace falta, al mundo entero, que cuando el hambre aprieta los mejores son siempre los que aguantan menos porque saben que valen más.

Los poderes fácticos conocen la dependencia del cacique de turno; basta ver las corrupciones municipales y autonómicas que emergen a diario; es más potente en los pequeños pueblos que en los más grandes, aunque, como siempre, hay excepciones.

El nacionalismo, un caciquismo de mayor ámbito geográfico, es otro poder reaccionario que se pasa viajando. Empieza a pasarse cuando se inicia el viaje a la capital de la provincia aunque, por supuesto, suele haber recaídas.

Como cabía esperar, es tónica general que el voto rural sea más conservador que el voto ciudadano. Y así ha sido y, por tanto, salvo las provincias donde la distribución de la propiedad es exageradamente injusta, la mayoría de los diputados de la derecha conservadora y nacionalista salen de las provincias rurales.

La distribución de diputados si los votos hubieran sido distribuidos de modo democrático hubieran dado el triunfo a la izquierda. Es una evidencia experimental.

Se puede argumentar – Rakolnikoff también tuvo sus argumentos para justificar por qué mató a la vieja usurera con un hacha – que eso haría que en algunas provincias pequeñas dominara el bipartidismo o incluso el unipartidismo. No es así. En cualquier caso, ¿qué es preferible un fraude generalizado en la representación democrática o que en algunas provincias no tenga ninguna opción un tercer partido, que de facto no suele tenerla?. Los que somos demócratas nos oponemos a todo lo que huela a fraude.

Por otro lado, ¿no es bastante desmesura la representación senatorial que hace que una provincia con 60.000 habitantes tenga los mismos 4 senadores que otra que tiene 6 millones?. ¿No era bastante esta desmesura de representación por provincias que arroja, contabilizada por ciudadanos una desproporción de 1: 100?

La ley electoral nunca será mejorada. Los partidos de derecha nacionalista, a nivel estatal o autonómico, PP, PNV. CiU, CD, CC, etc., son mayoría; los que se llaman falsamente de izquierdas como el BNG, ERC, etc., son una derecha vergonzante. Es incompatible ser de izquierdas, cuya esencia es el internacionalismo, y nacionalista, que son los que siempre arremeten contra los inmigrantes.

Su paradigma son los "socialistas" abertzales. Ocultan con el vascuence el significado de la palabra abertzale, nacionalista. Eso dejaría al descubierto su esencia social-nacionalista, o viceversa, nacional-socialista. Sus etarras y alevines de la kale borroka son dignos émulos de las camisas pardas nazis, las camisas negras fascistas y las camisas azules falangistas.

Sólo si una minoría de izquierdas, IU y, una parte del PSOE, quisieran cambiar esa ley, sería posible. El momento político podría ser la tantas veces anunciada reforma del Senado. El PSOE no se atreve ni a proponerlo; le faltan votos.

Sólo una denuncia de inconstitucionalidad ante el TC – atropello a los derechos fundamentales – para los que no hay prescripción de plazo, permitiría contemplar la opción de la recuperación de una ley electoral verdaderamente democrática.

El extraterrestre judío prometió el perdón de Nínive si había un justo. No lo hubo La actual ley electoral tiene a demasiados comiendo del actual pesebre. Hallar 50 que promuevan un recurso de inconstitucionalidad es imposible.

¡Peor para el demox!

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