La Abogacía es una profesión en la que, a diferencia de otras actividades, la demanda de trabajo diaria puede llegar a ser abrumadora, factor éste que, contrariamente a lo esperado, está alcanzando mayores proporciones debido al impulso que las tecnologías han dado a la comunicación. El otrora reposo del guerrero en la quietud de su despacho analizando con esmero y detalle esa demanda, aquel contrato o los términos de la partición han quedado para el nostálgico recuerdo. Wasaps, e mails, mensajes de texto y llamadas de móvil han complicado, ¡y de qué manera!, la vida profesional del abogado.
En este contexto, hoy me gustaría tratar un tema que he podido observar en muchos abogados gracias al contacto que me ha proporcionado mi participación en cursos y seminarios. Y este tema podría resumirse en la ansiedad con la que vive el abogado su día a día, lo que la mayoría de las veces le impide centrarse y focalizarse con todas sus energías en lo que realmente está haciendo, actitud ésta que a medio y largo plazo le impedirá (si los tiene establecidos) conseguir sus objetivos.
Lao Tse nos decía que un viaje de mil millas comienza por el primer paso, sentencia que con notable sencillez nos sugiere no sólo la importancia que tiene el vivir y disfrutar intensamente cada paso de nuestra marcha para alcanzar la meta que corona nuestro recorrido, sino igualmente el vivirlo siendo consciente del destino al que queremos llegar y depositando en ese momento (el aquí y el ahora) toda nuestra fuerza para hacer las cosas de la mejor forma posible.
Todo lo anterior puede resumirse en la idea de que los que estamos haciendo ahora mismo es lo que determina como estaremos en el futuro. Walt Disney lo expresó con elocuencia "Pregúntate si lo que estás haciendo hoy te acerca al lugar en el que quieres estar mañana".
El sistemático incumplimiento que hacemos los abogados de este principio nos lleva a echar a perder el mejor cumplimiento de una tarea, trabajo u objetivo por las prisas en terminarla (acuciados por otras labores) o por querer saltarnos pasos imprescindibles para su necesaria ejecución. No creo que sea necesario poner ejemplos, pues todos sabemos a lo que me refiero. En el primer caso nos rendimos ante las dificultades ya que necesitamos que el éxito se produzca con la máxima rapidez; en el segundo, nos frustramos al descubrir que no llegamos o que el resultado no era el deseado.
Por ello, los abogados estamos obligados a reflexionar sobre la forma en la que planificamos, es decir, sobre como fijamos nuestras metas, tanto nuestros grandes objetivos estratégicos profesionales como aquellos relacionados con nuestra actividad diaria, y muy especialmente sobre la forma en que ejecutamos las numerosas acciones que nos encontraremos a lo largo del camino y que solemos realizar en el día a día (entre las que me permito destacar la importancia de adquirir habilidades para el mejor ejercicio de nuestra profesión). Para ello, tendremos que evaluar innumerables factores entre los que destacan cómo nos afecta la tecnología y nuestra organización al trabajo, y si estamos dando esos pasos correctamente.
Afortunadamente, los abogados contamos con la paciencia, que nos ayudará a esperar y aplicar los tiempos adecuadamente, los procesos de planificación estratégica, que nos ayudarán establecer la meta, las acciones y las fases temporales para alcanzarlas y, por supuesto, la disciplina, ya que sabedores de la importancia que tiene el hacer las cosas bien y en su momento, sabremos centrarnos con perseverancia en la tarea evitando distracciones que nos aparten del camino trazado.
Soy plenamente consciente de que es muy fácil decir todo lo anterior, y que cuando descendemos a nuestra jungla particular, las cosas no son tan sencillas, y en ocasiones es casi imposible mantener el orden en el caos. Así es, pero a pesar de ello, os invito a reflexionar sobre esta idea que los abogados solemos pasar por alto, pues de su fiel aplicación devendrán en el futuro éxitos, cuyo origen se remontará a aquel día en el que nos dimos cuenta de que haciendo bien las cosas hoy obtendremos los buenos resultados del mañana.
Si no, preguntadle a Woody Allen, quien ya nos anticipo todo lo anterior en una de sus geniales frases: "Me ha llevado diez años tener un éxito de la noche a la mañana".
Ah, y ¡Feliz Navidad!
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