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19/03/2024. 09:11:54

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Y después de Internet, ¿qué?

Estudiante de 5º curso de Derecho + Comunicación en la Universidad de Deusto

Las tecnologías de la información y comunicación han supuesto tal cambio y trascendencia en nuestra forma de relacionarnos, expresarnos y comunicarnos que nos encontramos ante un cambio de paradigma social. Con la aparición de las redes sociales interactuamos y obtenemos incuantificables dosis de información y datos al instante. La inmediatez y la globalización son dos características que expresan perfectamente el efecto que ha tenido internet en nuestras vidas. Tal y como explica el periodista Ignacio Ramonet recogiendo la idea de Carlander en uno de sus libros , podemos afirmar algo así como que gozamos de un “derecho inalienable”, el de obtener todo lo que queremos en tiempo real . Acostumbrados al ritmo vertiginoso que marcan las nuevas TICs, a la interacción inmediata, al estímulo instantáneo, no cabe duda de que hablamos una lengua diferente: la digital. Sí, nos encaminamos hacia un universo digital que está transformando nuestra forma de entender la realidad y de interactuar con ella.

La última gran prueba de todo esto es el nuevo mundo virtual que está preparando Mark Zuckerberg. Metaverso, un nuevo concepto que no ha dejado indiferente a nadie. Meta, la nueva marca de Facebook es ya una realidad cuyo objetivo no es otro que incorporar a la realidad virtual todos los ámbitos de las relaciones sociales. Suele decirse que “quien avisa no es traidor” y Zuckerberg apunta: “Esto va a ser un punto de inflexión para la sociedad y los negocios”. Podríamos añadir que también lo será entonces para el mundo del Derecho, legisladores, abogados, juristas, jueces, fiscales, para todos ellos sin excepción, porque la privacidad y seguridad ciudadana está en juego. El reto es mayúsculo y por eso cobra especial importancia otra actuación coordinada y cooperada entre los distintos países miembros de la Unión Europea, hoy más que nunca, en busca de proteger los derechos de una ciudadanía que más pronto que tarde viajará a un universo paralelo. Decimos otra y no una porque ya se produjo ese primer intento por salvaguardar conjuntamente la privacidad y seguridad de la ciudadanía. Nos remontamos al 25 de mayo de 2018, fecha en la que entró en vigor el actual Reglamento Europeo de Protección de Datos 2016/679, que pretende garantizar unos modelos de protección de datos adaptados a la realidad digital del mundo actual. La pregunta que el legislador debe hacerse ahora (y no más tarde) es: ¿será suficiente la regulación actual para lograr democratizar el nuevo `metaverso´ que se avecina?

De todos es sabido que nuestros propios dispositivos nos escuchan, nos geolocalizan, que nuestras caras y nuestra voz son utilizadas para nutrir algoritmos de inteligencia artificial que nos identifican. Todo lo que hacemos en la Red es rastreado, cada acción se controla y se revisa de manera minuciosa. Cada vez tenemos menos control sobre quiénes somos y lo que realmente creemos. ¿Recuerdan el mediático y polémico caso de 2016 entre la consultora británica Cambridge Analytica, Facebook y Donald Trump, por aquel entonces candidato a presidir la Casa Blanca?

Todo una gran firma de consultoría política ejecutó un plan de marketing por el cual, mediante la Data y la manipulación de la «microfocalización» de anuncios, envió mensajes concretos basados en los intereses del usuario —tomando en cuenta variables como sus gustos, ideología, preocupaciones u otros factores de su personalidad—. De esta manera, pudo diseñar una propaganda específica a cada usuario para lograr su objetivo final: convencer a ciudadanos que votasen al partido republicano en aquellas elecciones.

Si alguna figura destacó en esta gran polémica fue la de Aleksandr Kogan, investigador de la Universidad de Cambridge. Este desarrolló un cuestionario de personalidad en 2014 que conseguía acceder de manera inconsciente a la información personal (edad, género, amigos, intereses, gustos o preferencias políticas de hasta 87 millones de usuarios de Facebook Inc. en diez países). En un principio, tan solo 265.000 completaron el test prestando su consentimiento legal para acceder a su información personal. Sin embargo, la realización del cuestionario por parte de cada uno de los usuarios derivó al acceso a la información personal de la red de amigos de cada uno de ellos; la única diferencia es que, en este último caso, no existía consentimiento alguno. Posteriormente, Kogan vendió estos datos aCambridge Analytica sin el permiso de Facebook, esto es, la Data de Facebook se convirtió en la principal fuente de información de Cambridge Analytica.

A raíz de este escándalo (estrechamente relacionado con el tráfico de datos durante el Brexit en Reino Unido), la Unión Europea aprobó de urgencia el ya mencionado Reglamento Europeo de Protección de Datos 2016/679 con el objetivo de otorgar a los usuarios el derecho a conocer y controlar quién maneja sus datos, con qué finalidad y bajo qué límites o condiciones. La pregunta: ¿será suficiente o tendrá que venir otro “meta-escándalo” para volver a coordinarse y cooperar en materia legislativa?

Nuevos retos se asoman en el horizonte. La tecnología sufre una constante transformación. Como apunta la periodista Leonor Carnicer, “si algo nos ha enseñado la Historia es que todo es pendular y, por eso, cuando el ruido y la polvareda de la tormenta amainen”, tal vez debería preguntarse el legislador: “¿Y después de internet, qué?”

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