“De todo hay en la viña del Señor”. Eso es una realidad. Pero, ¿por qué digo esto?
Esta semana he leído en alguna parte las estadísticas del INTECO (Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación), advirtiendo el crecimiento de programas troyanos. Recordemos que un troyano es un software malicioso que roba contraseñas. Recibe el nombre porque, al igual que el famoso caballo de Troya, se instala dentro de la computadora y que, sin darnos cuenta, abre una puerta al exterior que aprovecha, claro está, el ciberdelincuente.
Hace poco hablamos en Legaltoday de la técnica del ‘phishing' y su variante, el ‘voice phishing'. Pues bien, según las estadísticas antes aludidas, los troyanos le están ganando terreno a dicha técnica. Y no es de extrañar, porque a lo poco que uno tenga algo de sentido común, se dará cuenta del engaño que supone el phishing. Sin embargo, el troyano no es detectable a simple vista, únicamente lo es a través de un eficaz antivirus o, lo que es peor, cuando has sufrido el ciberatraco.
Hay que estar alerta a los correos electrónicos recibidos, especialmente aquellos que llevan una larga cadena de reenviados, ya que esta es la principal puerta de entrada de este ladrón de contraseñas. Y como si de una película de James Bond se tratara, estos maliciosos programas reciben unos peculiares nombres, siendo el más conocido últimamente aquel que responde al nombre de "Conficker". Como todo gran delincuente tiene también su alias: "Kido".
Pues bien, dicho malware, aprovechando una carencia del SO Windows (una vez más), se ha convertido en el virus más destructor jamás conocido, es altamente peligroso, y, como si un diplomático se tratara, es casi inmune, pues resulta muy complicado eliminar.
Pero aun hay más. Estos troyanos, que tan bien nos caían en la película, y cuya princesa Elena era tan hermosa que todos sucumbían a su belleza, tienen la "virtud", por llamarla de alguna manera, de encadenar a varios ordenadores para usarlos en otros ciberatracos, bu, con el fin de impedir localizar al ciberdelincuente. Es lo que se conoce como una "Red Zombi", pues realmente nos convierten en una marioneta que no sabe lo que está haciendo.
El panorama no es alentador pues, en época de crisis, se agudiza el ingenio a fin de poder salir de ella como sea. Y cuesta trabajo creer como personas con una extraordinaria virtud (desde el punto de vista de un jurista) como es la de crear un programa informático, utilice dicho arte para hacer el mal. Por eso, como dijimos al principio, "De todo hay en la viña del Señor".